La llamada llegó de madrugada, interrumpiendo la tranquilidad de la noche. Jade se levantó aturdida, con el corazón latiéndole con fuerza, y en cuanto oyó la voz al otro lado de la línea, supo que algo estaba mal.
—Lo siento mucho… —dijo el médico con tono solemne—. Su madre no logró superar las complicaciones. Hicimos todo lo posible.
La noticia cayó sobre ella como una piedra. El mundo, que ya le parecía frágil, se rompió en mil pedazos. No había nada que pudiera hacer, y la promesa que su madre había hecho de irse juntas de vacaciones a República Dominicana quedaba sin cumplirse, como una sombra de lo que pudo haber sido.
Pasaron los siguientes días en un torbellino de llamadas, arreglos y visitas al hospital. Fue en medio de todo ese dolor cuando Jade pensó en su hermano menor, que se encontraba de vacaciones en República Dominicana. Aunque ya había tratado de prepararlo para la posibilidad de que su madre no se recuperara, sabía que nada podría hacerle menos duro el momento en que tuviera que darle la noticia.
Cuando su hermano llegó, el dolor compartido los unió más que nunca. Jade lo recibió en el aeropuerto, y al verlo, todo lo que había estado conteniendo en su interior salió a la superficie. Se abrazaron con fuerza, dejando que las lágrimas corrieran libres.
Esa misma noche, en la casa que ahora sentía demasiado vacía, Jade tomó la decisión de llevarse a su hermano a vivir con ella. La idea de dejarlo solo era impensable, y en medio de su propio duelo, quería ofrecerle la seguridad y el hogar que él necesitaba.
—Quiero que vengas a vivir conmigo —le dije mientras estaban sentados juntos en la sala, en silencio, tratando de encontrar algo de calma.
Él la miró con los ojos aún rojos por el llanto y asintió, sin decir una palabra, aceptando la nueva realidad que ambos debían enfrentar.
Los días siguientes estuvieron llenos de trámites, empacando las cosas de su madre y adaptando el espacio de Jade para que su hermano pudiera sentirse en casa. Mientras acomodaban sus cosas en el departamento, Jade sintió una mezcla de tristeza y esperanza. No era la vida que había imaginado, pero al menos no estarían solos.
Una tarde, mientras estaban desempacando, su hermano sacó una foto de su madre sonriendo bajo el sol de República Dominicana, una de sus últimas fotos, llena de vida y sueños no cumplidos.
—Siempre quiso volver allí —dijo él en voz baja.
Jade lo abrazó y le prometió que, algún día, juntos cumplirían ese sueño en su memoria.
En los días que siguieron, Jade y su hermano comenzaron a adaptarse a su nueva vida juntos, aunque el peso de la pérdida seguía presente en cada rincón de la casa. Por las mañanas, Jade intentaba mantener la rutina, preparándole el desayuno y llevándolo a su nueva escuela. Al principio, el cambio fue difícil para ambos. Su hermano tenía momentos en los que solo se quedaba en silencio, con la mirada perdida, como si esperara que su madre volviera.
Una noche, después de cenar, Jade notó que él estaba especialmente callado. Decidió darle espacio, pero al rato él fue quien rompió el silencio.
—¿Crees que mamá está en paz ahora? —preguntó, con la voz baja.
Jade sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, pero se esforzó por mantener la calma.
—Sí, creo que sí. —le respondí, intentando darle un poco de consuelo. —Y aunque ya no esté aquí, sigue con nosotros. En cada recuerdo, en cada cosa que nos enseñó…
Su hermano asintió, pero todavía había algo en su mirada, una tristeza profunda que Jade comprendía demasiado bien.
Para ayudar a sanar, Jade decidió que necesitaban algo especial para recordar a su madre. Así que, un fin de semana, le propuso a su hermano que organizaran una pequeña ceremonia en la playa, para despedirse de su madre de una forma que sintiera auténtica.
Llegaron temprano, cuando la playa aún estaba vacía, y caminaron hasta la orilla. El mar estaba en calma, y una brisa ligera acariciaba sus rostros. Jade llevaba consigo una flor y una carta que había escrito para su madre, en la que le agradecía todo lo que le había enseñado, todo el amor y la fortaleza que le había dado.
—Mamá, este era tu sueño… —murmure, mirando hacia el horizonte.
Juntos, dejaron la flor y la carta en el agua, viendo cómo el mar las llevaba lentamente. El momento fue simple, pero les dio la paz que tanto necesitaban. Por primera vez desde su pérdida, Jade sintió que el dolor comenzaba a ceder, dejando espacio para los recuerdos felices y para la promesa que le había hecho a su hermano: algún día, regresarían a República Dominicana juntos.
Mientras se abrazaban, Jade sintió que, a pesar de la tristeza, estaban dando un paso adelante, aprendiendo a vivir con la ausencia de su madre y, al mismo tiempo, fortaleciendo su vínculo y su nueva familia, donde ambos se tenían el uno al otro.
Mientras Jade y su hermano miraban el mar en silencio, dejando que las olas se llevaran la carta y la flor, sintió una cálida presencia a su lado. Hael, que había llegado para acompañarlos en ese momento tan íntimo, le puso una mano en el hombro y luego la abrazó suavemente.
Jade se dejó llevar, apoyando la cabeza en su pecho, sintiendo cómo su propio dolor se aligeraba un poco al compartirlo.
—Todo estará bien —le susurró Hael, en un tono cálido y seguro—. Estoy aquí para ti, para los dos.
Su hermano, que observaba la escena, se acercó tímidamente, y Hael extendió un brazo, incluyéndolo en el abrazo. Fue un gesto sencillo, pero cargado de significado. En ese instante, Jade sintió que no estaban solos; Hael era alguien en quien podía confiar, alguien que entendía el valor de estar presentes en los momentos de dolor y sanación.
Permanecieron así, abrazados frente al océano, con el sonido de las olas como testigo de sus promesas silenciosas. El viento fresco traía una paz inesperada, como si la brisa les recordara que siempre hay un nuevo comienzo, incluso después de la pérdida.
—Gracias, Hael —murmure, mirándolo a los ojos. Él me sonrió con ternura, y en su mirada vi la seguridad de que, aunque el camino fuera difícil, lo recorreríamos juntos.
Gracias por ver.
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El Contrato del Diablo.
RomanceEn las sombras de una ciudad opulenta y decadente, donde el pecado se viste de seda y el lujo esconde secretos inconfesables, se teje una historia de poder, obsesión y un pacto sellado con el mismísimo diablo. Jade, una mujer atormentada por un pas...