Otra salida

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Los días en el calabozo habían sido una tortura silenciosa para Selena. La humedad constante, el frío que calaba hasta los huesos y la oscuridad opresiva la envolvían, haciendo que cada minuto pareciera una eternidad. Sus pensamientos eran su peor enemigo. No podía dejar de pensar en lo que había perdido, en lo que había hecho y, sobre todo, en Anthony. El recuerdo de su mirada rota, el dolor en sus palabras, le pesaban más que cualquier cadena que pudiera llevar.

Una y otra vez, su mente volvía a él. Al principio, todo había sido un juego, una oportunidad más para sobrevivir en ese mundo cruel que nunca le había dado tregua. Pero entonces, con el tiempo, algo cambió. Anthony, con su firmeza, su sentido del honor y su calidez, había conseguido traspasar las barreras que ella misma se había impuesto. ¿Lo había querido realmente? La respuesta, dolorosamente clara, era sí. En algún momento, entre las mentiras y los secretos, había empezado a amarlo. Y ahora, esa verdad le resultaba tan insoportable como las frías paredes de su celda. Lo había perdido todo por su codicia, por su temor, y por querer protegerlo de algo peor.

Cada noche, el silencio de la celda la envolvía, solo roto por el sonido de los pasos de los guardias o los ecos lejanos de la ciudad. Se preguntaba si alguna vez volvería a ver la luz del día, si su destino sería pudrirse en esa cárcel, olvidada por todos.

Hasta que una noche, mientras estaba sentada en el rincón más oscuro de su celda, el sonido de las llaves girando en la puerta la sacó de su ensimismamiento.

—Tienes una visita —dijo el guardia con una voz monótona.

Selena levantó la cabeza, incrédula. No esperaba a nadie. ¿Quién podría venir a verla en ese lugar?

El guardia se apartó, dejando paso a una figura que hizo que el corazón de Selena diera un vuelco. Violet Bridgerton.

El aire en la celda se volvió más espeso, cargado de tensión. Violet se mantenía erguida, con la misma elegancia con la que siempre la había visto en los salones de baile, pero su mirada era dura, implacable. Selena no supo qué hacer ni qué decir. No se esperaba esto, no de Violet.

—Mi hijo te ama de verdad —comenzó Violet, sin rodeos, su voz firme pero serena—. Lo supe en cuanto vi la forma en que te defendió, aun cuando todos nosotros estábamos dispuestos a juzgarte y condenarte. Anthony siempre ha sido fuerte, pero también... tiene un corazón que a veces lo ciega. Y tú te has aprovechado de eso.

Selena sintió como cada palabra de Violet la atravesaba, dejándola expuesta. No había rencor en su voz, sino una frialdad que hacía que las palabras dolieran aún más. Pero antes de que pudiera decir algo, Violet continuó.

—No voy a permitir que lo destruyas. No voy a permitir que una ladrona destruya lo que hemos construido. —Sus palabras fueron como cuchillas, pero su tono cambió ligeramente—. Sin embargo, tampoco voy a sacrificarte entre barrotes toda la vida o a algo mucho peor.

Selena la miró, confundida. ¿Qué quería decir con eso? Antes de que pudiera formular una pregunta, Violet dio un paso más cerca, manteniendo la compostura que la caracterizaba.

—Hay un barco —dijo en voz baja—. Sale al amanecer. Te llevará lejos de aquí, a otro lugar donde podrás empezar de cero. Nadie sabrá quién eres, tendrás una nueva oportunidad. Pero si te quedas... no puedo garantizar lo que te espera.

El silencio en la celda se volvió ensordecedor. Selena estaba en shock. Violet Bridgerton, la mujer que más tenía derecho a odiarla, le estaba ofreciendo una salida. Una oportunidad de escapar del destino que parecía inevitable.

—¿Por qué? —preguntó finalmente Selena, su voz rota, apenas un susurro—. ¿Por qué me estás ofreciendo esto?

Violet la miró a los ojos, su expresión endurecida, pero en sus ojos había una sombra de algo más profundo. Algo que Selena no pudo identificar del todo.

—Porque mi hijo te ama, y aunque no puedo permitir que estés en su vida, no puedo dejar que pases el resto de tus días aquí, pudriéndote en este lugar. —Se inclinó ligeramente hacia ella, sus ojos penetrantes—. No lo hago por ti, sino por él. Pero no te equivoques, si alguna vez vuelves aquí, si alguna vez pones un pie en nuestras vidas de nuevo, me aseguraré de que nunca veas la luz del sol.

Selena asintió, incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Había querido odiar a Violet, había querido enfrentarse a ella, pero en ese momento solo sentía una extraña mezcla de gratitud y vergüenza.

—Yo también lo quiero, señora —confesó finalmente, con la voz temblorosa—. Anthony... nunca planeé hacerle daño. Lo que hice, lo hice para protegerlos a todos. Sabía que si no lo hacía yo, alguien más lo haría, y sería mucho peor. No quise... no quise destruir lo que teníamos, lo que él y yo... —se le quebró la voz—. Sé que cometí un error, pero mi vida no ha sido fácil, Lady Bridgerton. Siempre he estado al borde del abismo, y esta vez... esta vez caí.

Violet la observó en silencio, su mirada profunda, evaluándola. Durante un largo momento, ninguna de las dos habló, como si intentaran entenderse en ese espacio lleno de tensión.

Finalmente, Violet se enderezó, su expresión volviendo a ser la de siempre, fría y controlada.

—He dado mi palabra —dijo simplemente—. Ahora te toca a ti cumplir con la tuya.

Antes de salir de la celda, Violet se giró hacia el guardia, que había estado observando todo desde la distancia.

—Déjala darse un baño —ordenó, su tono autoritario—. Tiene un largo viaje por delante.

Selena la observó marcharse, aún sin saber cómo sentirse. Estaba agradecida, sí, pero también sabía que había perdido todo lo que alguna vez había querido. Violet le había dado una salida, pero el precio había sido demasiado alto.

Entre luces y sombras (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora