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''26 de noviembre del 1960

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''26 de noviembre del 1960

Te amo, tanto que mi estómago ruge ante tu ausencia, tanto que el alimentarme de tí ti y compartirte, me sulfura; No siento envidia y mucho menos soy egoísta, amo la pleitesía que brinda el dar, por ello acepte la división de su cuerpo, un pedazo de ojo para él y un trozo de corazón para  mí
Charlotte Bernad, mi mundo ahora era carmín y se lo debía a usted.''

El álgido aire golpeó mis ojos y mis labios temblaron junto con mis dientes al castañar, mi cuerpo apenas tibio se encogía cerca de algo cálido y chispeante.  El dolor punzaba con fuerza generando  espasmos desde mis falanges hasta mis carpos, robándome un quejido  casi confundible con el venteo invernal.

Me esforcé por abrir mis párpados, distinguí la figura de una flama  débil a centímetros de mi rostro y posteriormente eché mi cuerpo hacia atrás con temor, el acto me robó un quejido y el dolor de mi palma se extendió atravesando mi anatomía ósea.

—  pensé hacer lo que Amon no pudo, dejarla morir en aquella taberna.

Esa voz, mi atención se dirigió hacia donde provenía esa suavidad tan tosca.

— Aquí está, casi moribunda y su aspecto, no sé si Amon la amaría así.

Su cabello rubio caía sobre sus ojos, tan amplios como el cielo; observando críticamente los míos.  La fogata entre nosotras titilaba rayos de luz, y estos danzaban suavemente entre su cabello hasta su tierno rostro.

— Sabe, el rey, solía subir la tela de mi vestido y cortaba mis rodillas – explicó analizando mi débil cuerpo – llegó el momento de mi vida, en el que alguien me besó entre ellas.

Sus pensamientos en voz alta fueron acallados, suspiró y abrazó su cuerpo, apretó su anatomía bajo sus palmas. Llevaba una tela delgada encima, permanecía tensa y a decir verdad, normalmente parecía querer desaparecer el mundo y su carácter la podría hacer ver inhumana, el invierno no era nada para ella, ¿no?

Intenté erguir la parte superior de mi cuerpo recostándome sobre mi mano sana, con dificultad logré quedar sentada, mire lo que cubría ahora mi regazo y el aire alertó mis nervios al tocar mis brazos.  Su abrigo y el mío me habían estado tapando.

— Lleva cuatro días dormida – sus palabras parecían inocentes, torpes pero indiferentes. Quizá no entendía lo que había sucedido – robé cosas, con los hilos y agujas de una cabaña hice lo mejor que pude.

Bajo su mirada hacia mi mano, imité su acción y elevé mi mano adolorida, casi flaqueante, divisé como algunos hilos se asomaban debajo del vendaje de seda, me atravesaban sin conocimiento alguno sellando mi carne. Mi cara palideció y elevé mi mirada hacia ella.

— ¿cua... tro di...? –mi lengua entumecida se trababa al formular palabras.

— Su compañía en silencio es mejor, Charlotte. Esos cuatro días fueron una maravilla, no lo arruine – pausó–  Leí, sabía de usted por Amon y ahora sé de Charlotte por usted. Me parece estúpido que eligiera el no saber quién era, ¿su mente es frágil?

La Bastarda Del Duque [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora