Capítulo 6

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Pero la bola se disolvió en un charco tan pronto Prilla la tocó. Alzó la vista buscando a Rani con los ojos en lágrimas. Rani recogió el charco y lo echó en la tina sin dejar
rastro en el suelo.

También Rani lloraba. Tinkerbell, en cambio, estaba más fastidiada que nunca.

Ahora eran dos las hadas a las que había que hacerles arreglos.

Sin embargo, de pronto Rani se iluminó:—Tink, ¿ya llevaste a Prilla a que conozca a Madre Paloma? —No.

Prilla sabía bien quién era Madre Paloma. Saberlo, era parte de ser un hada en Nunca Jamás.

—Vamos, Tinkerbell, Madre Paloma sabrá cuál es el talento de Prilla.

Madre Paloma conocía mejor a las hadas que las hadas a sí mismas.

—Prilla —agregó Rani, con el rostro luminoso—: No veo la hora de que
conozcas a Madre Paloma.

—Bueno, pues andando —dijo Tinkerbell.

Prilla alcanzó a percatarse de que Tink sonreía de nuevo, y se veía tan feliz que casi no parecía ser Tinkerbell, casi siempre tan seria.

En fin, Tinkerbell y Prilla salieron volando por la puerta lateral de corteza de
madera que salía de la cocina.

Afuera, soplaba un viento cortante y, aunque ellas no lo sabían, el viento provenía de un huracán que hacía un buen tiempo venía persiguiendo al País de Nunca Jamás por todo el océano.

En el camino, mientras volaba, Prilla temía que Madre Paloma no la fuera a
querer. Después de todo se trataba de la primera hada que no sabía cuál era su talento, es más, quizá la primera que no tuviera talento alguno.

¿Qué tal convertirse en la primera hada a la que Madre Paloma le negara su amor? ¿Qué tal ser la primera hada que Madre Paloma llegará a odiar?

¿Qué tal convertirse en la primera hada a la que Madre Paloma le negara su amor? ¿Qué tal ser la primera hada que Madre Paloma llegará a odiar?

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El verse y el presentarse, tal hubiera sido el entusiasmo de Prilla que le hubiera sido imposible guardar un recuerdo claro del instante. En adelante, en el futuro, a Prilla le hubiera sido imposible recordar, por ejemplo: esto ocurrió cuando la vi por primera vez; esto otro, cuando nos cruzamos la primera mirada, y aquello, cuando Madre Paloma me habló por primera vez…  Y claro, Madre Paloma, colaboró. A pesar de que estaba perfectamente al tanto de la presencia de Tinkerbell y Prilla, no miró hacia arriba. «Vamos a dejar que la criatura se serene un poco, pensó Madre Paloma».

¿Y exactamente en qué consistía para Prilla (o para cualquier hada) aquello de ver por primera vez a Madre Paloma?

Imagina una casita de campo. Digamos que la tuya tiene techo de paja. La mía, digamos, tiene una puerta azul y aldabón de bronce. Quizá las paredes de la tuya son de un gris pálido y con zócalo rosado. Tal vez unas margaritas en flor adornan a lado y lado la puerta, que está abierta de par en par. Afuera quizá brilla la luz con un resplandor dorado.

Al ver la casita, inmediatamente te das cuenta de que es exactamente la casita que siempre habías querido a pesar de que, un instante antes, no lo sabías.

Eso es justamente lo que les ocurre a las hadas al ver a Madre Paloma. Más que la Casa en el Árbol, más que el Refugio de las Hadas, Madre Paloma es su hogar.

Prilla suspiró, completamente satisfecha.

Entonces y sólo entonces, Tinkerbell acercó al nido. Prilla detrás. «Por favor, quiéreme», pensó Prilla. «Madre Paloma, quiéreme por favor. Ojalá sepas cuál es mi talento. Por favor, por favor, por favor»

Tinkerbell aterrizó al borde del nido, pero a Prilla le dio temor hacerse tan cerca, de manera que se quedó revoloteando a unos metros de distancia.

Madre Paloma le sonrió a Prilla, los ojos y las plumas del cuello se le esponjaron de placer. Y dejó salir un acorde de arrullos, de musicales y felices gorjeos,  Madre Paloma vio al instante lo dulce, alegre, coqueta y acrobática que era Prilla.

 Y dejó salir un acorde de arrullos, de musicales y felices gorjeos,  Madre Paloma vio al instante lo dulce, alegre, coqueta y acrobática que era Prilla

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Y Prilla a su vez le devolvió una sonrisa dichosa a Madre Paloma.

Beck, el hada con talento para los animales y quien por tanto se encargaba de cuidar a Madre Paloma, sonrió también. A Beck le encantaba ver el efecto que Madre Paloma producía sobre las hadas nuevas.

—Tú eres Prilla, ¿verdad? —preguntó Madre Paloma y acto seguido repitió el nombre acentuando con placer la pe, la ere y la elle—: Prriiiilla, has llegado al lugar que te corresponde. No sabes cuánto me alegra que estés aquí con nosotros.

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Gracias por leer, con cariño Lili 🫶

El País de Nunca Jamás y el secreto de las hadas  1#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora