Donde hay amor, hay peligro

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La mañana siguiente, Sarah despertó con una sensación de inquietud. La conversación con Luther de la noche anterior aún estaba en su mente. A pesar de todo lo sucedido, una esperanza silenciosa había comenzado a florecer en su corazón. Sabía que no sería fácil, que el camino hacia el perdón era largo, pero quería creer que esta vez, Luther realmente iba a hacer las cosas bien.

Se levantó de su cama y decidió llamar a Luther nuevamente, pero no hubo respuesta.. Era raro, él a esta hora ya salía de su trabajo, así que decidió buscarlo.

Al llegar al lugar donde solía encontrar a Luther, su corazón se detuvo al ver una figura que no esperaba ver: Rosalie, quien estaba hablando con él en un tono que parecía demasiado cercano, demasiado… íntimo.

—Luther —dijo Sarah, alzando la voz, sin poder evitar que su tono traicionara su frustración.

Rosalie se giró al escucharla, y su expresión pasó rápidamente de la sorpresa a una sonrisa maliciosa.

—Vaya, Sarah, ¿qué haces aquí? ¿Acaso no confías en él? —dijo Rosalie, claramente disfrutando de la incomodidad de Sarah.

Sarah no pudo contenerse más. Se acercó con determinación, y sin previo aviso, le soltó una cachetada a Rosalie, quien se llevó una mano a la mejilla, atónita.

—¡Eres una zorra! ¿No tienes suficiente con arrastrarte detrás de él? —le espetó Sarah, su voz cargada de furia.

Luther, sorprendido por la intensidad de la confrontación, intentó interponerse, colocando una mano en el hombro de Sarah.

—Sarah, calma… —intentó decir, pero Rosalie lo interrumpió, con una expresión de indignación.

—¿Calma? ¿Escuchaste cómo me habló? ¡Y todo porque tú no tienes claro qué quieres! —dijo Rosalie, lanzando una mirada acusadora a Luther.

Luther suspiró y finalmente tomó la decisión que había estado postergando. Sabía que no podía seguir permitiendo que Rosalie interpretara mal su relación.

—Rosalie, tienes que entenderlo de una vez. Solo somos amigos, y nada más —dijo con firmeza, mirándola a los ojos.

Las palabras de Luther parecieron golpear a Rosalie como un jarro de agua fría. Por un instante, su rostro mostró una mezcla de decepción y humillación. Pero antes de que pudiera contestar, miró a Sarah con una expresión de desprecio y dio un paso hacia atrás.

—¿En serio? Bien, entonces quédense con su patético “sólo amigos”. Pero créanme, ambos se arrepentirán —dijo con veneno, dándose la vuelta y alejándose, maldiciéndolos en voz baja.

El silencio que dejó Rosalie fue pesado, Sarah aún respiraba aceleradamente, intentando procesar lo que acababa de ocurrir. Luther, a su lado, miraba hacia el suelo, como si no supiera qué decir.

—Luther… —murmuró ella, suavizando su tono—. ¿Podemos hablar? Pero en privado… ¿podrías venir a mi casa?

Luther la miró con alivio y preocupación, asintiendo. Sabía que, después de esa confrontación, tenía muchas cosas que aclarar, tanto con Sarah como consigo mismo.

—Claro, vamos —respondió, extendiéndole el casco mientras subían a su moto.

Durante el trayecto hacia la casa de Sarah, el viento fresco en sus rostros ayudó a calmar las tensiones acumuladas. Ninguno de los dos habló; las palabras parecían innecesarias en ese momento, pero la presencia de Luther a su lado le daba a Sarah una extraña sensación de tranquilidad.

Al llegar, Sarah lo invitó a pasar. Cerraron la puerta detrás de ellos, y el silencio se sintió, no sabían que eran observados.

Martín y Michael se aproximaban a la casa de Sarah en silencio. Michael había intentado convencer a Martín durante el trayecto, sugiriendo que esta idea era una locura, pero el hombre no cedía. El odio en sus ojos parecía consumirlo, y Michael se dio cuenta de que ya no había vuelta atrás.

—Martín, aún podemos detenernos, ¿sabes? —murmuró Michael, con voz temblorosa, mientras aparcaban a unas cuadras de la casa de Sarah.

—¿Detenernos? ¿Y permitir que esa bruja arruine mi vida? No, Michael. Esto termina hoy —respondió Martín, con seriedad.

—Es que.. Es algo extremo, solo harás que tu condena sea pe- — Antes de que Michael pudiera hablar fue apuntado con una pistola por su "amigo" el cual no estaba con buenas intenciones.

—Vuelves a quejarte y tú serás el primero, ¿confío en ti o te disparo ahora mismo?

— . . .

— ¿Y?

— Confía en mi, Martin.

—Esos dos… —murmuró con odio—. Primero, me destruyen la vida, y ahora creen que pueden ser felices como si nada.

Martin con odio en sus ojos, bajó del auto y caminó hacia la casa, se detuvó y volteó a ver a Michael, haciéndole señales de que lo siguiera.

—Ven, estúpido. Yo llevaré el arma y mataré a Sarah y le dispararé a Luther en la pierna, tu con la navaja cortale la garganta.

—Si, ya sé. —Dijo Michael, que lo había seguido. —

ೄྀ¡ƳO ᎯᏬ𐒐 ᎿᏋ Ꭿ𐒄𐒀!ღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora