Shawn
Espero que un café aclare mis pensamientos. Sé que yo también cometí algo parecido, pero estaba ebrio y supongo que tiene más consideración. Da igual, no tiene por qué saberlo.
El sonido de MTV en la televisión y las charlas de la gente en el rústico restaurante, hace que no pueda pensar claramente.
¿Por qué besó a ese estúpido mocoso? A lo que dijo lo más probable es que follaron... No, no debo sacar conclusiones sin saber la versión de Joseph pero ya no sé ni en qué creer. Me moriría si supiera que sí...
Llamo a la mesera y le pido un desayuno para llevar; yo no tengo hambre pero espero que Joseph sí.
Saco un cigarro de la chaqueta negra que acabo de comprar, junto ropa para Joseph. Espero que aún esté durmiendo y no vea que he salido sin dejar una nota. En una parte quiero hacerle saber que estuvo mal lo que hizo, pero no quiero que piense que me he ido.
Traigo un dolor de cabeza tremendo, no he tomado nada de medicina y ni siquiera he dormido como debería. Aunque ya sé que...
—Aquí está el desayuno. —Me da una bolsa blanca un poco pequeña—. En aquélla caja le cobran.
La tomo junto con la bolsa de la ropa para Joseph y me encamino a la caja. Tal vez ni siquiera le quede la ropa. Le doy la tarjeta y me cobra rápidamente. Mis manos tiritean demasiado, odio esto. Agradezco y me marcho.
Le doy la última calada al cigarro y lo tiro. Me encanta cómo me relajan.
...
Abro la puerta y no veo a nadie en la cama. Qué extraño... Tal vez se esté bañando...
Cierro la puerta y me sobresalto al ver el cuerpo de Joseph tirado en la puerta del baño. Da un respingo, trata de abrir los ojos pero no lo hace.
—¿Qué pasó? —pregunto tratando de levantarlo.
—Ya me voy, Shawn —resopla.
—¿Adónde te vas? —casi exclamo.
—Ya sabes: al cielo y pilfarradas similares —añade pero aún más bajo.
No abre los ojos y éso me asusta más.
—¿Qué pasó, Joseph? —pregunto de nuevo.
—Me siento mal. Necesito mi medicina. —Suelta los brazos al aire y terminan colgando—. La necesito en serio; mis voces no se callan. Apenas y te puedo oír —dice y de pronto su cuerpo completo cae sin fuerzas.
Entro en un pánico profundo y de pronto no sé qué hacer. Corro con él en mis brazos hacia la cama donde está la bolsa y saco la ropa que compré.
Le desnudo y pongo la ropa interior junto con los jeans negros y la chamarra con tanta rapidez que hasta me sorprendo de lo guapo que se ve usando cuero y ropa un poco más normal.
Tomo las cosas y lo llevo en brazos hasta la oficina donde pido las llaves de mi auto y pago la pensión. El encargado me mira apurado ante tal escena pero yo simplemente le digo que está bien y corro para subirlo al carro.Ya en éste, el pánico se agudiza más: ¿a dónde lo llevo?, ¿al hospital más cercano o con sus papás?
Me decido por ir con sus papás aunque su futura reacción me quiten las ganas; él lo vale, Shawn.
...
Toco el timbre exasperado mientras tiriteo levemente.
—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunta una mujer rubia, demasiado parecida a Joseph. Se nota que tiene ojeras y que lloró.
—Sé que no hay forma de que esto no suene raro, pero, Joseph y yo dormimos en un hotel y en la mañana... —pienso demasiado las palabras— se desmayó pero aún no sé por qué.
Lleva sus manos a la boca y su expresión es de sorpresa y no de enojo como esperaba.
—Dios mío. ¡No tomó la medicina!
Yo tampoco, pero yo importo una mierda.
—¿Dónde está? —continúa. Señalo el carro y ella corre hacia él, abriendo la puerta del copiloto.
Diría que Joseph está durmiendo plácidamente pero no es así. Es peor.
—Cárgalo hasta la sala. —Señala y yo trago saliva. Saldré vivo de esta, yo lo sé.
Lo tomo y le doy un pequeño abrazo mientras no me mira. Me dirijo a la sala y ahí están todos. De repente saltan y me miran con los ojos muy abiertos. Miro a Adán y mi mirada se convierte en enojo.
—¿Quién eres tú? ¿Qué le pasó a mi hijo?—pregunta el —supongo— papá de Joseph.
—No tomó la medicina y se desmayó. —Mi voz parece más frágil de lo que pensaba. Lo dejo en el sillón y miro a su mamá.
—Y ¿ahora qué? —pregunto pero en un par de segundos, su papá se pone frente a mí y me mira muy firmemente.
—Lárgate. No te quiero cerca de mi hijo —grita—. No sé quién seas pero no te quiero volver en mi puta vida.
Asiento varias veces y miro al suelo y luego a la mamá de Joseph. Está apenada por los gritos, pero si yo fuera ella me sentiría igual; le daría la razón.
—Está bien... —murmuro un poco enojado y me acerco a Joseph, plantándole un pequeño beso en los labios, llamando aún más la atención. Amo llamar la atención. Tiriteo más y me dirijo a la puerta. Su papá corre hacia mí, al parecer con intenciones de golpearme.
Me toma de la chamarra por la parte trasera y me estira. Me sorprendo ante tal acto y lo miro, cuando de pronto me planta un gran golpe en la quijada.
—¡Quién te crees, maricón! —grita aún más fuerte—. ¿Por qué lo besas?
—No me creo, en realidad, soy su novio —murmuro y se enoja más.
—¡¿Su novio?! ¡Por favor! —exclama con ironía.—Tómese el tiempo de conocer a su hijo —replico y salgo dando un portazo.
Las lágrimas caen por mi rostro y voy a mi casa. Entro y mientras inspecciono la sala me doy cuenta de que ya no hay nadie. Me siento en el sillón y lloro en silencio.
...
—¿Dónde estabas, mierdecilla? —grita mi padre desde las escaleras. Me quito las manos de encima y su cara se torna a un rojo carmín de tanto enojo.
—¿Desde cuándo te importa dónde esté el maricón, eh? ¡Eso es toda una novedad! —metafóricamente exploto.
—Nos has hecho pasar una mala noche. ¡Me has hecho ver como un mal padre!
—¿Y acaso no lo eres?—Sonrío. Sabe bien que es la verdad.
Se acerca a mí y me toma por el frente de la camisa, ahorcándome.
—Yo soy como se me dé la puta gana. ¿Algún problema, puto enfermo? —grita a centímetros de mi rostro.
—Entonces ¿por qué te preocupas de que te vean como un mal padre si lo eres? —murmuro.
—¡Porque nadie se da el lujo de humillarme como tú! ¡Maricón, enfermo, borracho, y demás cosas!
Las lágrimas caen por mi rostro. Agradezco que no son por tristeza.
—Mi vida no es de color rosa. Cuando vivas lo que yo, vienes y me dices lo que quieras —le grito y le doy un empujón para que me suelte y me deje respirar.
—¡A mí no me toques! ¡Ni a mí ni a mi carro! ¿Oíste?
Me limpio el rostro y cierro la puerta. La segunda casa de donde me corren. Sale unos segundos después y nos miramos fijamente.
—¿A dónde crees que vas? —pregunta con cierto tono de preocupación mezclado con su furia de hace segundos.
—Al hospital. Pasa por el carro cuando dejes de ser un hijo de puta —digo y me subo al carro. Acelero y lo miro por el retrovisor mientras arde de furia. Te lo mereces.
...
Llego al hospital y en el estacionamiento está un policía atendiendo.
—Oye, el carro no es mío, es de mi padre. ¿Podrías llamarle y decirle que aquí está, y que venga cuando pueda? —le pido amablemente. Toma mi nombre y acepta, le doy las gracias y entro al edificio.
En recepción está la enfermera —con su puta cara de fastidio— esperando para llevarme a mi habitación.
—Cuando llegues a tu cuarto, ponte ropa con colores más suaves.
Aprieto el puño y trato de eliminar mi enojo guardado.
—Mierda, me duele la cabeza. Espero que para eso sí sirvas.

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¿Existe la felicidad?
RomanceCansado de su abrumadora existencia, Joseph, de 19 años, cree haber encontrado una salida en un rejilla de ventilación ubicada en su habitación, pensando que tendrá la libertad inimaginada que nunca tuvo en el hospital psiquiátrico. Al pasar por ést...