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Shawn

Maldita barba, ¡qué comezón me da! La rasco una y otra vez, llamando la atención de mi hermoso esposo.

—Odio mi barba —bromeo.

—Te mataría si vuelves a quitártela... —dice con cautela.

—Ya me está creciendo demasiado, Joseph. Hasta al bebé le da miedo acercarse a mí —digo tratando de convencerlo de que me deje quitármela.

No dice nada, me mira sin alguna expresión pero se rinde.

—Vale, quítatela —contesta entre pucheros. Sonrío y me acerco para que me dé un beso.

—Recuérdame por qué siempre te tengo que rogar para poder rasurarme por completo. —Río.

—Porque me recuerda al chico guapo del que me enamoré. Y me causa... sensaciones —dice levantando los cubiertos de la mesa, pero noto ese tono de voz. Me ruborizo al recordar su confesión de por qué le encanta.

—No me provoques —le advierto—. No quiero que el bebé se despierte y vea tal escena.

Noto que se ruboriza más que yo y no puedo evitar reír. Me levanto limpiando las migajas de pan que cayeron sobre mi pantalón negro. Me levanto asomándome al espejo, acomodándome la corbata y me peino un poco.

Sigo el camino hasta el baño y le acaricio un poco el cabello del bebé, que descansa en la sala. Es muy precioso.

—Aquí vamos —musito mientras tomo el rastrillo junto con la crema de afeitar. Me miro en el espejo, frotando la espuma y preparando con agua caliente el rastrillo. Odio hacer esto, pero tampoco puedo dejarme la barba como los reyes del siglo XX.

Termino y me miro sin barba. Me gusta más así. Salgo del baño y ahí está Joseph, tan guapo como siempre, no ha cambiado mucho desde que lo conocí —exceptuando las malditas arrugas y las escasas canas que van apareciendo—, y tan sólo parece que ayer nos separamos del hospital y nos volvimos a reunir el mismo día. Es tan raro, pero me gusta.

—Te tardas una eternidad, Shawn —me regaña.

—Tenía que hacer una dura despedida —bromeo y me mira expectante.

Le miro con su traje azul marino y se ve más sexy aún. ¿Por qué hasta estando viejo este hombre me sigue trayendo loco? Toma su maletín y camina por delante de mí hasta llegar al asiento del copiloto. Yo hago lo mismo y entro en el asiento del conductor.

—¿Y qué tal tu nuevo trabajo? —le pregunto mientras enciende el estéreo del carro y pone una cosa circular que pinta al frente Thriller de Michael Jackson. ¿Qué clase de mierda es esa?

—Perfecto. Tan sólo acabando la carrera lo conseguí y me aceptaron gracias a mis habilidades —me dice y siento como si fuera algo tan nuevo para mí. De fondo Michael canta en una melodía pegajosa.

—Me alegra demasiado, mi amor —digo mirando al frente—. ¿En dónde queda tu trabajo?

—1167 Et. James Erik Avenue —dice rápidamente.

—Allá vamos.

Me trato de guiar gracias a los señalamientos y por fin llegamos.

—Que te vaya bien —digo dándole un beso corto pero amoroso.

—Igualmente —dice cerrando la puerta, dirigiéndose al gran edificio. ¿Quién lo diría?

Trato de seguir el trayecto hasta mi trabajo pero de pronto me preocupo... ¿Dónde mierda trabajo? ¿Por qué de pronto se me olvidó?...

¿Existe la felicidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora