El ambiente en la escuela era más denso de lo habitual; la pelea entre Alex y los otros chicos aún se discutía en voz baja en los pasillos. Sin embargo, para Sofía y Alex, aquello ya era solo un recuerdo, un catalizador que los había unido aún más. Estaban más cerca que nunca, compartiendo secretos y miradas que hablaban sin palabras. Sin embargo, había algo en el rostro de Alex que inquietaba a Sofía, una especie de sombra que él aún no lograba disipar.
Una tarde después de clases, mientras el sol teñía el cielo de tonos naranjas, Alex se acercó a Sofía junto al portón del colegio. Ella, que estaba esperando a Clara, se sorprendió al verlo ahí, solo, con las manos en los bolsillos y una expresión seria.
—¿Puedo invitarte a dar una vuelta? —preguntó Alex.
Sofía sonrió y asintió, aunque en su interior sentía que aquella invitación tenía un propósito oculto. Caminaron juntos en silencio, mientras el aire fresco de la tarde les daba una calma extraña, como si todo el caos de sus vidas quedara atrás.
—Sofía —comenzó él, rompiendo el silencio mientras caminaban hacia el parque—. Hay algo más que quiero contarte, algo que nunca le he dicho a nadie.
Ella lo miró con sorpresa y preocupación a la vez. Sabía que Alex estaba abriéndose como nunca antes, y no quería que sintiera que debía ocultarse más.
—Tómate tu tiempo, Alex. No tienes que decírmelo si no quieres —le dijo con una sonrisa suave, tratando de aliviar su tensión.
Alex asintió, respirando profundo, y luego se sentó en una banca cerca de un viejo roble. Sofía se sentó a su lado, esperando pacientemente.
—Verás, el chico de quien te hablé... —empezó, clavando la vista en sus manos—. Se llamaba Lucas. Era... mi mejor amigo, el único que me conocía de verdad. Siempre estaba ahí, aun cuando los demás se alejaban. Pero yo... no supe ser igual para él.
Alex cerró los ojos un momento, como si el recuerdo lo golpeara con fuerza, y luego continuó.
—Lucas estaba pasando por un mal momento. Su familia tenía problemas, y él me pedía ayuda de todas las formas que sabía. Pero yo... no estuve para él. Estaba tan enfocado en encajar, en ser como todos los demás, que no noté lo mal que estaba hasta que fue demasiado tarde.
Sofía lo escuchaba con una mezcla de tristeza y empatía. Sabía que Alex estaba cargando con una culpa enorme, y solo podía imaginar lo difícil que debía ser revivir aquel recuerdo.
—Una noche, cuando me llamó y no respondí... —Alex tragó saliva y apretó las manos—. Fue esa noche cuando sucedió. Lucas... se fue. No soportó más. Y yo me quedé con esa última llamada perdida, ese último mensaje que nunca contesté.
Sofía sintió un nudo en la garganta. Alex la miró, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas.
—Desde entonces, cada vez que cierro los ojos, pienso en lo que pude haber hecho, en cómo pude haberlo ayudado. Fue por eso que mis padres decidieron mudarse. Querían que me alejara de todo aquello, que intentara sanar en un lugar nuevo, donde no tuviera que enfrentar las miradas de quienes sabían lo que pasó.
Hubo un largo silencio entre ambos. Sofía, con la voz apenas audible, habló:
—Alex... no fue tu culpa. A veces, aunque quisiéramos estar ahí para quienes amamos, no siempre podemos ayudarles de la manera que necesitan. Hiciste lo que podías. Estabas aprendiendo, como todos nosotros.
Alex cerró los ojos, dejando escapar una pequeña sonrisa amarga.
—¿Sabes lo que me ayuda a seguir adelante? —dijo, con una leve sonrisa—. Tú. Nunca creí que encontraría a alguien como tú. Alguien que me hace querer ser mejor, alguien que me escucha y no me juzga.
El corazón de Sofía latía acelerado, sintiendo cada palabra de Alex como una confesión sincera y profunda. En ese momento, comprendió que él necesitaba no solo perdonarse, sino aprender a seguir adelante sin cargar con el peso de lo que había sucedido.
—Entonces, deja que esté aquí para ti, Alex. No como una amiga que solo escucha, sino como alguien que quiere caminar a tu lado, sin importar lo que venga. Lo que pasó no se puede cambiar, pero el presente, este momento, está aquí para nosotros.
Alex la miró, con los ojos aún brillantes, y en un impulso de agradecimiento la abrazó. Se aferraron el uno al otro, como si aquel abrazo pudiera sanar las heridas invisibles que ambos llevaban.
Cuando se separaron, la mirada de Alex era más ligera, más libre. Algo en él había cambiado, como si el peso que había cargado por tanto tiempo se hubiera reducido.
—Gracias, Sofía —susurró—. Gracias por quedarte.
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Entre miradas
Storie d'amoreSofía está lista para comenzar su último año de secundaria, pero algo en el aire le dice que este año será diferente. Cuando conoce a Alex, el chico nuevo y misterioso que prefiere los libros a las fiestas, su mundo da un giro inesperado. Aunque al...