Capítulo 13

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Osman Bey, al montar su caballo junto a los demás alpes, dio el golpe definitivo para la conquista del castillo. Cuando la bandera Kayi ondeó por las almenas, supe que nuestra misión había sido un éxito.

—Gracias a los esfuerzos de los valientes de Kayi y Hatun de Kayi, hemos conquistado el castillo de Kite. No olviden que el destino ama el esfuerzo, y por eso Allah nos ha concedido este castillo. Todos contribuyeron, pero aquí somos invitados; el castillo de Kite pertenece a Gunduz Bey a partir de ahora —declaró Osman Bey con firmeza.

Escuché esas palabras y sentí una mezcla de orgullo y respeto. Esta victoria no era solo un triunfo militar; era un paso hacia un futuro más brillante para nuestro pueblo.

—Osman Bey, ayudas a un hombre sin espada, alimentas a los hambrientos, y les das un hogar a las personas sin hogar. Tus problemas, tu causa, son los mismos que los nuestros —dijo mi padre, estrechando la mano de Osman Bey con firmeza.

Las palabras de mi padre resonaban en mi corazón. El compromiso de Osman Bey con nuestra gente iba más allá de la conquista; él se preocupaba profundamente por el bienestar de cada persona. Era un líder que entendía que el poder no solo se medía en tierras conquistadas, sino en la capacidad de unir a su pueblo y asegurar su prosperidad.

Osman, con una mirada agradecida, asintió.

—No luchamos solo por tierras, sino por la vida y la dignidad de nuestra gente —respondió, su voz firme y decidida—. Cada uno de ustedes es parte de esta causa, y juntos construiremos un hogar en el que todos podamos prosperar.

Observé cómo los hombres de Kayi se sentían inspirados por sus palabras, y me llené de esperanza. Sabía que nuestra victoria no solo se celebraba en el campo de batalla, sino también en los corazones de quienes habían soñado con un futuro mejor. La unión de nuestra tribu se hacía más fuerte, y la lucha por la justicia y la libertad se convertía en un legado que todos llevaríamos.

Mientras veía a mi padre y a Osman compartir ese momento de camaradería, entendí que estaba en el lugar correcto, junto a personas que compartían una visión común. Mi papel en esta historia, mi deseo de luchar y proteger a aquellos que amaba, se fortalecía aún más. No solo éramos guerreros; éramos una familia unida por un propósito noble.

Mientras veía a mi padre y a Osman compartir ese momento de camaradería, entendí que estaba en el lugar correcto, junto a personas que compartían una visión común. Mi papel en esta historia, mi deseo de luchar y proteger a aquellos que amaba, se fortalecía aún más. No solo éramos guerreros; éramos una familia unida por un propósito noble.

-Alpes, Valientes, Hatuns, por el orden mundial ¿estan conmigo?, ¿lucharan conmigo hasta la muerte? - pregunto osman bey con su espada en lo alto

-Estamos contigo.- respondieron todos

—¿Están conmigo? —volvió a preguntar Osman Bey, su mirada intensa recorriendo cada rostro presente, buscando el compromiso en nuestros ojos.

—¡Estamos contigo! —gritamos una vez más, nuestra voz unísona como un solo ser, fortaleciendo el vínculo que compartíamos.

—¡Allah u Akbar! —exclamó Osman, su espíritu vibrante como el acero de su espada.

—¡Allah u Akbar! —respondimos todos, una ola de fervor y fe que nos unía en un solo grito, resonando en nuestras almas.

Mientras absorbía la energía del momento, una sensación repentina me hizo girar la cabeza. Allí, en la multitud de guerreros, vi a Orhan Bey, observándome con una expresión que no podía descifrar del todo. Su mirada era intensa, casi como si estuviera evaluando mi determinación y mi compromiso. Sin embargo, decidí enfocarme en mi padre otra vez, recordando sus palabras de aliento y apoyo.

Entre el deber y el corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora