La llegada de Ferran al departamento de Pedri fue justo lo que él necesitaba. Al escuchar el timbre, Pedri se arrastró hacia la puerta, todavía envuelto en una mezcla de tristeza y confusión. Al abrir, Ferran lo recibió con una gran sonrisa y una bolsa de sus snacks favoritos.
—Hermanito, ¿qué te ha pasado? Tienes peor cara que cuando aprobaste con lo justo en matemáticas el año pasado —bromeó Ferran, dándole una palmada en el hombro.
Pedri soltó una risita nerviosa, agradeciendo la normalidad de su amigo. Ferran siempre sabía cómo sacarle una sonrisa, sin importar lo complicado que fuera su día.
—Nah, solo… no he tenido la mejor semana —murmuró, bajando la mirada mientras Ferran lo observaba con una mezcla de compasión y determinación.
—Entonces, tengo el plan perfecto para levantarte el ánimo. —Ferran puso una mano sobre su hombro, y su expresión se volvió entusiasta—. Vamos al partido del Barça esta tarde. Así te distraes un poco, ves algo de buen fútbol y, bueno, ya sabes… quizás, casualmente, veas a cierto jugador al que prefiero no mencionar.
Pedri frunció el ceño, intentando no dejarse llevar por la idea de ver a Gavi en el campo. Pero a pesar de sus intentos de resistirse, la idea era tentadora. Sabía que ver el partido en directo podría distraerlo, aunque solo fuera un poco.
—No creo que sea buena idea, Ferran. Además, no tengo dinero para la entrada —respondió, intentando evadir el tema.
—Por eso ni te preocupes, hermano. Mi padre me consiguió las entradas para los dos. Es la oportunidad perfecta, ¿vale? No acepto un no por respuesta.
Pedri lo miró, agradecido y sorprendido al mismo tiempo. A veces olvidaba lo afortunado que era de tener a alguien como Ferran a su lado, alguien que entendía sus silencios y no lo juzgaba. Aunque en el fondo no sabía si quería ver a Gavi después de lo sucedido, tampoco quería perder la oportunidad de compartir tiempo con Ferran, quien claramente hacía todo esto por él.
—Está bien… pero solo porque tú insistes —aceptó Pedri, esbozando una pequeña sonrisa.
—¡Eso es, Pedri! —exclamó Ferran, dándole un empujón juguetón—. Ahora, ve a arreglarte. No vamos a presentarnos así en el Camp Nou.
Pedri asintió, sintiendo cómo su ánimo comenzaba a mejorar. Tal vez la distancia entre él y Gavi en el inmenso estadio le permitiría verlo desde una nueva perspectiva, una que no lo lastimara tanto.
El ambiente en el Camp Nou estaba lleno de emoción y energía mientras Ferran y Pedri se instalaban en sus asientos. La multitud vibraba, y el aroma familiar de césped recién cortado y el murmullo de los aficionados lo llenaban todo. Pedri, aunque aún llevaba el peso de los sentimientos que le causaba ver a Gavi en el campo, se permitió disfrutar de la compañía de Ferran y el espectáculo del partido. Ambos se reían y conversaban, y en un momento, Ferran le pasó el brazo por los hombros, dándole un abrazo amistoso.
Desde el campo, mientras los jugadores hacían ejercicios de calentamiento, Gavi escaneaba la tribuna, buscando distraerse de los nervios previos al partido. De repente, su mirada se detuvo en Pedri, quien estaba con Ferran, aparentemente relajado y riéndose. El brazo de Ferran sobre los hombros de Pedri no le pasó desapercibido; la expresión feliz de Pedri, al lado de su amigo, le provocó un nudo de celos y enojo. Gavi apretó los dientes y, sin darse cuenta, su semblante se volvió más duro.
El partido comenzó y, con cada minuto, Gavi se mostraba más agresivo de lo normal. Ferran y Pedri lo notaron desde la tribuna.
—¿Siempre juega así? —preguntó Ferran, arqueando una ceja mientras observaba cómo Gavi se lanzaba a cada balón con una intensidad desmedida.
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En Esta Vida
عاطفيةEl Museo del Fútbol Club Barcelona siempre había sido un espacio de orgullo y reverencia. Para algunos, era el lugar donde la historia se encontraba con el presente, donde las leyendas del campo se transformaban en mitos inmortales. Pero para Pedri...