𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝟏𝟎: "𝑳𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒂𝒎𝒃𝒊𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒔𝒖 𝒎𝒖𝒏𝒅𝒐".

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𝐀 𝐋 𝐁 𝐔 𝐒

    Pasaron algunos días, en un lugar un muy lejano, todo estaba pacífico y no había ruido. Todo lo ocurrido había pasado como un mal sueño, algo ilusorio, frio y lúgubre. Pero ahora todo era parte de una pesadilla; estaban seguros y a salvo.

    Albus había estado cuidando de Gellert, pues el aun no despertaba: al principio tuvo miedo de quitar su ropa que estaba demasiado rota como para conservarla, pero tuvo que hacerlo para que la herida no se infectara; temeroso había observado la enorme rasgadura que el dragón le había dejado —en verdad, era un milagro que estuviera vivo—. Rápidamente Albus noto que la herida no estaba del todo cerrada, toco para darse cuenta de que coagulaba y se esterilizaba. Pensó que debía tener un poco más de esa sangre y sin dudarlo viajo nuevamente a el mismo lugar donde el dragón yacía postrado y muerto, la espada seguía enterrada en su cráneo. Albus había intentado quitarla en varias ocasiones, pero no tenía la fuerza suficiente para eso, estaba demasiado profundo y de alguna forma los hechizos de su varita no funcionaron debido a los encantamientos que llevaba encima. Sin embargo, de la herida causada por la espada aun hacía que escurriera varia la sangre y así pudo llenar varios frascos. Regreso nuevamente en un parpadeo y preocupado sujeto nuevamente a Gellert —estaba bien—. Reviso su pulso y al escuchar sus latidos, se tranquilizó. Rápidamente vertió dos frascos enteros, esta vez notando algo diferente que la primera vez: la herida había formado una costra, se alegró muchísimo, era algo impresionante.

(Albus no lo sabía en ese momento y ni siquiera se le había ocurrido por el trauma que le causaron los acontecimientos, pero había hecho un descubrimiento que cambiaría la vida de muchas personas en el futuro).

    Comenzó a limpiar lo que quedaba de sangre seca sobre su pecho. En la habitación donde estaban había un botiquín y se alegró de encontrar algunos vendajes y gasas. En pocas horas el color de Gellert volvió a la normalidad y Albus se sentía aliviado; no había podido evitar llorar cada que lo miraba, estaba más pálido de lo que ya era y además su cuerpo estaba demasiado frio; había prendido la chimenea del cuarto para que estuviera caliente. Sin embargo, para conservar más tiempo la sangre, Albus tuvo que ingeniárselas, utilizando un pequeño cajón de la alacena de la cocina, colocándole un hechizo de congelación, introdujo todos los frascos ahí y espero un par de horas en poner los siguientes.

    Ese día paso muy rápido, la noche cayo, pero fue para el muy difícil conciliar el sueño, había estado al pendiente de que Gellert aun viviera y por más triste que sonara, para él era una idea que estaba constantemente en su cabeza. Tenía apenas energía, porque tampoco había comido en todo el día por estar al pendiente de Gellert, la preocupación había hecho que no pudiera ni tocar bocado.

    Al día siguiente y sin haber recuperado energías, Albus se había dado cuenta de que Gellert estaba emanando demasiado sudor y respiraba con dificultad, toco su cabeza y se dio cuenta de que tenía fiebre. Preocupado fue rápidamente por una toalla de las que había en el baño, la mojo con agua helada y la paso sobre todo su cuerpo para limpiar el sudor, al final la coloco sobre su frente. «¿Sera por una reacción de la sangre de dragón?», pensó. En verdad no estaba seguro y se preocupó a tal grado que casi perdía la conciencia; pero no podía ni titubear en estos instantes, Gellert lo necesitaba. Las lágrimas de sus ojos nuevamente comenzaron a salir, tomo un par frascos más de sangre, vertió uno y antes de vaciar el siguiente, se detuvo y pensó un poco, —hasta ahora, la sangre de dragón había sido milagrosa—, creyó que no era la razón de que tuviera fiebre si no la infección que tenía. Entonces oliendo un poco la sangre pensó que si la combinaba con una pócima para curar una gripa común: daría un resultado más rápido. Sin pensarlo, saco de su mochila las pociones que había traído, convino ambas cosas y sujeto la cabeza de Gellert para muy lentamente, dejarlo caer en su boca. Su mano le temblaba. Todo había sido por un acto desesperado, ahora que Gellert estaba estable sabía que debía llevarlo a un hospital, pero entonces pensó que le harían preguntas: tener contacto con dragones era ilegal y quizá tendrían problemas, no quería ni pensarlo. Gellert seguía siendo menor de edad —por eso desde un principio no lo había hecho—. Sin embargo, también paso por su mente en llevarlo a un hospital muggle, pero quizá se infartarían al ver el tamaño de la herida y con toda esa sangre, inclusive a Albus se estremecía al verla.

"POR EL BIEN MAYOR" ⁓Una Historia Diferente⁓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora