I - El Primer Día

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El último día de verano siempre se sentía como el final de una película que no querías que terminara. Las hojas empezaban a teñirse de naranja y el aire, aunque aún cálido, tenía una pizca de frío que anunciaba el comienzo del otoño. Para Sofía, ese primer día de clases siempre llegaba con una mezcla extraña de nervios y emoción, pero este año era diferente. Este año todo cambiaba.

El despertador sonó a las 6:30 en punto, como todos los días. Pero a diferencia de otros años, Sofía no tenía que preocuparse por compartir el baño con su hermano mayor, Diego, porque él ya no estaría allí. Había dejado la casa para empezar la universidad, lo que dejaba a Sofía como la única hija en casa. Se suponía que eso la hacía sentir más independiente, pero solo le recordaba que las cosas ya no serían iguales.

—Es solo otro año —murmuró frente al espejo mientras se cepillaba el cabello castaño que caía en suaves ondas hasta sus hombros. Escogió su ropa con más cuidado del habitual, optando por una camiseta sencilla pero que la hacía sentir segura y sus jeans favoritos. A los 16 años, el primer día de clases era una especie de pasarela donde cada prenda contaba.

Bajó las escaleras y encontró a su madre preparando café, como siempre, con la televisión de fondo anunciando el pronóstico del tiempo.

—¿Lista para tu último año? —le preguntó su madre con una sonrisa que intentaba ser animada.

—Más o menos —respondió Sofía mientras se servía un vaso de jugo. Sabía que su madre estaba intentando que no notara el vacío en la casa.

La mañana transcurrió rápido, y antes de darse cuenta, ya estaba frente a las enormes puertas del colegio. Se quedó parada un segundo en la entrada, observando la multitud de estudiantes que se agrupaban en pequeños círculos. El bullicio de las risas, las charlas emocionadas sobre el verano y los inevitables susurros sobre quién había cambiado más desde el año pasado llenaban el aire.

Pero Sofía no estaba buscando cambios de verano ni qué chica tenía el mejor bronceado. Había una razón por la que este año sería diferente. Y esa razón estaba justo en el otro extremo del pasillo: Alex.

Alex era nuevo en el colegio. Se había mudado al vecindario el pasado junio, pero por alguna razón nunca coincidieron en las típicas fiestas o reuniones que todos los de su grupo organizaban. Era un chico callado, reservado, y a pesar de que no parecía hacer mucho esfuerzo por encajar, algo en él hacía que todos lo notaran. Incluida Sofía.

Mientras caminaba por el pasillo hacia su casillero, lo vio apoyado contra la pared, mirando su teléfono. No parecía prestarle mucha atención al caos alrededor. Sus ojos verdes estaban enfocados en la pantalla, y su cabello, un revoltijo oscuro, caía descuidadamente sobre su frente. Parecía ajeno a todo, como si perteneciera a otro lugar.

Sofía se sorprendió a sí misma desacelerando el paso para observarlo mejor. Algo en su postura relajada y misteriosa la intrigaba. Aunque nunca había hablado con él, había escuchado rumores: que era de una ciudad grande, que se había mudado por razones familiares, que prefería estar solo. No importaba. Había algo en él que la atraía como un imán.

—¡Sofi! —una voz familiar la sacó de sus pensamientos. Era Clara, su mejor amiga desde la infancia, quien se acercaba corriendo con una enorme sonrisa.

—¡Te extrañé tanto! —exclamó Clara mientras la abrazaba con fuerza—. ¡No puedo creer que este sea nuestro último año!

Sofía sonrió, pero su mente seguía en otro lado. O, más bien, en otra persona. Alex había levantado la vista del teléfono y sus ojos se encontraron por un breve segundo. Fue solo un instante, pero para Sofía fue suficiente para sentir un pequeño cosquilleo en el estómago.

—¿Estás bien? —le preguntó Clara al notar su distracción.

—Sí, claro —respondió rápidamente Sofía, forzando una sonrisa—. Solo... pensando en el año que nos espera.

—Sí, definitivamente será un año que no olvidaremos —dijo Clara emocionada, pero Sofía sabía que sus pensamientos no estaban en las fiestas ni en los exámenes, sino en Alex. Algo en su mirada la había dejado intrigada, y aunque todavía no lo conocía, sentía que él podría ser parte importante de su historia. Tal vez incluso la historia que nunca había esperado vivir.

Mientras caminaban hacia su primera clase del día, Sofía no pudo evitar mirar de nuevo hacia el lugar donde Alex había estado. Pero ya no estaba allí.

Este sería un año diferente. Podía sentirlo en cada fibra de su ser.

Y aunque no sabía exactamente por qué, una cosa era segura: Alex iba a cambiarlo todo.

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