X - Nuevos Comienzos

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La semana siguiente transcurrió de manera extraña para Sofía. Después de la confesión de Alex, las cosas entre ellos habían cambiado, pero no de la forma en que ella había esperado. No era que Alex se hubiera alejado, pero algo en su comportamiento había adoptado una distancia calculada, como si todavía estuviera procesando todo lo que había compartido.

Cada vez que lo veía en la escuela, Sofía notaba las miradas rápidas que él le lanzaba desde el otro lado del pasillo. A veces parecía que quería acercarse a ella, pero algo lo detenía en el último momento. Las conversaciones entre ellos eran más breves, menos íntimas. Y aunque Sofía entendía que Alex necesitaba tiempo para procesar sus emociones, no podía evitar sentir una creciente frustración.

Una tarde después de clases, mientras se dirigía hacia su casillero, Clara apareció a su lado.

—¿Qué está pasando con Alex? —preguntó Clara, sin rodeos.

Sofía, sorprendida por la pregunta directa, intentó sonreír.

—No lo sé —admitió—. Después de lo que pasó la semana pasada, él... creo que está luchando con muchas cosas.

Clara la observó con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—¿Y cómo te sientes con eso?

Sofía suspiró, apoyando la cabeza contra su casillero. Era difícil expresar lo que sentía, porque ella misma no estaba completamente segura.

—Es complicado, Clara. Sé que está pasando por un momento difícil, pero a veces siento que está alejándose de mí, como si tuviera miedo de lo que puede significar dejarme entrar.

Clara asintió lentamente, procesando sus palabras.

—Mira, Sofi, entiendo que quieras ayudarlo, pero también tienes que pensar en ti. No puedes quedarte atrapada en la incertidumbre de lo que él siente. Si te preocupa tanto, tal vez deberías hablar con él directamente.

Sofía sabía que Clara tenía razón. No podía seguir esperando indefinidamente a que Alex resolviera todo por su cuenta. Si quería que su relación —sea lo que fuera eso— avanzara, necesitaba enfrentar la situación de frente.

Esa noche, después de pensarlo durante horas, Sofía decidió enviarle un mensaje a Alex. Sus dedos temblaban ligeramente mientras escribía, pero sabía que era lo correcto.

Sofía: Hola, ¿puedes hablar? Creo que necesitamos aclarar algunas cosas.

Pasaron unos minutos, que se sintieron como una eternidad, antes de que la pantalla de su teléfono se iluminara con una respuesta.

Alex: Claro, ¿te veo mañana después de clases?

Sofía exhaló, aliviada por su disposición, aunque el nudo en su estómago seguía presente. No sería una conversación fácil, pero sabía que era necesaria.

Al día siguiente, después de que la última campana sonara, Sofía y Alex se encontraron en su lugar habitual, un rincón tranquilo detrás de la escuela donde solían charlar cuando querían privacidad. El sol de la tarde proyectaba largas sombras sobre el césped, y el aire tenía ese toque de frescura otoñal que Sofía adoraba.

Alex estaba sentado en un banco de madera, con la cabeza baja, mirando sus manos. Cuando Sofía se acercó, levantó la vista, y sus ojos verdes reflejaron una mezcla de cansancio y preocupación.

—Gracias por venir —dijo Sofía suavemente mientras se sentaba a su lado.

—No, gracias a ti por pedírmelo —respondió Alex, con una sonrisa leve pero sincera.

Sofía tomó un respiro profundo antes de hablar.

—Alex, sé que estás pasando por mucho, y lo último que quiero es hacerte sentir presionado. Pero también siento que te estás alejando de mí, y no sé qué hacer al respecto. No quiero forzarte a nada, pero... necesito saber si estamos en la misma página.

Alex asintió lentamente, su expresión seria.

—Tienes razón, Sofía. He estado alejándome, y no porque quiera. La verdad es que... tengo miedo. Miedo de lo que pueda pasar si te dejo entrar más en mi vida, si te dejo ver todas las partes rotas de mí.

—No tienes que tener miedo conmigo, Alex —respondió Sofía, con suavidad—. No tienes que ser perfecto, no tienes que tener todas las respuestas. Solo quiero estar a tu lado, como amiga, como lo que sea que tú necesites.

Alex la miró fijamente, y Sofía pudo ver el conflicto en sus ojos. Era como si estuviera peleando una batalla interna, entre querer dejarla entrar y temer que al hacerlo, perdería algo de sí mismo.

—Lo sé —dijo finalmente—. Lo sé, pero es difícil. He estado solo tanto tiempo que... no sé cómo ser otra cosa.

Sofía tomó su mano, entrelazando sus dedos con los suyos.

—No tienes que saberlo todo ahora. Podemos descubrirlo juntos. No hay prisa.

Hubo un silencio cargado de emociones, pero esta vez no fue incómodo. Ambos se sentaron, sosteniéndose las manos, compartiendo ese momento sin necesidad de más palabras. Finalmente, Alex dejó escapar un suspiro y asintió.

—Quiero intentarlo, Sofía. Quiero estar contigo, pero también necesito que me tengas paciencia. Estoy aprendiendo a dejar de lado mis miedos, y no va a ser fácil.

Sofía sonrió, sintiendo cómo su corazón se aligeraba un poco.

—Siempre te tendré paciencia, Alex. Lo importante es que estamos en esto juntos.

Alex la miró, y esta vez su sonrisa fue más amplia, más real. Era el comienzo de algo nuevo, de algo que ambos querían, aunque no supieran exactamente hacia dónde los llevaría. Y por primera vez en semanas, Sofía sintió que el futuro que ambos compartían, aunque incierto, estaba lleno de posibilidades.


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