IX - La Verdad Sale A La Luz

49 2 0
                                    

El aire fresco de la noche se sentía más denso cuando Alex se quedó en silencio después de su confesión. El momento que ambos compartían era cargado de una tensión palpable, pero Sofía no quería presionar. Sabía que Alex se estaba preparando para decir algo importante, algo que tal vez cambiaría todo lo que sabía sobre él.

—No tienes que decirme nada si no estás listo —dijo Sofía en voz baja, rompiendo el silencio.

Alex apretó los labios, como si estuviera considerando esa opción, pero después de unos segundos, soltó un suspiro largo y pesado.

—No es justo para ti, Sofía —dijo con voz ronca—. Te has acercado a mí, has intentado conocerme, y yo... yo solo he estado ocultando cosas.

Sofía negó con la cabeza.

—Todos tenemos cosas que ocultar. Nadie espera que lo cuentes todo al principio.

Alex la miró, sus ojos verdes oscuros bajo la luz tenue que provenía de la casa. Sofía sabía que estaba luchando consigo mismo, decidiendo cuánto decir, cuánto revelar. Finalmente, inclinó la cabeza y comenzó a hablar, con la voz más suave de lo habitual.

—Hace un año... cuando vivía en la otra ciudad, todo era diferente. Mi vida era más... normal, supongo. Tenía amigos, salía, hacía todas las cosas que cualquier adolescente hace. Pero luego... mi papá murió.

Sofía sintió un nudo en el estómago. Sabía que Alex había perdido a su padre, pero nunca habían hablado de lo que realmente significaba para él.

—Lo siento mucho, Alex —susurró, pero él sacudió la cabeza, como si esas palabras no fueran suficientes.

—No, Sofía, no entiendes —dijo él, su voz rompiéndose ligeramente—. Mi padre no solo murió, él... se quitó la vida.

Las palabras cayeron como un golpe, haciendo que el aire entre ellos pareciera detenerse. Sofía sintió el dolor en su voz, el peso de una verdad tan devastadora que apenas podía comprenderlo. No sabía qué decir, cómo reaccionar. Solo podía mirarlo, sintiendo su dolor tan claramente como si fuera el suyo propio.

—No lo vi venir —continuó Alex, su voz ahora rota y desesperada—. Mi padre era mi héroe. Siempre estuvo ahí para mí, para mi madre. Era fuerte, o eso creíamos. Pero de alguna manera, todo se derrumbó. Un día, simplemente no pudo más.

Alex se detuvo un momento, cerrando los ojos con fuerza, como si intentara contener las lágrimas que amenazaban con salir.

—Después de eso, todo cambió. Mi madre... ella no lo soportó. Se fue, no físicamente, pero emocionalmente dejó de estar allí. Y yo... bueno, me perdí. Dejé de ir a clases, dejé de ver a mis amigos. Estuve solo, completamente solo, durante meses.

Sofía sentía cómo se le quebraba el corazón por él. La imagen de Alex, siempre tan fuerte y distante, se desmoronaba ante ella, revelando a un chico vulnerable y roto por dentro. Quería decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar su dolor, pero no sabía cómo.

—Entonces nos mudamos aquí —dijo finalmente Alex, abriendo los ojos nuevamente—. Mi madre pensó que un cambio de lugar podría ayudar, pero yo seguí igual. La verdad es que no he sabido cómo seguir adelante desde entonces. Todo se siente vacío, sin sentido. Y cada vez que alguien intenta acercarse, siento que los estoy engañando, porque sigo siendo ese chico roto por dentro.

Sofía, con los ojos llenos de lágrimas, tomó la mano de Alex y la apretó con fuerza. No había palabras que pudieran sanar una herida tan profunda, pero estaba decidida a estar allí para él, sin importar cuánto tiempo le llevara.

—Alex, lo siento mucho que hayas tenido que pasar por todo eso solo —dijo con suavidad—. Pero no tienes que seguir enfrentándolo solo. Estoy aquí, y no voy a irme.

Alex la miró con una mezcla de dolor y alivio. Era como si estuviera esperando que ella lo rechazara, como si sus secretos fueran demasiado oscuros para compartir. Pero la mirada de Sofía le decía lo contrario. Ella no lo juzgaba, no se apartaba de él. En su lugar, se acercaba aún más.

—No sé qué hacer con todo esto, Sofía —admitió él en voz baja—. Siento que nunca voy a poder dejar atrás lo que pasó.

—No tienes que tener todas las respuestas ahora —respondió ella con firmeza—. Nadie espera que lo hagas. Pero lo importante es que estás aquí, estás hablando de ello, y eso es el primer paso.

Por primera vez en mucho tiempo, Alex sonrió, aunque fue una sonrisa débil y triste.

—Gracias, Sofía. No sé qué habría hecho sin ti.

Sofía solo sonrió suavemente, sin soltar su mano. No había promesas de que todo estaría bien, pero en ese momento, eso no importaba. Lo que importaba era que estaban juntos, y eso era suficiente.

El sonido de la música de la fiesta seguía resonando a lo lejos, pero para ellos, todo lo demás parecía haberse desvanecido. Estaban en su propio pequeño mundo, un mundo lleno de dolor, pero también de comprensión y esperanza.

El pasado de Alex, aunque doloroso, ya no era un secreto. Y Sofía sabía que, aunque el camino sería difícil, estaban listos para enfrentarlo juntos.

Entre miradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora