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Joseph

—¿No me ha mandado alguna carta? —pregunto secamente, mirando al piso.

—No, Joseph. Le he preguntado, pero siempre me dice que ella sólo las pasa por debajo de la puerta. Supongo que alguien más pasa por las que él manda.

Me recargo en su hombro y más lagrimas caen.

—Ya han pasado cinco días. —Me limpio la cara con un pañuelo y la miro a los ojos.

—Tienes unas ojeras horribles, Joseph —dice asustada—. Tranquilo, no pasa nada. Lo más lógico es que se esté recuperando de la operación —musita abrazándome—. No se iría sin ti, yo lo sé.

¿Existe la felicidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora