Les cuento que en estos días he cambiado de trabajo. Y en mi nuevo empleo conocí al dueño de mis fantasías sexuales actuales.
Para los que no han leído nada de mi aún, les cuento que soy una joven de 22 años. Piel Apiñonada de pelo largo, mido 1.70 aproximadamente, tengo un cuerpo más vale curvilíneo, un culo paradito y unas buenas tetas.
Soy muy sexual, y disfruto mucho masturbarme. Generalmente lo hago porque ando caliente o porque algo hace que se encienda en mi una calentura imposible de evitar. Suelo usar porno lésbico para entrar en clima, pero una vez que ya comienzo a tocarme, solo me concentro en mi placer y olvidó el resto.
Esta vez fue diferente, pues durante la mayor parte de mi masturbación pensé y desee a un hombre en particular. Uno de mis nuevos compañeros de trabajo.
Él es un hombre de unos 40 y tantos, alto, flaco de pelo oscuro. Tiene una sonrisa muy bella pero se nota que es un hombre de carácter. Desde que lo conocí me dio la impresión que sería alguien más bien brusco y violento a la hora de tener sexo y eso por supuesto me encantó.
Asique, sin más preaumbulo, aquí comienza mi relato.
Llegué exhausta del trabajo y fui derecho a la ducha. Al salir, mientras me ponía mi pijama me observaba en el espejo y al verme desnuda recordé que hacía tiempo no me daba placer.
Me recoste, pues me apetecía un descanso. Me coloque mis auriculares con una música relajante y ya con los ojos cerrados recordé a Mariano, mi compañero de trabajo. Ese día había estado particularmente simpático y no podía quitarmelo de la mente. Comencé a fantasear con la idea de poder coquetear un poco con él y lo excitante que sería tener una aventura en el trabajo con él.
Por supuesto que a medida que esa fantasía crecia en mi mente, mi tanga se iba humedeciendo. Me imaginé en el baño de servicio besándonos e inevitablemente mi pelvis comenzó a moverse. Ya estaba excitada de solo pensarlo.
Mi cuerpo está deseoso de sexo y de una buena embestida y mis fantasías con Mariano, hicieron resaltar ese deseo.
Me resistí a tocarme y continúe pensando en él. Podía notar mi pelvis prendida fuego.
Cerré mis ojos y me entregué a mis fantasías. Comencé a recorrer mi cuerpo sobre mi ropa, con mis manos, imaginando que era él quien me tocaba. Mi tanga estaba cada vez más húmeda y mis piernas se abrían esperando que algo entre en mi zona íntima.
Me quite la pijama quedandome solo con mi tanga negra puesta y jugueteaba con mis pechos, mi espalda se arqueaba y mi pelvis se movía. Se estaba sintiendo muy rico.
No paraba de imaginarlo a él y de lo rico que se sentiría sentir sus manos grandes, tomar y apretar mis senos.
Me puse de costado y entre mis piernas coloque mi almohada. Empecé a moverme contra ella. Hacía tiempo no me refregaba con la almohada y me puse muy cachonda de inmediato. Mi clítoris ya estaba siendo estimulado por el roce y a cada segundo podía sentir que mi cuerpo me pedía más y más placer.
Decidí quitarme la tanga, doblar bien la almohada y montarme en ella. La experiencia fue aún mejor, podía sentir como la textura áspera de la tela satisfacían mi sed de sexo. Aumente la velocidad de mi movimiento y mi respiración aumento también. Me dí un chirlo fuerte en mi nalga y un grito de placer escapó de mi boca.
Mi excitación iba en aumento y no podía ni quería parar. Pensaba en su cuerpo, en sujetarlo fuerte del pelo y besarlo apasionadamente mientras lo montaba.
Me detuve un momento y fui por una toalla, la enrollé y la coloque sobre la almohada. Volví a montarme sobre ella, al sentarme separé bien mis nalgas y comencé a moverme.
Una vez más el áspero de la toalla generaba en mi clítoris una explosión de placer. A la vez, podía sentir la tela completamente mojada y caliente por mis fluidos.
En ese momento me olvidé de Mariano y de todo, solo podía disfrutar lo rico que se sentía franelearme de esa manera.
Varios gemidos se escapaban de mi boca y yo seguía moviendome. No planeaba detenerme hasta acabar.
Continúe refregandome sobre la toalla hasta que llegué a un punto de excitación que creía que no podía aguantar más, pero aún no lograba el orgasmo. Asique me detuve, me senté con mis piernas bien abiertas y me dediqué a tocar mi clítoris de la manera que me gusta.
Lo presioné con dos de mis dedos y los movía en círculos rápidamente, luego me detuve, y pasé mis dedos por mis labios de arriba abajo. Le di a mi vagina un par de golpes fuertes y un grito acompañaba cada golpe.
Chupe mis dedos un momento y volví por mi clítoris, está vez estuve todo el tiempo toqueteandolo. Sentía como un escalofrío recorría todo mi cuerpo y como mis músculos se tensaban, mi vagina se contraía y finalmente exploté en un orgasmo.
Mi cuerpo comenzó a relajarse al mismo tiempo que sentia mis fluidos tibios inundar mi mano que aún seguía tocando mi sexo.
Me recosté un instante para recobrar la respiración. Volví a poner la almohada entre mis piernas, me gustó como se sentía al tacto con mi sensible vagina. Y al cabo de unos minutos me quedé dormida...