Consecuencias

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El salón de baile, que momentos antes estaba lleno de risas y música, ahora se encontraba en completo silencio. Los guardias habían despejado la sala, ordenando a los invitados que regresaran a sus casas, dejando solo a la familia Bridgerton en el piso superior, con las caras llenas de incredulidad y tensión. Selena, con las manos atadas por las esposas, permanecía en el despacho, inmóvil, su rostro pálido y los ojos bajos. Las miradas de todos estaban clavadas en ella.

Eloise fue la primera en romper el silencio, su voz temblaba de furia.

—¡¿Tú lo sabías?! —exclamó mirando directamente a Benedict, con los ojos llenos de traición. Su hermano, incapaz de sostener su mirada, apartó los ojos, con el rostro sombrío. Eloise estaba fuera de sí, moviéndose nerviosa por la sala—. ¡¿Cómo pudiste permitir esto, Benedict?! ¡Has puesto en riesgo a toda la familia!

Los murmullos se intensificaron entre los hermanos Bridgerton. Colin observaba la escena, confuso, mientras que Daphne y Violet intercambiaban miradas preocupadas.

Finalmente, fue Violet Bridgerton quien impuso el orden, alzando una mano para silenciar el tumulto creciente. Su figura, siempre imponente, ahora parecía aún más severa, llena de una mezcla de rabia y decepción. Se acercó a Selena, pero no fue con la dulzura habitual de la matriarca, sino con una determinación fría y casi cruel. La miraba como si fuera una traidora en su propia casa, alguien que había quebrantado el sagrado lazo de confianza que existía en los Bridgerton.

—¿Quién eres? —preguntó con una voz baja, llena de odio contenido—. Tienes un minuto para explicarte. Después de eso, los guardias te llevarán al calabozo.

Selena tragó saliva, incapaz de mirar a nadie a los ojos. Su mente era un torbellino, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. No había nada que pudiera decir para cambiar lo que acababa de suceder. Sabía que cualquier explicación sería insuficiente y, probablemente, inútil. Las miradas de los Bridgerton, especialmente la de Violet, eran como puñales que se clavaban en su pecho.

Intentó abrir la boca, pero las palabras simplemente no llegaban. El silencio se hacía insoportable. Los segundos pasaban, y todos esperaban su respuesta. ¿Qué podía decir? ¿Que lo había hecho para protegerlos? ¿Que en realidad no había querido traicionarlos? Todo sonaba vacío en su mente, una mentira más entre tantas.

Justo cuando Selena se debatía entre el pánico y la vergüenza, Anthony dio un paso adelante. La habitación entera se giró hacia él. Su rostro estaba endurecido, pero sus ojos mostraban un dolor profundo que ninguno de sus hermanos había visto antes. Anthony, el siempre estoico, el protector de la familia, ahora estaba al borde de una revelación que nadie esperaba.

—No es necesario que ella lo diga —dijo Anthony, su voz firme pero cargada de tristeza. Todos lo miraron sorprendidos, sin entender a qué se refería—. Porque lo diré yo.

Eloise abrió la boca para protestar, pero Anthony la detuvo con un gesto de la mano. Nadie sabía qué iba a decir, pero la gravedad en su tono los hizo callar.

—Sabía quién era Selena desde el principio —continuó, con la mirada clavada en el suelo—. No era quien dije que era.

El asombro recorrió la sala como una ola, y Violet dio un paso hacia él, incrédula.

—¿Qué estás diciendo, Anthony? —preguntó con una voz temblorosa, como si no pudiera aceptar lo que escuchaba.

Anthony levantó la vista, y en sus ojos había algo más allá del dolor: un amor imposible de negar, a pesar de la traición.

—Sabía lo que ella había hecho... lo que había sido. Sabía todo, pero aun así... —tragó saliva, luchando por mantener el control de sus emociones—. Me enamoré de ella.

El silencio que siguió fue abrumador. Ninguno de los Bridgerton podía procesar lo que acababan de oír. Anthony... ¿amaba a una ladrona? ¿A la mujer que había traicionado a su familia?

Eloise fue la primera en reaccionar, incapaz de contenerse.

—¡Estás loco! —espetó, dando un paso hacia su hermano mayor—. ¡Ella nos ha traicionado, a todos! ¡A ti, a mamá, a nuestra casa! Y tú... —su voz se quebró, llena de indignación—. ¡Y tú dices que la amas!

Violet observaba en silencio, sus ojos fijos en Anthony, como si intentara comprender cómo su hijo, el pilar de la familia, podía decir esas palabras después de todo lo que acababa de ocurrir.

—Anthony, esto es una locura —dijo finalmente Violet, pero su tono era bajo, casi implorante—. Debes darte cuenta de lo que estás diciendo. Ella... ella nos ha robado. Ha destruido nuestra confianza.

Anthony apretó los puños, sabiendo que cada palabra de su madre era verdad. Pero también sabía que había una verdad aún más grande que no podía negar, sin importar cuán desesperada o equivocada fuera la situación.

—Lo sé —admitió con voz rota—. Pero eso no cambia lo que siento.

La tensión en la sala era palpable. Selena miraba al suelo, incapaz de soportar la mirada de ninguno de ellos, especialmente la de Anthony. Sabía que lo había perdido todo. Y lo peor de todo es que sabía que él tenía razón: a pesar de lo que había hecho, él todavía la amaba, y eso hacía que todo fuera aún más insoportable.

El tiempo se agotaba. Los guardias estaban listos para llevarse a Selena. Ella alzó la mirada por un momento, viendo el amor y el dolor reflejado en los ojos de Anthony.

Y entonces, sin decir una palabra más, se dejó llevar.

Entre luces y sombras (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora