Mi Primer Orgasmo Multiple

5.9K 43 22
                                    

Mi primer orgasmo mpultiple fue en Buenos Aires, una ciudad donde el calor sofocante y la bruma cálida envolvían cada rincón de mi piel. Desde temprana edad, siempre había sentido una curiosidad insaciable por mi cuerpo. Un deseo que no podía negar, una necesidad de descubrir cada pliegue, cada curva, cada misterio que envolvía las sensaciones más íntimas que apenas comenzaba a comprender.

Crecí entre dos mundos: mi madre, Mexicana de alma caliente y vibrante y mi padre es de Argentina con su Alma fria estilo Europeo. Pero en aquel verano, lo único que importaba era el calor. No solo el calor sofocante de Buenos Aires, sino el calor que comenzaba a arder dentro de mí, como una chispa que poco a poco se transformaba en fuego. Tenía quince años, y el deseo de explorarme ya estaba presente y me seguía desde hacía bastantes años. Era algo que me empujaba desde lo más profundo, como una llamada a la que no podía resistir.

Recuerdo esa noche perfectamente. Mis padres reían en la sala, sumergidos en sus conversaciones, mientras yo, inquieta y sedienta de descubrirme, me escabullía hacia el baño en busca de ese momento de soledad que tanto ansiaba. El agua caliente caía sobre mi cuerpo, envolviéndome, relajándome, y entonces, sin pensarlo, mis manos comenzaron a deslizarse sobre mi piel húmeda. Pero esa noche fue diferente. La espuma del jabón resbalaba lentamente por mi abdomen, trazando un camino directo hacia mi entrepierna. Y al tocarme allí, en ese punto preciso, una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo. Mi respiración se detuvo por un segundo. "Ahhh...", solté un pequeño jadeo, apenas audible.

Todo mi ser despertó de golpe, un despertar que no esperaba, pero que mi cuerpo había anhelado en silencio. Mis dedos, tímidos al principio, comenzaron a moverse con suavidad. El agua golpeaba mi espalda, el ruido del mundo exterior se desvanecía, y lo único que existía en ese momento era la sensación que crecía en mi vientre. "Mmmmmmm... sí...", gemí suavemente, sintiendo cómo mi cuerpo respondía.

Mis piernas temblaban ligeramente, mi corazón latía con fuerza, y mi mente se llenaba de imágenes, de fantasías, de deseo. Todo me arrastraba hacia un lugar que no podía controlar, pero al que no quería renunciar. La presión de mis dedos sobre mi clítoris aumentaba, y mi cuerpo empezó a reaccionar de formas que nunca había experimentado. "Oh... sí... más...", jadeé, cada vez más profundamente.

Mis pechos subían y bajaban, jadeos cortos escapaban de mis labios, y una necesidad urgente de seguir, de no detenerme hasta que esa sensación me consumiera por completo, dominaba mi mente. Mis gemidos, que al principio eran apenas audibles, se hicieron más fuertes, más intensos, mientras mis dedos seguían explorando ese punto exacto que parecía controlar cada fibra de mi ser. "Sí... más... ahhh...", exclamé, mi respiración entrecortada.

Y entonces sucedió. Mi primer orgasmo. Mi cuerpo entero se arqueó, un calor profundo me envolvió, y una ola de placer me atravesó, llevándose todo a su paso. "¡Ahhhhhhhhhhhhhhh! Dios... sí...", grité enloquecida, mi espalda se curveó mientras un grito ahogado escapó de mi garganta, mezclándose con el sonido del agua. Era como si el tiempo se hubiera detenido, como si el universo entero hubiera desaparecido y solo quedara yo, flotando en ese mar infinito de placer. "Ahhh... sí...", gemí, cada vez más suavemente mientras la ola de placer se desvanecía poco a poco.

Cuando finalmente me relajé, mis piernas seguían temblando. El agua, que antes caía caliente, empezaba a enfriarse, pero yo no podía moverme. Mi mente estaba atrapada en ese instante, repasando cada detalle, cada sensación, preguntándome si todo había sido real.

"¿Esto se puede repetir?", pensé mientras intentaba recuperar el aliento.

Me acordé de las palabras de mi madre. Siempre me había hablado de la importancia de no reprimir lo que sentíamos, de que nuestro cuerpo es un templo y tenemos el derecho de explorarlo. Ella no era explícita, pero siempre me dejó entender que la libertad sexual era algo sagrado, algo que debía respetar. Aunque mi padre, con su carácter reservado, jamás habló de estos temas, me había dado un espacio para ser yo misma, para descubrir sin miedo, sin juicios.

Relatos Lésbicos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora