Autoboicot

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POV FAYE

10 Dias

A solo unos días de cumplir 30 años, estaba resignada a vivir mi vida como una perdedora. Ni siquiera me atreví a decirle a mi familia en qué trabajaba. Ellos creían que era psicóloga a tiempo completo, y prefería que pensaran eso antes que enterarse de que era una fracasada. En estos diez años, solo había viajado dos veces a Tailandia para ver a mi familia, y la última vez fue exactamente hace cinco años, para mi cumpleaños. Desde entonces, no he vuelto. Mi hermana ha estado insistiendo en que vaya a pasar unas vacaciones, diciendo cosas como:

"Vamos, hermana, eres tu propia jefa. Nadie te va a decir nada si te tomas unas semanas de descanso".

Si supieras la verdad, hermanita, estarías bastante decepcionada de tu hermana mayor.

Yo era la mayor de tres hermanas. La del medio, LingLing, tenía 27 años, era doctora y realmente buena en lo que hacía. Además, era una belleza deslumbrante. Mi hermana pequeña, Freen, con solo 23 años, era hermosa, audaz y feroz en los negocios. Ellas eran perfectas: famosas en sus campos, ricas, y el orgullo de mis padres. Y luego estaba yo, huyendo lo más que podía de ellas para que no sintieran pena ni vergüenza por el fracaso que era.

No sabía en qué momento mi vida había cambiado tanto. Lo tenía todo para triunfar como mis hermanas, pero en algún punto me salí de las vías del tren. Mis sueños de ser actriz o cantante se desvanecieron, y aquí estaba, sirviendo el quinto trago a un borracho asqueroso que no dejaba de coquetearme.

—¿Te puedo invitar un trago, preciosa? —decía por tercera vez el asqueroso.

—Lo siento, no puedo. Estoy trabajando —intenté ser lo más cortés que pude, pero ya estaba colmando mi paciencia. Después de ocho años en este lugar, debía estar acostumbrada, pero nunca es fácil aguantar lo que dicen.

—Vamos, cariño, tómate un trago conmigo. Te pago lo que quieras, aquí lo que sobra es dinero. —Sacó una pequeña paca de dólares de su saco y la puso en la barra. Una compañera que pasaba detrás de mí me dio un pequeño golpe con su codo y, al voltear a verla, me sonrió burlonamente.

—Dale, nena, mínimo dame una sonrisa bonita y prometo dejarte una buena propina.

Respiré hondo. No necesitaba dinero, pero era mi trabajo hacer que la gente gastara su dinero aquí. Al fin y al cabo, este también era mi bar. Así que me agaché seductoramente en la barra y sonreí como él quería.

—Espero que cumplas lo que prometes —dije casi en un susurro cerca de su oído, usando la voz más sexy que pude. Sabía el efecto que tenía mi voz y, efectivamente, ese tipo gastó dinero a montones esa noche, dejando una propina generosa.

Pasaban de las 4 de la mañana. Había pasado más de una hora desde que cerramos el bar, y estábamos recogiendo todo para el día siguiente. Siempre era lo mismo: viernes, sábados y domingos abríamos a las 6 y cerrábamos a las 3. Los demás días, excepto el lunes, cerrábamos a las 12. Este bar era lo único que tenía; lo compré a su antiguo dueño hace años y trabajé duro para levantarlo. Estaba orgullosa de lo que había logrado, aunque no lo hice sola. Tuve a Lux, mi socia, a mi lado. Casualidades de la vida, otra tailandesa que conocí buscando una mejor vida en Nueva York.

Lux y yo nos conocimos en la escuela. Ella estudiaba finanzas con una beca completa, y por eso se mudó a NY. Era muy lista, y tenerla a mi lado me hacía sentir menos sola en este extraño país. Agradecía infinitamente que nuestras vidas estuvieran destinadas a encontrarse. Cuando empecé a trabajar aquí, apenas me había graduado y estaba decidiendo si quería ejercer mi carrera. Cuando supe que el dueño quería cerrar, se me ocurrió comprar el lugar. Le comenté a Lux y aceptó participar en esta loca idea. Ella sabía cómo sacar el negocio adelante, yo solo aporté el capital y la cara bonita. No me consideraba rica, pero mi familia siempre estuvo bien acomodada, así que no fue difícil comprar aquel lugar.

Keep Dreaming (FayeYoko)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora