El regreso a la realidad fue más difícil de lo que Sofía había anticipado. Después de la mágica noche junto al lago, despertarse en su habitación, rodeada del bullicio habitual de su hogar, se sentía casi surrealista. El brillo del amanecer había dejado una sensación de paz en su corazón, pero también una inquietud sutil. La conexión que había forjado con Alex era innegable, pero la sombra de su pasado seguía acechando.
A medida que pasaron los días, Sofía se sintió cada vez más atraída hacia Alex, pero también comenzó a notar la forma en que él se cerraba en ciertos momentos, como si una parte de él aún estuviera atrapada en un tiempo y lugar que no quería compartir. Durante las clases, él seguía siendo el mismo chico tranquilo, observador y distante, pero en su tiempo juntos, revelaba fragmentos de sí mismo que dejaban a Sofía con preguntas.
Una tarde, mientras caminaban por el parque, ella decidió que era el momento de acercarse un poco más, de hacerle esas preguntas que había estado guardando. Se sentaron en un banco, y mientras el sol comenzaba a ocultarse tras los árboles, Sofía lo miró a los ojos.
—Alex, hay algo que necesito saber —comenzó, sintiendo cómo la tensión llenaba el aire—. Sé que tienes un pasado que todavía pesa en ti. Quiero que sepas que estoy aquí, pero también necesito entender un poco más. ¿Qué es lo que te ha hecho tan reservado?
Alex suspiró, mirando hacia el horizonte, como si estuviera buscando las palabras correctas en el atardecer. Por un momento, Sofía temió que él no respondiera, que volviera a cerrarse como antes. Pero luego, lentamente, él empezó a hablar.
—No es fácil para mí abrirme, Sofía. He cargado con muchas cosas desde que me mudé aquí. Mi familia no es como la tuya. Mi padre... él siempre ha sido muy exigente y, cuando mis padres se separaron, todo se complicó. Me mudé aquí para vivir con mi madre, y aunque ella es increíble, aún arrastro ese peso de sentir que nunca cumplo con las expectativas —explicó, su voz firme pero cargada de vulnerabilidad.
Sofía sintió un nudo en el estómago al escuchar sus palabras. Era evidente que había más en la historia, pero ella no quería presionarlo.
—Lo siento mucho —dijo ella, deseando poder aliviar su dolor—. No tienes que sentirte así conmigo. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, sin importar lo que haya pasado.
Alex la miró a los ojos, y por un momento, Sofía vio un destello de gratitud. Sin embargo, el dolor seguía en su mirada, y ella se dio cuenta de que necesitaba ayudarlo a sanar.
—A veces siento que mis problemas son demasiado pesados. Te involucro en todo esto y no quiero que eso te afecte. Solo quiero disfrutar de lo que tenemos —admitió él, su voz temblando levemente.
Sofía tomó su mano, entrelazando sus dedos. El gesto era simple, pero cargado de significado.
—Tú no me estás involucrando en nada, Alex. Quiero ser parte de tu vida, incluso de los momentos difíciles. Esos momentos son los que nos hacen más fuertes. Te prometo que no te juzgaré. Solo quiero entenderte —le dijo con firmeza.
Un silencio cómodo se instaló entre ellos, y Alex pareció sopesar sus palabras. Su mirada se suavizó, y poco a poco, comenzó a abrirse más.
—Mi padre siempre me decía que tenía que ser fuerte, que no debía mostrar debilidad. Aprendí a ocultar mis emociones. A veces, me siento perdido, como si no supiera quién soy realmente —confesó.
La sinceridad de Alex conmovió a Sofía. Se sintió impulsada a acercarse más a él, a ser su refugio, su compañera en el viaje hacia la sanación.
—Lo más valioso que podemos hacer es ser auténticos. No tienes que cargar todo solo. Estoy aquí, y estoy dispuesta a conocerte, incluso con todas tus imperfecciones —dijo ella, sonriendo con calidez.
Los ojos de Alex brillaron con algo más que gratitud. Había un atisbo de esperanza en su mirada, una chispa que hacía tiempo no veía.
—Gracias, Sofía. No sé qué hice para merecerte, pero me alegra que estés en mi vida —respondió, su voz llena de emoción.
Mientras caía la noche, Sofía se sintió más conectada que nunca con Alex. Aunque el camino hacia la apertura emocional podría ser largo y complicado, estaba dispuesta a recorrerlo a su lado. Juntos, podrían encontrar el equilibrio entre sus mundos y construir algo nuevo, un espacio donde ambos pudieran ser ellos mismos sin miedo al pasado.
Se quedaron sentados allí, tomados de la mano, viendo cómo las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno. En ese instante, Sofía supo que lo que compartían era especial y que, con tiempo, Alex podría encontrar la paz que tanto necesitaba. Ella estaba decidida a ser su luz, su guía, mientras navegaban juntos por las aguas del amor y la sanación.
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Entre miradas
RomanceSofía está lista para comenzar su último año de secundaria, pero algo en el aire le dice que este año será diferente. Cuando conoce a Alex, el chico nuevo y misterioso que prefiere los libros a las fiestas, su mundo da un giro inesperado. Aunque al...