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Mateo, Olivia, Camilo y Pedro viajaban en la camioneta de gira rumbo a Rosario, la primera parada del tour. Olivia estaba sentada junto a Mateo, con su cabeza apoyada en su hombro mientras miraba las luces de la ruta pasar. El murmullo del motor y el ritmo del trap que sonaba en la radio llenaban el silencio, pero había una calma compartida entre todos.

—¿Seguro que no estás nervioso, guachín? —Camilo, que iba en el asiento del copiloto, lo miró con una sonrisa socarrona. Pedro, su viejo, se limitó a reírse desde el volante, cómplice de la broma.

Mateo le devolvió una sonrisa confiada, aunque le brillaban un poco los ojos por la ansiedad. —Nah, ¿qué te pensás, bobo? Esto lo hacemos hace rato. Igual, siempre hay un poco de esa cosita en la panza.

—Si no estuvieras nervioso, sería raro, amor —comentó Olivia con una risa suave, mientras lo abrazaba con un gesto de ternura.

Pedro los miró por el retrovisor y sonrió. —El día que no sientas ese cosquilleo, hijo, ese día tenés que preocuparte.

Camilo, con su típico humor, miró a Olivia y le dijo: —Mirá que lo cuidamos entre todos, pero vos sos la que más laburo tiene.

—Eh, ni te creas, boludo —Olivia se rió y le hizo un gesto de montoncito a Camilo—. Yo solo soy la que lo aguanta cuando se pone insoportable antes de cada show.

Mateo se rio y apretó suavemente la mano de Olivia. Le había costado dejar su barrio, sus amigos y la rutina que compartía con ella, pero la idea de hacer lo que amaba y tenerla al lado hacía que todo valiera la pena.

Después de un rato, Mateo sacó su celular y llamó a su mamá. —Che, ma, ya estamos yendo para Rosario. Te juro que la vamos a romper toda, como vos decís siempre.

Desde el otro lado del teléfono, la voz de su mamá sonaba con ese cariño que él tanto extrañaba. —Sabés que siempre confío en vos, mi amor. Y mirá que yo te sigo desde el primer freestyle. Hacé que la gente sienta lo mismo que yo, ¿sí?

Mateo sonrió y se le notaba la emoción en la voz. —Obvio, ma, te prometo que sí. Te quiero mucho.

Olivia observaba la llamada en silencio, con una sonrisa tierna. Cuando Mateo colgó, ella lo abrazó más fuerte y le susurró al oído: —Yo sé que a ella le encantaría estar acá, viéndote brillar en el escenario.

Mateo asintió, dejando que la ternura de Olivia lo calmara, antes de mirar a su papá, que concentrado en la ruta, mantenía esa expresión de orgullo que siempre tenía antes de un show. —Gracias por estar siempre, viejo.

Pedro le dio una palmada en el hombro mientras seguía manejando. —Esto lo hacemos en familia, Mateo. Siempre.

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