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Era un domingo soleado en Buenos Aires, y el ambiente estaba lleno de emoción. El día del partido de Boca Juniors siempre era especial para Mateo. Se había despertado temprano, con la adrenalina a mil, listo para disfrutar de la jornada.

Olivia entró al departamento con una sonrisa, sosteniendo un par de camisetas de Boca.

— ¡Mirá lo que traigo! —dijo, mostrándole las camisetas—. Pensé que podríamos ir juntos al estadio.

Mateo se iluminó al verlas. — ¡Sos una genia! No puedo creer que hayas conseguido las entradas.

— No me subestimes, Mateo. Sabés que siempre hago mis movimientos —respondió, guiñándole un ojo.

Mientras se vestían, la conversación giró en torno a los jugadores, las estrategias y las anécdotas de partidos pasados. Olivia se reía de las historias que Mateo contaba, disfrutando de su pasión.

— Espero que hoy ganemos, porque no aguanto más este empate del último partido —dijo Mateo, acomodándose su piluso de Boca.

— ¡Calma! Con tu energía, seguro que ganan. —Olivia se puso la camiseta y lo miró con complicidad—. Aunque si no, voy a tener que consolarte después.

Mateo se echó a reír. — Con vos siempre es un buen consuelo igual.

Llegaron al estadio y se unieron a la multitud de hinchas. La energía en el aire era palpable, con cánticos y banderas ondeando por todos lados. Olivia se sintió envuelta en la pasión de los bosteros, riendo y saltando con Mateo, quien estaba en su elemento.

— ¡Vamos, Boca! —gritó Mateo, mientras agitaba su bandera.

Olivia lo miró, sorprendida y divertida. — ¡No sabía que eras tan intenso!

— Esto es más que un juego, Oli. Boca es la vida —dijo él, sonriendo—. Y hoy vamos a ganar.

Durante el partido, la tensión fue creciendo. Mateo se puso más nervioso a medida que el reloj avanzaba. Olivia, a su lado, lo animaba con cada jugada.

Cuando Boca finalmente anotó, Mateo saltó del asiento, abrazando a Olivia con fuerza.

— ¡Gol! ¡Te lo dije! —gritó, riendo.

— ¡Vamos, Boca! —respondió Olivia, riendo también—. ¡Me encanta verte así de feliz amor!

Al final del partido, con una victoria en el bolsillo, salieron del estadio con una sonrisa. Mateo le dio un beso en la frente.

— Gracias por acompañarme hoy. Hiciste el día aún más especial.

— Siempre, Matu. Sabés que me encanta estar con vos, en la buena y en la mala —respondió Olivia, mientras caminaban entre la multitud de hinchas felices.

Ese día, entre goles y risas, la conexión entre ellos se volvió aún más fuerte, reafirmando que juntos podían disfrutar de cualquier momento.

one shots-truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora