Los días siguientes a su conversación con Alex fueron más tranquilos, pero también más intensos de lo que Sofía había anticipado. Las cosas entre ellos parecían haber encontrado un equilibrio. No era perfecto, pero se estaban acercando de una manera más honesta, más real. Alex seguía siendo reservado en algunos aspectos, pero Sofía sentía que él hacía un esfuerzo consciente por ser más abierto, aunque fuera un paso a la vez.
Una tarde, después de clases, Sofía decidió pasar por la biblioteca del colegio. Tenía algunos deberes acumulados y sentía que necesitaba un espacio tranquilo para enfocarse. Mientras caminaba por los pasillos entre las estanterías, con el sonido suave de hojas pasando de fondo, encontró a Alex sentado en una de las mesas, con un libro abierto frente a él. Sin pensarlo mucho, se acercó.
—No esperaba encontrarte aquí —dijo Sofía, sonriendo mientras dejaba su mochila en el asiento frente a él.
Alex levantó la mirada, con una leve sonrisa en los labios.
—Siempre vengo aquí después de clases —dijo, señalando el libro—. Es el único lugar donde realmente puedo concentrarme.
—¿Qué estás leyendo? —preguntó Sofía, curiosa.
—Es un libro de filosofía. Me ayuda a pensar. A veces me pierdo en mis propios pensamientos, y estos libros me recuerdan que hay otras formas de ver el mundo —respondió, girando el libro para que ella pudiera ver el título.
Sofía asintió, intrigada. Aunque nunca había sido una gran lectora de filosofía, entendía que para Alex, esos libros eran una forma de encontrar claridad en medio del caos interno que parecía acompañarlo siempre.
—¿Puedo sentarme contigo? —preguntó ella.
Alex la miró durante un segundo, como si estuviera evaluando la propuesta, y luego asintió con una sonrisa.
—Claro.
Ambos se sentaron en silencio durante un rato, Sofía trabajando en sus deberes mientras Alex volvía a su lectura. A pesar del silencio, había una comodidad en estar juntos, en compartir el mismo espacio sin necesidad de llenar el aire con palabras. Era uno de esos momentos donde simplemente estar juntos era suficiente.
Después de un rato, Sofía cerró su cuaderno y apoyó la cabeza en la mano, observando a Alex mientras él seguía leyendo. No pudo evitar sonreír. Había algo fascinante en la forma en que se concentraba, en cómo sus ojos se movían rápidamente por las líneas de texto.
—¿Qué? —preguntó Alex de repente, sin apartar la vista de su libro, aunque una leve sonrisa jugaba en los bordes de sus labios.
—Nada —respondió Sofía, riendo suavemente—. Solo me gusta verte cuando estás concentrado.
Alex levantó una ceja, mirándola finalmente.
—¿Te gusta verme leer? Eso es... un poco extraño.
—¿Es raro? —preguntó Sofía, fingiendo estar ofendida—. ¿Qué tiene de malo?
—Nada, supongo. Solo que nunca había pensado que eso pudiera ser algo que alguien disfrute —dijo él, volviendo a su libro, aunque la sonrisa seguía presente.
Sofía sonrió, sacudiendo la cabeza. Era en estos momentos, en las pequeñas interacciones cotidianas, donde sentía que las barreras que Alex había levantado comenzaban a desmoronarse lentamente. Y aunque sabía que quedaba mucho camino por recorrer, ella estaba dispuesta a esperar.
Al día siguiente, mientras Sofía se dirigía a la cafetería para el almuerzo, vio a Alex sentado en su mesa habitual, solo como siempre, pero esta vez algo en su expresión parecía diferente. No era la habitual calma distante que mostraba. Parecía preocupado, distraído.
Sofía se acercó, pero antes de llegar a su mesa, una figura inesperada apareció frente a Alex. Era un chico alto, con una chaqueta deportiva del equipo de fútbol del colegio, y aunque no era la primera vez que Sofía lo veía, no lo conocía bien. Al parecer, tampoco era amigo de Alex, porque el ambiente entre ellos se tensó de inmediato.
—¿Qué quieres? —preguntó Alex, visiblemente incómodo.
—Solo quería hablar contigo un segundo, amigo —dijo el chico, aunque su tono tenía una pizca de arrogancia—. He escuchado algunas cosas. Sobre ti y Sofía.
Sofía, que se había detenido a unos pasos de la mesa, sintió su corazón acelerarse. No sabía de qué estaba hablando ese chico, pero la tensión en el aire era palpable.
—No sé de qué hablas —respondió Alex, con el ceño fruncido.
—Mira, solo te diré esto una vez —dijo el chico, inclinándose hacia él—. No te metas con las personas equivocadas. Algunos de nosotros hemos estado aquí mucho más tiempo que tú, y sabemos cómo funcionan las cosas. Si sigues molestando a la gente, no va a terminar bien para ti.
Alex lo miró fijamente, sin moverse ni una pulgada. Pero Sofía, desde donde estaba, pudo ver la tensión en su mandíbula. Estaba conteniendo algo, tal vez ira, tal vez miedo.
—¿Es eso una amenaza? —preguntó Alex, con la voz baja.
El chico soltó una risa sarcástica y se dio la vuelta, alejándose.
—Solo un consejo, amigo. Cuídate.
Sofía no pudo esperar más. Se acercó rápidamente a la mesa de Alex, preocupada.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, sentándose frente a él.
Alex negó con la cabeza, sus ojos todavía fijos en el lugar donde el chico había estado momentos antes.
—Nada, solo... tonterías.
—¿Segura que fue solo eso? —insistió Sofía, frunciendo el ceño.
Alex finalmente la miró, y aunque intentó sonreír, no pudo ocultar la preocupación en sus ojos.
—No te preocupes, Sofía. No fue nada que no pueda manejar.
Sofía quería creerle, pero algo en su tono no la convencía del todo. Estaba claro que lo que había ocurrido con ese chico no era un simple malentendido. Y, lo que era peor, Sofía temía que aquello pudiera ser solo el principio de algo más grande, algo que podría poner a Alex en una posición peligrosa.
Esa noche, mientras Sofía intentaba concentrarse en su tarea, no pudo dejar de pensar en lo que había visto en la cafetería. ¿Quién era ese chico? ¿Y qué quería de Alex? La sensación de inquietud creció dentro de ella, hasta que decidió que no podía dejarlo así.
Tomó su teléfono y le envió un mensaje a Alex.
Sofía: Sé que dijiste que no me preocupara, pero lo estoy. ¿Qué fue lo que pasó hoy?
Pasaron unos minutos antes de que llegara una respuesta.
Alex: Te lo dije, no fue nada grave. Solo alguien que quiere molestarme.
Sofía no estaba satisfecha con esa respuesta, pero decidió no presionarlo más esa noche. Aun así, la preocupación seguía en su pecho, como un peso que no podía sacudirse. Algo le decía que los problemas de Alex estaban lejos de haber terminado, y que tal vez, lo peor estaba por venir.
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Entre miradas
RomanceSofía está lista para comenzar su último año de secundaria, pero algo en el aire le dice que este año será diferente. Cuando conoce a Alex, el chico nuevo y misterioso que prefiere los libros a las fiestas, su mundo da un giro inesperado. Aunque al...