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Amelia de lo angustiada que estaba y ya no podía callar más. Fue a desahogarse con sus padres.

Con un nudo en la garganta, se acerca a sus padres, tomados de las manos. Su voz tiembla ligeramente mientras comienza a hablar:

Amelia:
"Papá, mamá, sé que he sido algo reservada últimamente, pero hay algo que necesito decirles. Hay alguien especial en mi vida... Un hombre llamado Nicholas. Es un sacerdote, pero eso no cambia mis sentimientos hacia él"

—El sacerdote que te casó —Pregunta incómodamente la mamá de Amelia.
—Si mamá.

Sus padres reaccionan con sorpresa y preocupación, y pronto sacuden la cabeza con desaprobación.

Los padres de Amelia se mueven incómodos mientras escucha su confesión. Su padre habla primero, con desaprobación en su voz:

Papá:
"Amelia, eso es simplemente imposible. No puedes involucrarte con un sacerdote. Su vida y fe pertenecen a Dios"

La madre de Amelia añade con preocupación:

Madre:
"Además, cómo sabes que él siente lo mismo? Los sacerdotes están obligados al celibato. Sólo te hará daño"

Amelia, luchando por contener las lágrimas, continúa defendiéndose:

Amelia:
"¡Sé que siente lo mismo por mí! Y sí, sé que los sacerdotes están obligados al celibato, pero también sé que sus sentimientos por mí son más fuertes que cualquier regla o deber. No podemos evitar lo que sentimos el uno por el otro"

Los padres de Amelia parecen aún más desaprobadores ante su declaración. Su madre sacude la cabeza, aún más preocupada.

Madre:
"No es tan simple, Amelia. Su fe y sus votos son lo primero para él. No puedes pedirle que los rompa. Sólo te llevará a un callejón sin salida. Te romperá el corazón".

Después de la frustrante discusión con sus padres, Amelia se encuentra más decidida que nunca en ver a Nicholas, con determinación, sale de su casa y se dirige directamente al lugar donde sabe que él está. La iglesia

—¿Que haces aquí Amelia? —dice Nicholas viendo a todos lados mientras se la lleva a un cuarto.
—Necesito que hablemos. —dice Amelia entre lágrimas.
—Estoy harta de esta situación, Nicholas. Mis padres siempre interfieren en mi vida.

Nicholas, con un toque de frustración en su voz:
—Sé cómo es. A la iglesia también le cuesta mantener sus narices fuera.

Amelia, ligeramente débil pero con la fuerza de su frustración, continúa:

—Lo único que quiero es vivir mi vida a mi manera, tomar mis propias decisiones. ¿Es tan difícil para todos entenderlo?

Nicholas, con compasión y comprensión en sus ojos, responde:
—Lo sé, Amelia. Pero no es tan fácil para algunas personas como para otros. Tu familia y la iglesia tienen un entendimiento muy tradicional de las cosas.
Amelia, con un suspiro cansado, agrega:
—Supongo que tiene sentido, en cierto modo. Pero aún así, me siento atrapada. Como si mis propias decisiones y deseos no importaran en lo absoluto.

Nicholas, acariciando suavemente su mano:
—No estás atrapada, Amelia. Sólo hay paredes en torno a ti. Pero juntos, podemos encontrar una manera de derribarlas y construir nuestra propia felicidad.

La frustración de ambos aumenta mientras discutía la compleja situación. Amelia siente que su familia controlan su vida, mientras que Nicholas lucha entre su amor por ella y su deber como sacerdote.

El tono de la discusión se eleva un poco:

Amelia:
—¡No entiendo por qué no pueden simplemente darme libertad para vivir mi vida!

Nicholas:
—¡Estoy luchando tanto como puedo! Pero tú tampoco comprendes lo difícil que es para mí dejarlo todo y ser lo que tú quieres que sea!

Amelia se quedó completamente callada
—Entonces no valgo la pena o soy suficiente para que luches por mi? —viéndolo directamente a los ojos.
—Vales mucho más de lo que te imaginas, pero no es tan simple. No podemos descartar mi vida entera y ya. —Lo mejor será que nos olvidemos de ambos.
—Me duele dejarte ir.

¿Cielo o Infierno? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora