Capítulo 26

9 0 0
                                    

El globo transportador iba tan pesado que a duras penas si podía volar a ras de suelo y algunas veces tropezaba contra troncos de árboles y rocas grandes.

La porción de polvillos de estrella para el día se agotó tan pronto las
expedicionarias cruzaron el río Wough. Pero para entonces, ya empezaba a oscurecer y Rani, quien ahora impartía órdenes con mucha naturalidad, dijo que allí se
detendrían hasta el amanecer.

Una delgada capa de nieve cayó durante la noche. Al ver la nieve, Rani se horrorizó. Cierto, Nunca Jamás se veía muy bonita, pero ¿qué ocurriría si la capa de nieve alcanzaba seis centímetros o más de espesor? Pues que la nieve les llegaría hasta la cintura: quince centímetros bastarían para quedar sepultadas.

En su hogar, bajo tierra, la cobija de Peter Pan le dejaba el pecho al descubierto.

Tiró de ella para subirla un poco y entonces expuso pies y pantorrillas. Se puso de pie y rozó el techo con la cabeza. Había crecido dieciocho centímetros en una sola noche.

El Capitán Garfio arrancó una pata de la mesa de su camarote para usarla de
bastón.

El Oso del País de Nunca Jamás quiso salir a pescar pero había olvidado por
dónde bajaba el arroyo de Havendish.
Sin embargo, y para sorpresa de Tinkerbell, Madre Paloma se veía mejor, el semblante menos tenso alrededor de sus ojos. Ella misma se sentía mejor, también.

Cierto, se sentía con frío y envejecida, pero menos enferma.

Sospechó que el huevo ya iba camino a ver a Kyto y entonces, previendo el
retorno del huevo, su propio cuerpo empezó a repararse solo.

—Tengo hambre —dijo Madre Paloma, no sin antes recordar que alguna vez pensó que nunca más volvería a sentir apetito.

Tinkerbell la quería abrazar, pero temía hacerle daño, entonces más bien le dijo:
—Te traeré algo para desayunar, un enorme y delicioso desayuno —y a Nilsa, una exploradora que revoloteaba encima de ellas, le grit—: ¡Ya vuelvo! ¡Con el desayuno!

Nilsa, que no había comido nada desde el huracán, le replicó:
—¡Qué bueno!

Tinkerbell corrió y voló a lo largo de la playa con el ojo bien alerta a la presencia de halcones.

Luego se disparó para llegar al Refugio de las Hadas. Tinkerbell tenía pensado estar de vuelta pronto, pero lo que no imaginó fue que, sin polvillos de estrella, la cocina iba a ser un asunto muy lento.

Cuando las expedicionarias despertaron, se encontraron en el borde de una vasta pradera. Un triángulo que se alzaba en medio era la montaña Torth, la prisión de
Kyto.

Rani procedió a espolvorear sólo un cuarto de taza de polvillos de estrella, de lo que quedaba para el último día, sobre Vidia y Prilla y nada para ella, ya que igual, no podía volar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Rani procedió a espolvorear sólo un cuarto de taza de polvillos de estrella, de lo que quedaba para el último día, sobre Vidia y Prilla y nada para ella, ya que igual, no podía volar.

Vidia estaba iracunda:
—Corazón mío, lo que es a mí, me tienes que dar la ración completa —le dijo Vidia a Rani al tiempo que arremetía por la bolsa.

—No —le dijo Rani, echándose hacia atrás—. Te echaré otro poco sólo más tarde si se nos agota antes de llegar a donde está Kyto. Y, en el caso de que alcancemos a llegar pero a Kyto le dé por no reparar el huevo, tendremos que volver a casa a pie y guardar un poco para… No había terminado de hablar cuando Vidia se abalanzó sobre la bolsa, pero Rani la retuvo. Prilla empezó a saltar de arriba abajo sin saber qué hacer.

Rani miró a los ojos de Vidia y le sostuvo firme la mirada:
—La Reina Ree me nombró líder y no le voy a quedar mal.

Tras un minuto muy tenso, Vidia por fin soltó la bolsa pero agregó:
—Mi dulce cordero, lo que quiera que ocurra con Kyto, esperaré mi ración de polvillos. Y de una cosa puedes estar segura, mi vida, lo conseguiré a como dé lugar, ¿vale?

A Tinkerbell le tocó esperar una buena hora antes de que pudiera emprender su camino de regreso con el desayuno preparado en el Refugio.

Al llegar a la playa, vio
a un zorro acechando a Madre Paloma.

Madre Paloma. De pie, tambaleante, intentaba alejarse de la amenaza.

Tinkerbell arrojó la comida al suelo y corrió hacia el zorro, preguntándose todo el tiempo en dónde diablos se había metido la maldita Nilsa, la exploradora.

Madre Paloma le pidió a Tinkerbell que se alejara y se pusiera sobre seguro.

Tinkerbell, por su parte, le pidió al zorro que se alejara, advirtiéndole que no le fuera a hacer daño a Madre Paloma, ofreciéndole otra cosa de comer a cambio.

Pero el zorro tenía demasiada hambre como para atender razones y estaba a
escasos dos metros de Madre Paloma, quien en ese instante alzó al cielo su par de alas rotas.

—¡Vuela, Madre Paloma! ¡Vuela! —gritó Campanita a todo pulmón.

Madre Paloma aleteó una única vez.
Tinkerbell se arrojó sobre la pata izquierda del zorro. El zorro le lanzó un manotazo pero falló.

Madre Paloma aleteó una vez más. El zorro avanzó otro medio metro en su
dirección.

Tinkerbell se le trepó pata arriba aferrándose a manotadas del pelo.

Madre Paloma alcanzó a levantarse un centímetro sobre el suelo.

Campanita ya casi alcanzaba el hombro del zorro.

Madre Paloma cayó sobre la arena. El zorro estaba a medio metro.

Tinkerbell se trepó sobre su cabeza.
Treinta centímetros. Sacó su puñal.

El zorro se lanzó sobre Madre Paloma.

Tinkerbell oyó un golpe seco. Madre Paloma gritó.

Campanita metió sus piernas dentro de las orejas del zorro y empujó con fuerza.

El zorro aulló y sacudió la cabeza.
Campanita salió arrojada al aire y cayó por tierra batiendo las alas con
desesperación. Fue una caída larga. Se fracturó la pierna, pero en ese momento no lo sintió.

El zorro se inclinó para acabar con ella de una vez pero, antes de que pudiera hacerlo, Tunkerbell alcanzó a hundirle el puñal en el cuello.

Tink vio correr sangre, el zorro se alejó dando tumbos y soltó un alarido de dolor.

El hombro de Madre Paloma sangraba profusamente.

—Nilsa… murió… —empezó a decir Madre Paloma, pero le faltó el aliento.

—¿Por qué no escapó volando?
—… murió por un caso …de …de falta de fe.

De hecho, la exploradora había muerto antes de que apareciera el zorro. Fue terrible para Madre Paloma contemplar el angustioso desvanecimiento de Nilsa sin que pudiera hacer nada al respecto.
«¿Por qué diablos me fui a buscar desayuno?» pensó Tinkerbell para sí.

—No te culpes —susurró Madre Paloma—. Me salvaste.

Madre Paloma quiso ocultar un gemido pero igual se le salió.
Y Tinkerbell, igual, también se autoreprochó.

Y pensar que ahora tenía que salir de nuevo en busca de Beck, ya que quizá ella pudiera hacer algo para detener la hemorragia de Madre Paloma. Se apresuró pues de vuelta al Refugio de las Hadas, casi a carrera limpia, olvidándose de su pierna rota.

Con todo, en medio de su carrera, no dejó de preguntarse si no hubiera sido mejor quedarse acompañando a Madre Paloma. ¡Qué tal que muriera en su ausencia!… ¡Completamente sola!

.•°○●°•○

Gracias por leer...

El País de Nunca Jamás y el secreto de las hadas  1#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora