Capítulo XIV

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Tenía impregnado la fragancia de Lena en sus fosas nasales, también se mezclaba con el olor de su piel, uno dulce como ella. Sonreía tan tranquila durante el camino corto a su piso y hasta la puerta de su departamento, aún sabiendo que el silencio cómodo entre su hermana y ella misma, era un pequeño alarde de la pronta conversación—posiblemente incómoda—, sobre qué hizo durante ese tiempo "desaparecida", nadie era tonto para no imaginarse qué hicieron, porque hacer pijamadas o la pedicura y manicura no era una opción lógica cuando dos personas tenían demasiada tensión sexual y por mucho más, como la revelación de los sentimientos recíprocos—"dichosamente"—, pensó. A su hermana le costaba entender, o bien, siempre le costó entender que de hacía mucho tiempo había dejado de ser virgen, a pesar de hacer esfuerzos de disimular su posible incomodidad, estaba bien lo entendía, imaginarse a su hermana menor ya no "inocente" debía ser duro—lo único que lamentaba era haberla perdido en un acto sin amor—, pero con esa imponente CEO la diferencia era notoria, sintió que sí la había perdido por segunda vez. No se podía comparar ni un poquito a la experiencia desastrosa que tuvo con Ardeen, esta última nunca la hizo el paraíso estando en sus brazos, en cambio con Lena era todo lo contrario, irse fue el menor de sus planes. Y, ahora por consecuencia—muy buena—, vestía como una mujer bastante adinerada. Colocó la mano en el detector de huellas hasta que escuchó el pitido que la dejaba entrar.

—No voy a preguntarte más detalles de lo que hiciste, porque podría traumarme el resto de mi vida. Tienes un rostro de haber tenido una noche muy interesante con Luthor —soltó Alex, caminó directamente a la cocina en busca de su cerveza—. Pero te ves diferente, más relajada y, ¿feliz?

No recuerdo haberlo sido con Imra como lo he sido con Lena desde anoche. Es más, nunca fui feliz con esa mujer, pero ahora es diferente —suspiró enamorada—. Ahora visto como una mujer millonaria.

—Te sienta bastante bien, tiene buenos gustos para vestirse —se sentó a su lado subiendo los pies en el sofá—. Sí Lena te hace feliz, yo lo seré también por ti. Ardeen nunca me agradó, tampoco a nuestros padres y jamás me cansaré de decirlo.

—Lo sé —recostó su cabeza en el respaldar del sofá riéndose, recuperando poco a poco su compostura, se giró hacia ella—. Alex, ¿qué dirías si Lena pudiera devolverme la vista con un invento novedoso suyo?

—Pues, sería mi cuñada favorita de por vida y... —se detuvo en seco— ¡Espera! Lo que me estás diciendo no es una hipótesis, ¿verdad?

—¡No! —sonrió avergonzada, se tapó el rostro con ambas manos ante los recuerdos—. Esta mañana me ha contado que ha estado desarrollando una nanotecnología capaz de regenerar cualquier daño ocular, todavía no está terminado —cerró los ojos—. Le gustaría que me opere con ella, ser la primera.

Un pequeño silencio se instaló en la sala de estar, Alex miraba a su hermana con una sonrisa y ojos llorosos, podía ser la oportunidad tan esperada por sus padres y ella, que Kara recupere su vista y pueda luchar por sus sueños que están pausados. Su pequeña hermana siempre hablaba de ser mamá, casarse y de abrir su propio taller de arte, o viajar por el mundo para ver con sus propios ojos las obras de arte y arquitectura más importantes de todos los tiempos, hasta las desvalorizadas. Desgraciadamente su padecimiento le redujo gran parte de oportunidad para cumplir esos, sus sueños más profundos. Claro está que admiraba cómo logró salir adelante y ser una espléndida profesora de historia del arte, como vivía su día a día, sin embargo, quería que tomara esa oportunidad, deseaba volverla a ver brillar cantando y bailando como lo hacía en las obras escolares, quería que su hermana volviera a ser la misma. Sí Lena Luthor lo lograba, estaría completamente agradecida el resto de su vida con ella, la defendería con uñas y dientes de cualquiera, le pedía al cielo que así fuese.

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