Desde que Tinkerbell le contó a Madre Paloma la historia de Peter, se venía sintiendo rara, distinta. Sentía sus extremidades más ligeras, su pecho más abierto, su mente extraordinariamente aguda. Llegó incluso a recordar muchas más historias con Peter Pan, anécdotas graciosas que alegraron los ojos de Madre Paloma, aunque sólo fuera
por un instante.Pero para cuando empezó a caer la noche, Madre Paloma pareció dejar de escuchar. Inclinaba la cabeza de aquí para allá de manera extraña y, cuando cayó dormida, empezó a respirar con mayor dificultad que la noche anterior. Cada exhalación venía acompañada de un estertor y todo su cuerpo temblaba. Tinkerbell
escuchaba y temía que cualquiera de esos suspiros pudiera ser el último.Apenas dos días antes, el Halcón hubiera oído a las hadas llegar mucho antes debque estuvieran tan cerca. Pero ahora, el hecho es que no oyó nada.
Las hadas avanzaban lenta y cautelosamente, treinta valientes centímetros hacia adelante y luego veinte temerosos centímetros hacia atrás. Hasta que por fin estuvieron a treinta centímetros del ave rapaz. El Halcón no se inmutó.
—No parece muy dorado que digamos —susurró Prilla; la verdad es que era más bien de color marrón.
—Sería el colmo de la tontería ser devoradas por el halcón equivocado, mis niñas —dijo Vidia.
Pero en un momento dado el Halcón erizó las plumas y dejó ver algunos destellos cobrizos.
—Rani, mi corazón, ¿quién lo va…?—¿… a desplumar?
Rani sabía que ella misma era incapaz de desplumar un ave viva, ni siquiera por una buena razón, de manera que Vidia, gracias a su experiencia arrancando plumas, era la candidata lógica.
Pero Rani no quería enviarla al peligro sola, entonces desenvainó el puñal de Tinkerbell y dijo:
—Vidia, tú arrancarás la pluma; yo, mientras tanto, vuelo hasta su estómago y, si trata de atacar, lo apuñalo. Tú, Prilla, revolotea alrededor de su cabeza. Ciérrale los
párpados, haz cualquier cosa que puedas, pero mantente lejos de su pico.«¿Cómo hacerlo?», se preguntó Prilla, pero no se quejó. «Quizá», reflexionó, «mi talento sea esquivar picotazos», y se puso en posición, batiendo sus alas a marchas forzadas de puro miedo.
Rani también ocupó su lugar bajo la barriga del Halcón. Vidia tanteó una pluma del ala. Si bien el Halcón no sintió a Vidia, sí alcanzó a sentir un calorcito a la altura de su barriga y otro cerca de la cara.
Vidia tiró de la pluma. El Halcón levantó de manera abrupta la cabeza.
¡Alguien quería matarlo!
Pero él tenía una única y última defensa posible, un único y último poder mágico:
compartir su dolor.Un ramalazo de dolor subió por los brazos de Vidia, pero ella permaneció
aferrada a la pluma a pesar de que el dolor aumentaba y de que la pluma no cedía.Apretó los dientes y tiró con más fuerza. La pluma empezó a ceder. Tiró una vez más con los últimos restos que le quedaban.
Recuerda el dolor más terrible que hayas padecido. Cierra los ojos y piensa en ello. Quizá el dolor que sintieron Vidia y el Halcón haya sido menor que el tuyo.
Quizá mayor. Pero para ellos dos, ese fue el más agudo dolor que jamás hubieran sentido.
Soltaron un alarido tan agudo y desgarrador que una estrella titiló estremecida.
Y entonces el dolor dio tregua, y Vidia tenía la pluma en la mano. Y las hadas
volaron despavoridas tan rápido como pudieron.Prilla, mirando hacia atrás, se despidió:
—¡Gracias, señor Halcón Dorado!
Pero el Halcón no oyó. Se balanceaba peligrosamente sobre la punta de su roca, mareado por el dolor del tirón.
Pronto Vidia les sacó ventaja a las otras dos.Y en ese mismo instante y lugar, Vidia hubiera podido reconocer y aceptar cuánto podía doler arrancar una pluma. Pudo haber admitido que había sido cruel con Madre
Paloma, que el dolor, igual, no importa si se inflinge sobre otros o sobre uno mismo.Hubiera podido jurar nunca más volver a infligir dolor a propósito.
Pero lo que hizo, en cambio, fue convencerse de que fue justamente el Halcón quien obró con crueldad: Vidia concluyó que el Halcón había hecho parecer el dolor peor de lo que en realidad había sido.Para cuando las expedicionarias llegaron al Círculo Encantado, ya se anunciaba la aurora.
Vidia sacó la pluma, que había guardado en su blusa.
Rani y Prilla se acercaron a observar. La parte superior de la pluma era de color marrón pero por debajo brillaba como el oro. Prilla la tocó: le pareció fría y metálica.
Vidia depositó la pluma y la boquilla al lado del huevo y luego las tres hadas se resguardaron bajo el cobertizo donde estarían a salvo de halcones.
Prilla pensó: «ya van dos éxitos; quizá podremos salvar a Madre Paloma».
Antes de caer dormida, intentó transportarse otra vez hasta Tierra Firme. Cerró los ojos y se imaginó dentro del túnel de nuevo. Imaginó Tierra Firme al final del otro extremo.Y voló a lo largo, en medio de la oscuridad, pensando en una niña humana acostada en una cama abrazada a una morsa de peluche.
Y en efecto: de pronto aterrizó sobre la almohada de una niña de verdad.
La niña, que abrazaba un pelícano de peluche, abrió los ojos y dijo:
—¿Sabes cuánto da treinta y cinco por cuatro?Prilla negó con la cabeza, deseando, claro, haber tenido talento para las
matemáticas, pero no, hasta en Tierra Firme resultaba ser una franca decepción..-○●°●○-•
Gracias por leer...
ESTÁS LEYENDO
El País de Nunca Jamás y el secreto de las hadas 1#
Fantasi‧₊˚ ⸙ Todos en el Refugio de las Hadas están hablando de la llegada de una nueva hada. Su nombre es Prilla y la pobre no tiene la menor idea de cuál es su talento, aunque hay algo de ella que es extrañamente humano. Prilla está desesperada y necesi...