14

4.2K 515 25
                                        

Joseph

«Lárgate. No te quiero cerca de mi hijo», voces en mi mente lo repiten exhaustivas veces. ¿Dónde escuché eso?

Despierto sudando y volteo a mi alrededor. Estoy en la casa del amigo de mi padre; todos me están mirando.

—¿Estás bien? —pregunta dulcemente Karen.

Asiento. No veo nada, mi vista es como una nube de humo. Trato de enfocar poco a poco y veo a mis padres sentados en el sillón. Me miran con expresión inescrutable. Yo sólo bajo la mirada.

—Será mejor que llevemos a Joseph al hospital. Sólo nos permiten un día —dice secamente. Miro a Adán pero él no me dirige la mirada. No recuerdo nada...

Se levantan, y se despiden mientras trato de hacer lo mismo. Adán me despide con la mano y se va hacia su habitación sin decir nada más. Christian y Karen sólo tratan de sonreírme; cualquiera sabría que la están fingiendo.

Nos encaminamos al carro. Subimos y en cuanto mi trasero toca el asiento, un grito resuena por todo el pequeño coche.

—¿Estás idiota? —grita mi papá mientras me mira por el retrovisor. Yo sólo me encojo de hombros—. ¡No sabes lo preocupado que estuvimos!

Sin encender el carro, voltea hacia mí y me da un gran golpe en la nariz. Siento un pinchazo y cómo la sangre empieza a correr debajo. Con la desconocida chamarra que tengo puesta, me limpio rápidamente.

—¿Por qué tenías que ser un puto enfermo homosexual? —grita más. Agradezco que no hay nadie en la calle. Me planta un segundo golpe y mi vista vuelve a ser una nube de humo pero más oscura...

Planta un tercer y siento que mi respiración fluida desaparece, convirtiéndose en ronquidos fuertes y extraños para poder respirar. No puedo más. ¿Por qué me golpea? ¿Cómo sabe que...?

Y por segunda vez, me voy.

...

—Hola, Joseph —me saluda amablemente una enfermera que no conozco. La inspecciono; de estatura regular, pelo corto, y una apariencia muy hospitalaria—. Espero esto te mejore —dice mientras me pone una venda alrededor de la cabeza y algo que sobresale del puente de mi nariz.

—Hola. ¿Qué pasó? —No escucho mi propia voz.

—Tus padres registraron el problema en un justificante donde dicen que te golpearon porque te negaste a ser asaltado. ¿Fue duro, verdad?

Sé con claridad que eso no pasó.

—Muy duro, pero ya no importa —espeto.

—Sí importa; tendremos que aumentar tu dosis de medicina. —Entre más odio las pastillas, más me dan—. ¿Te golpearon en la cabeza?

—Sólo recuerdo tres golpes. Después de eso no vi nada. Y, me desmayé —respondo la única verdad que puedo decir.

Sin embargo, la enfermera me ve mal unos segundos. No lo cree. Tal vez hasta me apalearon en la cabeza. No quiero ni saber, aparte de que no me sorprendería.

—Joseph, si pasó algo diferente, puedes contarme...

—No, no, no. Eso pasó —respondo rápidamente.

Sólo frunce el ceño y me da un vaso con café caliente.

—Espero así sea.

...

Me asomo por la rejilla lentamente. Por favor, Shawn.

Decido por entrar y despejar la duda. El trayecto por la rejilla jamás me había sido tan duro y tan esperanzado.

Siento cómo mi rostro se palidece al ver el cuarto vacío. Nada de ropa, nada de libros, nada de chicos buenos con barba.

Alguien abre la manija y no me muevo. Una chica alta con pelo rubio, ojos azules y físico regular aparece asomándose tímidamente por la puerta.

—Una disculpa. Me equivoqué de cuarto.

—No. ¿A qué cuarto ibas?

Se incómoda más.

—Se supone que en este pero estás tú. Iré a preguntar —finge una sonrisa y trata de cerrar la puerta pero la detengo.

—No es mi cuarto —digo y camino para sentarme en el borde de la cama con lágrimas en los ojos—. Bienvenida.

—No entiendo nada... —confiesa.

—Tal vez algún día te cuente. —Me limpio las lágrimas bruscamente—. ¿Cuál es tu nombre?

—Soy la reina de Inglaterra —dice esto y yo abro los ojos. Su cara es tan seria que no puedo reírme o algo similar.

«Aquí hay mucha gente loca, Joseph. Recuérdalo».

—¿Y qué hace por aquí, reina?

—Mis súbditos me han traído hasta aquí por un pequeño resfriado que me ha dado.

Está más zafada que yo...

—Es la reina, pronto se mejorará —bufo con obviedad.

—Gracias por tus buenos deseos. ¿Qué haces aquí?

—Es una larga historia..., su realeza.

—Me gustan las historias largas —dice y me da una sonrisa cálida.

...

—¿Todo eso pasó? —pregunta sorprendida—. No entiendo por qué la gente no acepta que no hay gustos establecidos...

—Mi papá casi me mole a golpes; la homofobia ya no es algo que me sorprenda.

—Cuando vuelva a mi castillo me encargaré de casos así, Joseph. ¡Cosas así no pasan desapercibidas!

Asiento. La primera persona con quien puedo platicar tranquilamente..., o que al menos lo intenta.

—Me has caído de maravilla, Joseph. Mataría por saber quién te quitó lo santo.

Reímos fuerte y me da una pequeña caricia en el cabello.

—Tiene una gran forma de hacerme reír, querida reina.

¿Existe la felicidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora