XVI - Puentes y Confesiones

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Al día siguiente, la tensión de la pelea en la cancha aún flotaba en el ambiente, como un recuerdo que todos comentaban en susurros. Para Sofía, sin embargo, el recuerdo de ese momento era más profundo: era el instante en que su conexión con Alex se había fortalecido de una forma que ni siquiera ella había anticipado.

A la hora del almuerzo, Sofía caminaba por el pasillo en dirección a su casillero cuando vio a Alex esperándola. Estaba apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos y una expresión algo seria, como si llevara tiempo pensando en qué decirle.

—¿Tienes un minuto? —preguntó él cuando sus miradas se encontraron.

Sofía asintió, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Lo siguió hasta un rincón apartado en el patio, donde podían hablar sin interrupciones. Alex se detuvo y respiró profundamente antes de empezar.

—He estado pensando en lo que hablamos ayer, sobre dejar el pasado atrás —dijo, mirando al suelo como si buscara las palabras correctas—. Y hay algo más que quiero que sepas. Algo que he guardado y que... creo que necesitas entender.

La intensidad en su voz le hizo saber que se trataba de algo importante, y Sofía se preparó para escuchar, decidida a no juzgarlo.

—El año pasado... —comenzó Alex, con voz temblorosa—. El año pasado hice algo de lo que me arrepiento todos los días. Perdí a un amigo, alguien muy cercano a mí, porque me dejé llevar por la presión de los demás, porque me preocupaba demasiado por encajar. Me alejé de él en un momento en el que él realmente me necesitaba. Y cuando finalmente me di cuenta, ya era demasiado tarde.

Alex bajó la mirada, y Sofía pudo ver el dolor reflejado en sus ojos. Era un peso que él había cargado en silencio, sin compartirlo con nadie hasta ahora.

—Ese fue el motivo por el que mi familia decidió mudarse. Yo ya no soportaba la culpa, y mis padres pensaron que sería mejor alejarme de todo lo que me recordaba ese error.

Sofía lo escuchó en silencio, y cuando él terminó, le tomó la mano con suavidad.

—Todos cometemos errores, Alex —le dijo con ternura—. Y lo importante es que eres consciente de ello, que estás intentando cambiar. Lo que hiciste entonces no te define, pero lo que elijas hacer a partir de ahora, sí.

Alex la miró, sorprendido por la comprensión en sus palabras. Nadie le había dicho eso antes, y esa aceptación lo reconfortaba de una forma que no había imaginado.

—Gracias, Sofía —susurró, su voz cargada de emoción—. Gracias por darme otra oportunidad, por no alejarte.

Ella sonrió, sin soltar su mano.

—¿Sabes? Creo que en la vida todos necesitamos una segunda oportunidad —respondió—. Y si tú eres capaz de perdonarte, yo estoy aquí para caminar a tu lado.

Alex, en ese momento, entendió que su vida tenía un nuevo comienzo, uno que él mismo debía construir, pero que Sofía estaba dispuesta a compartir con él. La confianza y el entendimiento entre ambos eran ahora mucho más fuertes, como un puente que habían construido juntos para superar los errores del pasado y mirar hacia el futuro.

Mientras la brisa soplaba suavemente, llevándose consigo las últimas hojas del otoño, ambos sintieron que un nuevo capítulo se abría para ellos.

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