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Alex tenia puestos sus audífonos y una sudadera que le había robado a su novio, estaba hecha bolita en el asiento del avión mientras leía.

*"Te amo".

Por lo que yo entendía, el amor era una idea extrema.  Una palabra que parecía forzar algo indefinible en la prisión de sus propias letras. Pero esta palabra se usaba tan a menudo y tan a la ligera. La gente habla del amor frívolamente, aunque sea sólo para referirse al mínimo placer o agradecimiento.
Cuando compartí estos pensamientos con Gon, el se encogió de hombros con un bah.

—¿Realmente estás preguntándome, a mí, lo que es el amor?*

El amor en sí era extraño, una cosa extraordinaria según los pensamientos de Alex.

Para ella la atracción era amor, porque sin atracción no sentiríamos nada, no sabría lo que ella ama si no se sintiera atraída a eso, sin importar si era un objeto, comida o alguna persona, porque para ella, era mediante la fuerza de atracción que sentía amor.

La ley de atracción es la ley del amor, y es la ley todopoderosa que mantiene todo en armonía, desde las innumerables galaxias hasta los átomos. Opera en todo y a través de todo en el universo. Y es la ley que opera en tu vida.

En términos universales, la ley de atracción dice: los semejantes se atraen mutuamente. Lo que eso significa en términos sencillos para tu vida es: lo que das, lo recibes de vuelta.

El amor no es esperar angustiado a que responda un mensaje ni medir cuánto vales por la atención que te preste un día, a sabiendas de que el viento soplará en otra dirección y ella cambiará de parecer el siguiente.

Si te hace sufrir, no es amor. Amar es divertido. Super divertido, en realidad, se había dado cuenta de ello cuando Max llegó a su vida.

Se sentía tan cómoda y tan ella misma con el otro que casi podría hacer cualquier cosa. Se sentía capaz. Y se podía reír con la boca llena, pelear, cocinar y hasta en la cama.

La clase de amor que Max le había llevado a su vida era mucho más ligero que todo lo que había sentido antes. La hacía volar, correr más allá de sus límites, entender incluso lo que él no le podía explicar con palabras, sentía que era demasiado como para ser real y que la realidad había superado a la ficción.

Sobre todo porque todo había sido tan rápido y el creciente amor era incuantificable.

La chica lo miro de reojo cuando llego a su lado sentándose y saludo con la mano mientras comia galletas.

—¿Quieres una? —le extendió el paquete y Max tomo dos.

—¿Qué escuchas?

—¿Que?

Max señalo los audífonos y Alex se los quito.

—¿Qué escuchas?

—One Direction, no te escuche bien, perdona. —sonrió ligeramente.

—No hay cuidado, ¿Y que lees?

—Un libro que se llama Almendra.

—Cuéntame de el, te escucho.

—¿Por qué?

—Porque lo estas leyendo tu preciosa, vamos, dime.

Alex sonrió y mordió su labio inferior. No había nada más bonito en el mundo que te preguntaran por el libro que leías.

Madonna | M.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora