Capítulo 12

3 1 0
                                    


Era una tarde gris y fría cuando Hiroshi recibió el mensaje que lo haría detenerse en seco. Estaba caminando de regreso a casa después de un día agotador en el instituto, cuando su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó, esperando ver algo trivial, pero lo que encontró lo hizo sentir como si le hubieran dado un golpe en el estómago.

"Nos vemos esta noche en el mismo lugar. Sabes de qué se trata. Aki."

El mensaje era directo, conciso, y cargado de una amenaza apenas velada. Hiroshi se detuvo en mitad de la acera, con el corazón latiendo rápidamente en su pecho. Habían pasado semanas desde que habían comenzado a organizarse contra Aki, reuniendo a las personas que habían sido sus víctimas, compartiendo historias de dolor y lucha. Y ahora, de alguna manera, Aki sabía lo que estaban haciendo.

Hiroshi sintió que algo oscuro se agitaba dentro de él. Sabía que no podía seguir huyendo de Aki. Era hora de enfrentarlo cara a cara, pero esta vez, no estaría solo.

Respiró hondo y llamó a Rina. Ella contestó al segundo timbre.

—¿Qué pasó, Hiroshi? —preguntó, con una nota de alarma en su voz.

—Aki —respondió él, sin más preámbulos—. Me ha citado esta noche. Sabe lo que estamos haciendo.

Rina guardó silencio por un momento, procesando la información.

—Esto no puede ser una coincidencia —dijo finalmente—. Ha estado demasiado callado, y ahora esto... Debe tener un plan.

—Lo sé —respondió Hiroshi, apretando los dientes—. Pero ya no podemos retroceder. No podemos dejar que siga con esto. Voy a ir esta noche, pero quiero que ustedes estén allí también. No puedo hacer esto solo.

—Cuenta con nosotros —dijo Rina, firme—. Estaremos allí. No vamos a dejar que te enfrentes a él sin ayuda.

Esa noche, el viento parecía más frío de lo habitual mientras Hiroshi caminaba hacia el parque donde Aki lo había citado. La ciudad estaba tranquila, casi desierta, y las luces de las farolas proyectaban sombras alargadas en el suelo. Cada paso que daba resonaba en sus oídos, como un eco de la incertidumbre que lo envolvía.

Al llegar al parque, Hiroshi notó que Rina, Yuto y Sota ya estaban allí, esperando en la distancia. Estaban cerca, pero no lo suficientemente visibles como para que Aki los viera de inmediato. Se sentía agradecido por su apoyo, aunque sabía que la confrontación con Aki sería personal.

Hiroshi se dirigió hacia el centro del parque, donde una figura solitaria estaba de pie bajo la tenue luz de una farola. Era Aki. Estaba de pie, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, y una sonrisa torcida en el rostro.

—Puntual, como siempre, Hiroshi —dijo Aki, con un tono burlón—. Supongo que ya sabes por qué te he citado aquí.

—Sé exactamente por qué —respondió Hiroshi, tratando de mantener su voz firme—. Y también sé que esto se acaba hoy. No vas a seguir manipulando a la gente, no vas a seguir lastimándonos.

Aki soltó una risa fría, sus ojos brillando con malicia.

—¿De verdad crees que puedes detenerme? —preguntó, dando un paso hacia Hiroshi—. ¿Crees que todo lo que has hecho, reuniendo a esas pobres almas que destruí, va a cambiar algo? Ellos son débiles, igual que tú. Siempre lo han sido.

Hiroshi apretó los puños, sintiendo cómo la ira comenzaba a hervir dentro de él. Pero se obligó a mantener la calma. No podía caer en el juego de Aki.

—No somos débiles, Aki —dijo, con la voz baja pero cargada de determinación—. Somos más fuertes de lo que crees. Y ya no tenemos miedo de ti.

Aki lo miró con desdén, pero Hiroshi pudo notar que algo en su expresión había cambiado, como si la seguridad que siempre había proyectado estuviera empezando a desmoronarse.

—Te crees tan valiente, ¿verdad? —escupió Aki—. Siempre has sido tan estúpido, Hiroshi. Creíste que podías desafiarme, que podías reunir a todos esos perdedores y hacer algo al respecto. Pero no entiendes una cosa... Yo soy el que tiene el control.

Hiroshi sintió una oleada de adrenalina recorrer su cuerpo, pero antes de que pudiera responder, Rina, Yuto y Sota salieron de las sombras, colocándose a su lado. No estaban solos.

Aki se tensó al verlos, sus ojos moviéndose rápidamente entre los rostros de los amigos de Hiroshi. Por primera vez, parecía estar verdaderamente sorprendido.

—¿Qué es esto? —preguntó Aki, su tono ahora más cauteloso.

Rina dio un paso adelante, mirándolo fijamente.

—Esto es el fin, Aki —dijo—. Sabemos lo que has hecho. No solo a Hiroshi, sino a todos los demás. No vamos a permitir que sigas haciendo daño.

Aki intentó reír, pero su risa sonaba forzada.

—¿Y qué van a hacer? —preguntó, con un intento desesperado de sonar desafiante—. ¿Van a contarle a todos nuestras pequeñas historias? Nadie les va a creer. Nadie va a estar de su lado. Yo soy el que siempre sale ganando.

Hiroshi se cruzó de brazos, sintiendo que, por primera vez, tenía el control de la situación.

—No nos importa si nos creen o no —dijo con calma—. Lo importante es que ahora lo sabemos. Y no vamos a dejar que sigas envenenando nuestras vidas. Tú ya no tienes poder sobre nosotros.

Aki los miró a todos, su rostro cada vez más pálido. Durante años había disfrutado de manipular a quienes lo rodeaban, aprovechándose de su miedo y vulnerabilidad. Pero ahora, por primera vez, parecía darse cuenta de que había perdido.

—Ustedes no entienden nada... —dijo finalmente, su voz apagada—. Nunca lo entenderán...

Y sin decir una palabra más, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la oscuridad, desapareciendo en la noche. El grupo lo observó irse en silencio, sintiendo el peso de lo que acababa de suceder.

Después de lo que pareció una eternidad, Rina fue la primera en hablar.

—¿Creen que esto es realmente el final? —preguntó en voz baja.

Hiroshi suspiró, mirando hacia donde Aki había desaparecido.

—No lo sé —admitió—. Pero ya no importa. No tenemos que seguir viviendo bajo su sombra. Lo importante es que seguimos adelante, juntos.

Yuto asintió, colocando una mano en el hombro de Hiroshi.

—Hemos hecho lo correcto. Eso es lo que importa.

Sota, que había estado en silencio todo el tiempo, finalmente habló, con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Es extraño... —dijo—. Pensé que el enfrentarlo sería más aterrador, pero ahora que ha pasado... siento que por fin puedo respirar.

Hiroshi sonrió, sintiendo lo mismo. Era como si una gran nube oscura se hubiera disipado, y por primera vez en mucho tiempo, podían ver el horizonte.

—Esto es solo el comienzo —dijo Hiroshi, mirando a sus amigos—. Ahora es nuestro turno de escribir nuestras propias historias.

Y con esa promesa, el grupo se alejó del parque, sabiendo que, aunque el camino por delante no sería fácil, al menos ya no tendrían que enfrentarlo solos.

Shadows of Realities#2 [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora