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Era uno de esos domingos en los que la ciudad se tomaba un respiro. Olivia se asomó por la ventana del departamento y vio a la gente paseando por la feria que se armaba en la plaza del barrio. Habían puestitos de artesanías, ropa vintage, y un aroma a choripán que se colaba entre las calles.

-Mate, ¿qué te parece si vamos a la feria? -le dijo mientras se abrochaba los botines y se ponía una chaqueta ligera-. Hace mil que no pasamos por ahí.

Mateo, que estaba tirado en el sillón viendo un partido de fútbol, levantó la mirada y sonrió. -Dale, pero solo si me bancás el choripán, eh. Que ando con antojo -respondió, con una sonrisa pícara mientras apagaba la tele.

-Obvio, mi amor, pero después no quiero quejas, ¿eh? -le contestó Olivia, guiñándole un ojo.

Caminaron juntos hasta la plaza, con la brisa fresca golpeándoles la cara. La feria estaba repleta de colores, música en vivo y risas de chicos corriendo. Mateo la llevaba de la mano y no paraba de observar todo, con esa curiosidad que lo caracterizaba.

-¡Mirá, Oli! -dijo él, señalando un puesto lleno de vinilos antiguos-. Fijate si encontrás uno de esos discos raros que tanto te gustan.

Olivia se acercó al puesto, pasando los dedos por las tapas de los discos. Se detuvo en uno de pop que siempre había querido. Mateo, mientras tanto, ya había comprado dos choripanes y estaba apoyado contra un árbol, esperándola con una sonrisa.

-¿Lo encontraste, eh? -le dijo, dándole uno de los choripanes mientras le daba un mordisco al suyo-. Sabía que te iba a gustar.

-Ojalá todos los días fueran así, tan tranqui... -comentó Olivia, apoyando la cabeza en el hombro de Mateo mientras mordía el choripán-. A veces me da la sensación de que siempre estamos a las corridas, ¿viste?

Mateo la abrazó con un brazo, mirándola de reojo con una sonrisa tierna. -Sí, pero es lindo tomarse un respiro de vez en cuando, disfrutar de estas cosas simples. Mirá, acá con vos, el sol, el chori... No necesito más.

Olivia se rió y le dio un beso en la mejilla. -Sos un poeta, Mateo, no me jodas. A veces pienso que tenés más verso que los que venden las pulseritas allá -se burló, señalando a un puestito cercano.

-Mirá que te puedo escribir una canción sobre esto, eh. 'La reina de los discos de jazz y el chori del domingo' -le dijo, soltando una carcajada y levantando el choripán como si brindara con él.

Olivia lo empujó suavemente, riéndose. -Bueno, dejá de hacerte el gracioso y vení a ayudarme a buscar más discos. No todo es comer chori, gordo.

Pasaron la tarde recorriendo la feria, comprando un par de vinilos y algunas cosas que les llamaron la atención. Cada tanto, Mateo le tiraba un piropo, y Olivia le devolvía con un comentario sarcástico, pero siempre con una sonrisa. Y así, entre risas y momentos simples, se dieron cuenta de que, más allá de las luces y la fama, lo que de verdad valía la pena era estar juntos, disfrutando de un domingo cualquiera.

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