El sol ya se había escondido y la cocina del departamento estaba a full. Olivia revolvía una olla con pasta, mientras Mateo cortaba verduras en la mesada. La música sonaba de fondo, un clásico de hip hop que los hacía moverse al ritmo.
-Amor, mirá cómo corto las verduras, soy un chef de verdad, eh. ¡La rompo! -dijo Mateo, riéndose mientras movía el cuchillo con exagerada precisión.
Ella se giró con una ceja levantada y sonrió. -Sí, claro, chef, no vayas a cortarte un dedo. A ver si terminamos en la guardia...-
-Mirá, mirá cómo lo hago, tranqui, yo controlo -contestó él, haciendo girar el cuchillo con una mano. Pero justo en ese momento, se le resbaló un trozo de pimiento, que voló al suelo.
Olivia estalló en carcajadas. -¿Ves? Te dije que te ibas a hacer lío... Menos mal que no estaba prendida la cámara, chef Trueno. ¡Sos un desastre!-
Mateo, divertido, levantó el pimiento del piso y lo tiró al tacho. -Bueno, bueno, esto es freestyle culinario, no entendés. Acá todo es improvisación mami -se defendió, acercándose a ella y dándole un beso en la frente.
Ella le dio un golpecito en el hombro. -Dale, ahora a poner la mesa, que ya está casi lista la pasta...-
Mateo hizo un saludo militar de broma y fue a buscar los platos. Los dos se movían por la cocina como si fuera un escenario, con bromas y comentarios al pasar. Olivia le pasaba la olla a Mateo, y él, mientras servía la pasta, le tiraba rimas al aire sobre lo que estaban haciendo.
-Este plato lo hicimos juntos, yo y vos, Oli, con amor y paciencia, que acá nunca se rompe el flow...-
Olivia se reía y lo empujaba un poco con la cadera. -Dejá de rapear y poné los cubiertos, Truenin. O sino te dejo sin postre, eh...-
La cena fue sencilla, pero con la mejor compañía. Los dos se sentaron en la mesa, probando la pasta y haciendo críticas como si fueran chefs de un restaurante cinco estrellas.
-Mirá, mirá, esta pasta está al dente, como dicen en Italia, ¿o no? -bromeó Mateo, alzando un tenedor lleno de fideos.
Olivia se tapó la boca para no escupir la risa. -Sos un ridículo, Mateo. Pero... sí, la verdad que nos salió rica. Aunque, claro, si yo no la hacía, estarías comiendo arroz con huevo...-
Mateo la miró, simulando ofensa, pero después se largó a reír también. -Bueno, bueno, me rendí. Tenés razón, vos sos la verdadera chef acá... pero la próxima yo te cocino algo, eh, y ahí te quiero ver...-
Ella lo miró con una sonrisa tierna. -Dale, trato hecho, la próxima te dejo a vos... Aunque, sabés que yo no me olvido de lo del pimiento, ¿no?-
Y así, entre risas y bromas, la noche pasó volando. Aunque la pasta ya se había terminado, lo que más les había llenado eran esos momentos simples, donde todo parecía fácil, incluso entre chistes malos y accidentes en la cocina.
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