Capítulo 10

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Después de ese momento de debilidad, me limpié las lágrimas y respiré hondo. El dolor y la impotencia seguían ahí, pero ahora, debajo de todo, comenzaba a germinar una nueva resolución. No podía seguir permitiendo que otros decidieran mi destino sin luchar. Y sabía exactamente por dónde empezar: Orhan Bey.

Tenía que hablar con él. No sabía si estaba al tanto de los planes de mi padre o si sentía lo mismo que yo, pero merecía saber cómo me sentía antes de que fuera demasiado tarde. Me puse de pie, apartando los cojines con una nueva resolución en mi pecho.

Salí de la tienda y me dirigí hacia la salida del castillo, donde sabía que podría encontrar a Orhan Bey. El viento de la tarde agitaba suavemente mi cabello, y con cada paso sentía que la distancia entre lo que había sido mi vida hasta ahora y lo que podría ser comenzaba a ensancharse. El tiempo parecía estirarse mientras mi mente repasaba lo que iba a decirle, aunque una parte de mí sabía que esto no era algo que pudiera planificar del todo.

Cuando llegué a la salida del castillo, lo vi caminando hacia su caballo, su silueta recortada contra el cielo del atardecer. Parecía absorto en sus pensamientos, preparándose para irse. Mis dudas empezaron a surgir nuevamente. ¿Y si no me escuchaba? ¿Y si no sentía lo mismo que yo respecto al matrimonio?

Lo vi montar su caballo, listo para partir. Al verlo tan decidido, mi corazón comenzó a latir más fuerte. El impulso de dejarlo ir casi me venció, pero algo en mí se rebeló.

—¡Orhan Bey! —llamé, mi voz saliendo más fuerte de lo que esperaba.

Al escucharme, se detuvo de inmediato y se giró en la silla de montar, su expresión sorprendida. Por un momento, nuestras miradas se encontraron a la distancia, y luego, como si comprendiera la urgencia en mis palabras no dichas, desmontó y caminó hacia mí.

—No sabía nada sobre esta boda antes —dije, soltando las palabras casi sin pensar, necesitaba que entendiera mi confusión y sorpresa.

—Entonces no querías casarte con alguien que no conoces en absoluto, ¿eh? —respondió con un tono medio en broma, aunque sus ojos reflejaban algo de seriedad.

Mi corazón se aceleró al escuchar la verdad de sus palabras. ¿Qué sabía realmente de él más allá de lo que nuestras familias y las circunstancias habían decidido por nosotros?

—Cuando se trata del futuro de dos Beylicatos, lo que yo quiera no importa en absoluto, Orhan Bey —respondí, sintiendo cómo las palabras pesaban en mi lengua. Pero en ese momento, tomé una decisión. Una decisión que tal vez cambiaría todo.

—¿Entonces aceptarás? —preguntó, su tono suave, pero con una tensión oculta, como si no estuviera del todo seguro de lo que esperaba escuchar.

Lo miré directamente, mi mirada fija en la suya, decidida.

—Haré lo que mi deber requiera —respondí, con firmeza, aunque por dentro, una parte de mí se rebelaba ante mis propias palabras—. ¿Y tú? ¿Aceptarás si Osman Bey lo decide? ¿Incluso si tienes a alguien más en tu corazón?

La última parte de mi pregunta salió antes de que pudiera detenerla.El aire entre nosotros se volvió más denso, y el rostro de Orhan cambió, su sorpresa era evidente, como si no esperara que supiera ese detalle.

—¿Cómo...? —empezó a decir, pero no terminó. Su mirada, que antes había sido clara y segura, ahora reflejaba incertidumbre.

El silencio que siguió fue largo, incómodo. Sabía que mis palabras lo habían desarmado, y por primera vez, vi algo más allá del futuro impuesto por nuestras familias: vi su lucha interna, su duda. Lo que había creído que era solo una alianza estratégica para asegurar el poder, ahora tenía un matiz más personal, más complicado.

—¿Es verdad? —insistí, esta vez con menos dureza, pero con la misma necesidad de saber.

Orhan desvió la mirada hacia el suelo, incapaz de sostener mi interrogatorio. Finalmente, exhaló un largo suspiro y respondió con una voz más suave, casi inaudible.

—Es complicado, Elcim Hatun. Pero no cambiaría lo que está en juego entre nuestras familias. A veces, lo que sentimos... no tiene lugar en los planes mayores.

Mis labios temblaron ante sus palabras. Sabía que hablaba desde la misma jaula en la que yo me encontraba: atrapado entre el deber y los propios deseos.

—Entonces, ambos estamos prisioneros del deber —dije en voz baja, mirando el horizonte mientras las sombras del atardecer empezaban a alargarse—. Y lo que queremos, Orhan Bey, nunca será importante.




Entre el deber y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora