Garfio se quedó observando su boquilla alejarse hasta desparecer sobre las olas.
Cuando ya no la vio más, contempló su puño cerrado. La cabeza de Prilla alcanzaba a sobresalir pero el Capitán no podía verla. Él sabía que había atrapado algo y, fuera lo que fuera, no creía que se tratara de un fantasma.
El puño del Capitán estaba cerrado con tanta fuerza, que Prilla no podía
escabullirse. Sus alas estaban completamente arrugadas. Si las alas sufrieran dolor, la agonía de Prilla no hubiera tenido nombre.Pero ahora lo que el Capitán quería era luz para poder ver qué era lo que tenía entre la mano. Se dirigió hacia su farol y, mientras esto hacía, apretó el puño con aun más fuerza. Era tal la presión que sentía Prilla en sus pulmones, que ni siquiera podía
gritar.No era que gritar hubiera servido de algo…
A lo lejos, sobre el océano, Rani empezaba a sentirse muy mal por haber dejado a Prilla atrás.
Por supuesto que después regresarían por ella; pero para entonces, bien podría y estar muerta.
A cada centímetro que avanzaban la boquilla se hacía más y más pesada. A pesar de sus desesperados esfuerzos por lograr lo contrario, Vidia y Rani perdían altura.
Ahora bien, la boquilla se hubiera hecho mucho más liviana si sólo Vidia la hubiera rociado un poco con sus polvillos de estrella. Pero igual, no era en eso en lo que Vidia pensaba porque ella nunca se había sentido culpable ni responsable de nada. Al contrario, estaba furiosa con Rani por no volar más rápido.
La costa estaba aún más o menos a un kilómetro de distancia y a este paso jamás llegarían hasta allí con la boquilla a salvo.
Prilla añoró haber tenido consigo el puñal de Rani. O estar embadurnada de pies a cabeza en mantequilla. O tener el poder de desaparecer y acto seguido aparecer de nuevo al lado de Rani y Vidia, dondequiera que estuvieran.
El Capitán Garfio intentó encender su farol ayudándose con sus dientes y el
garfio. Lo había hecho infinidad de veces. Apenas si le tomó un par de minutos.Y Prilla empezó a cobijar una pequeña esperanza. El Capitán tendría que abrir la mano para enterarse de qué era lo que había atrapado, y cuando lo hiciera, Prilla se
escaparía volando… esto, si las alas todavía le funcionaban.Rani y Vidia volaban a unos treinta centímetros sobre las olas. Contaron con la suerte de un viento fuerte de popa y por lo tanto a favor y, así las cosas, disfrutaron de un par de minutos sin perder altura.
Pero Rani empezaba a cansarse con rapidez.
Garfio encendió su farol, fue hasta el ojo de buey y cerró la ventanilla. Luego sebdirigió a hacer lo mismo con la puerta. Prilla iba a quedar atrapada.
Rani y Vidia luchaban ahora contra una corriente de aire que las empujaba hacia abajo y que las tenía a escasos centímetros del agua. Ya Vidia había sentido la caricia
del rocío de las aguas marinas en los tobillos.Garfio estaba a tres pasos de la puerta. Prilla le mordió el dedo índice con todas sus fuerzas y escupió la sangre, una sangre morada y viscosa que le supo a queso podrido. Y volvió a morder.
Y otra vez.
Curtido en muchas batallas, el Capitán Garfio estaba acostumbrado a aguantar el dolor, de manera que dio dos obstinados pasos más antes de mirarse la mano…
Entonces vio su propia sangre. Sólo a dos cosas le temía el Capitán Garfio: a un cocodrilo al acecho y a su propia sangre púrpura, de manera que soltó un alarido y dejó escapar a Prilla.
Las alas de Prilla se enderezaron antes de que ella diera por tierra y entonces remontó vuelo.
Salió del camarote, subió siguiendo un tramo de escaleras, se vio en cubierta y voló al océano, deprisa, para alcanzar a Rani y Vidia.
Era vasto el océano. Prilla escudriñaba el horizonte en busca del resplandor de Rani y Vidia pero el cielo ya aclaraba y por lo tanto el resplandor de las hadas ya no sobresalía.
Con todo, Prilla creyó haber visto una chispa diminuta y voló hacia ella,
esperando, sin embargo, que no fueran Rani y Vidia porque si lo eran, estarían peligrosamente cerca del agua. Prilla voló más rápido, a pesar de que estaba exhausta después de su refriega con Garfio, y gritó:
—¡Ya estoy con ustedes! ¡No se vayan a ahogar! —pero fue su voz la que se
ahogó en medio del estruendo de las olas.La costa estaba a medio kilómetro. Rani y Vidia habían perdido otro centímetro de altura.
ya casi las alcanzaba, pero no con la suficiente rapidez.
Rani empezaba a preguntarse si había llegado la hora de decirle a Vidia que
soltara la boquilla y salvara su vida.Perdieron otro centímetro más.
—¡Suelta la boquilla! —gritó Rani, aunque ella misma no lo hizo.
Pero Vidia fue tan valiente como Rani:
—¡No, ni modo! —gritó de vuelta Vidia.Rani empezó a pensar en lo que sería ahogarse, derretirse y desaparecer en el delicioso mar.
Prilla gritó:
—¡Aquí voy! ¡Ya llego!Pero en vano. No llegaría a tiempo.
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El País de Nunca Jamás y el secreto de las hadas 1#
Fantasy‧₊˚ ⸙ Todos en el Refugio de las Hadas están hablando de la llegada de una nueva hada. Su nombre es Prilla y la pobre no tiene la menor idea de cuál es su talento, aunque hay algo de ella que es extrañamente humano. Prilla está desesperada y necesi...