034. Donde mejor estemos

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New York | 10 de Junio── Peso Pluma

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New York | 10 de Junio
── Peso Pluma.

A la mañana siguiente, me desperté sintiendo el peso suave de Kenzie recostada contra mi pecho. No había sido una mala noche para estar en el hospital. Dormir con ella a mi lado hacía que todo el dolor y la incomodidad del yeso se sintieran más llevaderos. Su presencia lo hacía todo mejor.

Observé su rostro relajado mientras dormía. No quería moverme para no despertarla, pero necesitaba estirarme. Moví mi pie bueno con cuidado, el otro, todavía enyesado, me recordaba el accidente de anoche. Aunque sentía algo de molestia, no era insoportable. Lo que realmente me preocupaba era cuánto tiempo tendría que estar fuera de los escenarios.

Mientras acariciaba el cabello de Kenzie, su celular empezó a sonar. El sonido no era muy fuerte, pero suficiente para perturbar el silencio de la habitación. Ella seguía dormida, completamente ajena a todo, con su respiración suave y tranquila.

Miré su teléfono, que estaba a un lado de la cama. Dudé un momento, pero al ver que no reaccionaba, lo tomé para ver quién estaba llamando. Era un número desconocido. Fruncí el ceño, pensando en quién podría ser a estas horas. No era común que alguien la llamara desde un número que no reconociera, especialmente tan temprano. Ella necesitaba descansar después de todo lo de ayer, y no quería que algo tan insignificante como una llamada interrumpiera su sueño.

Pero, segundos después, el teléfono volvió a sonar, vibrando sobre la mesita. Maldije en silencio mientras lo tomaba de nuevo y lo volví a apagar. Justo cuando pensaba que todo estaría en calma, sentí a Kenzie moverse ligeramente a mi lado. Sus ojos comenzaban a abrirse, y al parecer ya se estaba despertando.

Cuando ella se despertó, se sentó a mi lado y me miró con una pequeña sonrisa.

— Me siento mal por haberme quedado dormida... — dijo en voz baja, con un toque de pena.

— No tienes por qué sentirte mal — respondí, tomando su mano y acariciándola suavemente. — Fue lo mejor. Me ayudó verte descansando, además hubiera sido peor que te fueras y me dejaras solo en esta habitación.

Ella me devolvió la sonrisa, pero se notaba que aún le daba algo de vergüenza.

— ¿De verdad? No quería que pensaras que te dejé solo — añadió, soltando un pequeño suspiro.

— Estar solo hubiera sido mucho peor. Fue perfecto así, no te preocupes — aseguré, inclinándome para besarle la frente.

Antes de que pudiéramos hablar más, el doctor entró en la habitación con su acostumbrada sonrisa profesional.

— Buenos días, Hassan. ¿Cómo te sientes hoy? — preguntó, revisando sus notas.

— Mejor, gracias. Aunque este yeso sigue siendo molesto — respondí, riendo un poco para quitarle importancia.

El doctor me devolvió la sonrisa y siguió revisando su tabla antes de volver a hablar.

— Bueno, como te mencioné anoche, hoy podrás irte a casa. Sin embargo, todavía tengo que realizar algunas gestiones para asegurarlo todo. En un par de horas estará listo. Mientras tanto, quiero recordarte que el pie necesitará reposo absoluto. No te pongas de pie más de lo necesario, y en unas semanas cambiaremos el yeso por algo más cómodo.

La Modelo ── Peso PlumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora