Año 2025, 18 de diciembre, jueves

2 0 0
                                    

Ok, hoy vengo con toda la intención de terminar de una vez por todas de contar toda esta mierda, ha sido demasiado dolor para mí y así no podré nunca avanzar ni superar a este ser que al igual que todo su bando no le importa ni un carajo nada más que sí mismo.
Pero voy por partes, ese día, apenas llegamos a mi casa, de mi boca no lograba salir un sólo ruido. Así, pusimos música clásica en el televisor y nos sentamos en el sillón como siempre, mientras él seguía parloteando de la visita a las chicas y de Muriel que, aunque fuera imposible parecía haber crecido en estos años, y de otra enorme cantidad de cosas a las que yo sólo respondía con monosílabos.

- ¿No crees, Crowley?
- Ajá. -respondí distraído a un comentario que en realidad no había escuchado.
-De acuerdo, querido ¿qué ocurre? -me dijo poniendo sus manos en mi rodilla.
-No es nada -intenté- creo que sólo estoy algo distraído.
-Es porque mañana termina la semana ¿verdad?

Lo miré, directo a esas hermosas estrellas en medio del perfecto azul de sus ojos y entonces aquella terrible frase se insertó en mi cabeza llevándome al recuerdo de esa mañana, a esa emoción, a ese mismo dolor… 

-“Nada dura para siempre”, ángel, tú lo dijiste, ya debería acostumbrarme a estas despedidas.
-Oh, Crowley… -dijo con los ojos llorosos tomándome de la mano -Nunca quise eso para nosotros, nunca quise que te fueras… mi vida era contigo siempre, jamás me imaginé lejos de ti… Yo no era capaz de siquiera imaginar mi vida sin ti.
-Pero es lo que harás -sentía el calor de su mano en la mía y el nudo en la garganta.
-Lo siento…
-No te preocupes ángel, -dije sonriendo aprovechando que mis lentes no permitían ver cómo en mis ojos se notaba mi dolor- ya ni siquiera te voy a insistir en irnos lejos de aquí, sé que no puedes…

Aziraphale negó con la cabeza mientras un par de lágrimas caían por sus abultadas mejillas.

-Ángel… -dije acariciando su rostro sintiendo el ardor de sus lágrimas sagradas.

Entonces tomó mi mano dolorida y se acercó a mí hasta besarme, con desesperación, conocía tan bien esa sensación… le devolví un beso con calma, como si estuviera tratando de consolarlo a través de ese gesto mientras acariciaba su mano sintiendo como la otra me tomaba del rostro.

-Crowley…
-Yo tampoco quiero que esto termine, ángel… -susurré sobre sus labios
-No -dijo separándose de mí.

Respiró profundo, se limpió sus propias lágrimas y entonces me miró determinado.

- Tenemos que hacer que esta despedida valga la pena.
- Y qué quieres hacer?
- Sé que puede sonar extraño pero -su rostro se volvió cada vez más rojo a cada palabra que decía- Quiero intentarlo, Crowley
- ¿De qué hablas, ángel?

Su mirada se posó en la mía con intensidad y determinación, bajando a mi entrepierna guiando su mano hasta ahí, para luego volverme a mirar. Me encantaba esa faceta de él atrevida y descarada aunque me hiciera sonrojar. Sonreí incrédulo, sin mover un músculo.

- ¿Tú de verdad estás diciendo que quieres hacer el amor conmigo?
- S-si?
- Decide bien tu respuesta, angel. -dije tomando poniendo mi manos sobre la suya en mi entrepierna- Si me dices que no, lo entenderé, pero si me dices que sí, no me detendré y tú no podrás borrar de tu cuerpo el placer de la carne...

Aziraphale me miró con los ojos muy abiertos. Yo realmente quería hacerlo, sentía cómo la sola idea me excitaba y llenaba de calor mi cuerpo, presioné su mano para hacer más intenso el contacto en mí.

-¿Lo sientes, verdad? Esto es, ángel, ir hasta el final ¿estás seguro de eso?
-Y-yo, yo…
-Piensalo bien -dije y solté su mano alejándola de mí. Me puse de pie y caminé hacia la cocina- Hagamos otra cosa primero y luego me cuentas qué decidiste.
-D-de acuerdo.
-Bien -sonreí y le deposité en sus labios un beso corto.

El Diario de Anthony J. CrowleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora