CAP. 9, TEMP. 3 |Entre el miedo y el deseo

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Alex golpeó la puerta con fuerza.

—¡Abre la puerta! Llevo cinco minutos tocando, ¿estás ahí? —dijo molesto, dando pequeños golpes adicionales—. Uhm… eso me gano por venir a visitarlo hasta aquí —murmuró mientras se asomaba por la ventana, viendo a Stronbol sentado en una esquina de la cocina—. ¡Oye! Ábreme la puerta, no me hagas esperar más.

Vio a Stronbol levantarse lentamente y abrir la puerta.

—Me tenías esperando… —Alex lo miró con detenimiento—. Sangre en esos guantes, ese rostro cansado y el cabello despeinado… ¿Qué has hecho?

Stronbol lo guió hacia la cocina, donde Elisa yacía inconsciente en el suelo.

—Carajo… No está muerta, ¿verdad? —preguntó Alex, incrédulo.

Stronbol se quitó los guantes y se acomodó el cabello con manos temblorosas.

—N-no… Hice lo posible por contenerme. Solo está inconsciente.

Ambos se acercaron a un armario mientras Stronbol intentaba empujar la puerta.

—Mierda… no cabe en ese espacio —murmuró frustrado mientras pateaba la puerta, cerrándola de golpe—. Estoy cansado, no tengo tiempo para esto… ¡Legolaz saldrá de la escuela pronto! —se jaló del cabello con desesperación.

—Tranquilo —dijo Alex, con tono serio—, pero no podemos cubrir esas heridas y golpes en tan poco tiempo. ¿Qué vas a hacer?

Stronbol tragó saliva con dificultad.

—No lo sé… No quiero separarme de Legolaz otra vez… El manicomio es horrible. Tan solo pensar en eso…

Alex lo abrazó por detrás, intentando calmarlo.

—Escucha, no es bueno que te presiones ahora. Eres muy inestable, no puedes estar a solas con una persona sin perder el control. —Le acarició la cabeza—. Sé que algún día podrás sobrellevarlo, pero por ahora… aléjate de Legolaz, no creo que después de esto quiera verte. Vámonos, por favor.

Stronbol dio la vuelta, jalando del brazo a Alex.

—Haré lo que pueda, pero necesito desahogarme de alguna manera…

Ambos bajaron a la sala, donde Stronbol escribió una nota apresurada y la dejó sobre la mesa.

—Voy a dejarle una nota a Legolaz, quiero disculparme.

Alex suspiró y se volteó al escuchar un ruido.

—¿Eh?... Oye, Stronbol, ¿le dijiste a alguien más sobre lo que sucedió?

Jhon sostenía el teléfono en la cocina.

—¡Mierda! —exclamó Alex—. ¡Contesta, Legolaz! —Se mordió las uñas, esperando que contestara—. ¡Carajo!

Finalmente, Legolaz respondió la llamada.

—¿Jhon? No es momento, tengo muchos problemas ahora… ¡Habla rápido!

Antes de que Jhon pudiera responder, Stronbol lo embistió, y el teléfono cayó al suelo a un par de metros de distancia.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? —se escuchó la voz de Legolaz al otro lado de la línea.

Alex tapó la boca de Jhon mientras Stronbol buscaba frenéticamente entre los utensilios de cocina.

—Mierda, no me involucres en esto, Stronbol. ¡Yo no voy a matar a nadie!

—Si no lo hacemos, hablará. ¿Quieres eso? ¡Ya nos vio! —Stronbol sacó una sierra de entre un par de cajas.

Jhon se retorcía, tratando de zafarse del agarre de Alex.

—No jodas con eso, ya lo hablamos. ¿Quién le va a creer a este chico? —Alex temblaba mientras sostenía la sierra.

—Legolaz… prefiero que no tenga a alguien que pueda consolarlo. Podría caer en los brazos de Jhon y podrían…

—Eso no va a ocurrir, Stronbol. No se va a enamorar tan fácilmente.

—Prefiero sentirme seguro… No tienes que hacer nada más. No trates de entenderme, solo déjame hacerlo —dijo Stronbol con frialdad.

Alex suspiró, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Jhon.

—Uff… Supongo que te ayudaré.

Jhon intentó hablar, pero empezó a marearse por la falta de oxígeno.

—Después de esto, no te veré en mucho tiempo, Stronbol. ¿Estarás bien?

Stronbol observó a Jhon quedar inmóvil.

—Sí… Gracias, te lo agradeceré siempre.

Alex miró a Stronbol mientras colocaba la sierra en el cuello de Jhon.

—¡¿Espera, vas a despedazarlo?!

Stronbol dio un pequeño salto por el grito.

—No grites… Perdón, no estás acostumbrado a esto. —Le sonrió suavemente—. Por favor, vete.

Alex le devolvió la sonrisa y se dio la vuelta para irse.

—¡Suerte con eso o lo que sea! Veámonos pronto.

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En otra habitación, Danny pasaba las páginas de un diario.

—Escucha, no soy tu psicólogo, pero si vas a vivir conmigo… no llores tan alto —dijo mientras Stronbol se retorcía en las sábanas, limpiándose las lágrimas.

—No puedo… ¡No sé qué hacer! —Su voz se volvió un susurro casi inaudible—. Quiero morir…

Danny continuó leyendo el diario de Stronbol.

—Parece que, a tu corta edad, has pasado por muchas cosas. No soy tu psicólogo ni tu doctor. ¿No deberías buscar ayuda? —suspiró—. Has tomado muchos antidepresivos en los últimos meses… No es sano, tienes 14 años.

Stronbol sacó la cabeza de entre las sábanas.

—Siento que, si no los tomo, cometeré una locura.

Danny dejó el diario en la cama y lo miró.

—Ya has cometido muchas… Duerme por ahora, ¿sí?

Stronbol miró hacia el techo, suspirando.

—Trataré… Gracias.
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Nombre: Danny
Edad: 18 años

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