IV - Detrás de la máscara

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El miércoles amaneció con una ligera bruma cubriendo las calles. Sofía, ya acostumbrada a sus rutinas, se dirigió al colegio con una mezcla de emociones. Los últimos días habían sido un torbellino. Por un lado, estaba la emoción de haber hablado con Alex, aunque de manera superficial. Pero por otro, había un pequeño nudo de incertidumbre que crecía dentro de ella. No sabía a dónde la llevaría esta curiosidad que sentía por él, pero tampoco podía ignorarla.

Al llegar al colegio, Clara la interceptó en la entrada.

—¡Sofi! —exclamó su amiga con entusiasmo, sujetándola del brazo—. ¡Hoy tenemos que hablar de la fiesta! ¿Has decidido si irás?

Sofía rodó los ojos, aunque con una sonrisa.

—Clara, ¿cuántas veces te he dicho que no soy muy fan de esas cosas?

—Lo sé, lo sé. Pero es el último año, ¡tenemos que aprovechar! Además —Clara bajó la voz, mirándola con picardía—, quién sabe, tal vez Alex aparezca.

El simple hecho de escuchar su nombre hizo que el corazón de Sofía se acelerara un poco. No era muy probable que alguien como él, que parecía evitar a toda costa los eventos sociales, asistiera a una fiesta ruidosa. Sin embargo, algo en la forma en que Clara lo mencionó la hizo reconsiderar.

—Está bien, lo pensaré —dijo Sofía al fin, aunque sabía que su respuesta no satisfaría completamente a Clara.

—¡Eso es lo que quería escuchar! —respondió su amiga con una sonrisa triunfante.

El día continuó sin mayores sobresaltos hasta la última clase, que de nuevo compartía con Alex. Esta vez, Sofía llegó al aula sintiéndose más decidida que el día anterior. Se sentó en el mismo lugar, delante de él, y mientras el profesor empezaba la lección, se dio cuenta de que Alex no estaba solo. Un grupo de chicos lo había rodeado, hablando en susurros, lanzando miradas furtivas hacia él.

Sofía no podía escuchar claramente lo que decían, pero algo en el lenguaje corporal de Alex parecía incómodo. Aunque sus respuestas eran escuetas, los otros chicos parecían insistir en algo. Finalmente, uno de ellos, un tipo alto y musculoso llamado Lucas, dio una palmada en la espalda de Alex, lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de todo el salón.

—Vamos, hombre —dijo Lucas en voz alta, con una sonrisa arrogante—. Seguro que puedes darnos más detalles. ¿Qué haces siempre solo? ¿Tienes novia secreta o qué?

El comentario hizo que varios compañeros rieran, pero Alex apenas levantó la mirada, su rostro imperturbable. Sin embargo, Sofía pudo notar la tensión en su postura.

—Déjalo, Lucas —respondió finalmente Alex, con una voz baja pero firme—. No es asunto tuyo.

—¡Uy! —Lucas levantó las manos en señal de rendición, pero su tono seguía siendo burlón—. El tipo misterioso no quiere compartir su vida secreta. Qué raro.

El profesor, al notar el bullicio, se aclaró la garganta y el aula se sumergió en silencio nuevamente. Sin embargo, el intercambio no pasó desapercibido para Sofía. Alex, a pesar de su calma exterior, claramente estaba molesto. Una vez que la clase terminó, Sofía lo observó recoger sus cosas con rapidez, decidido a salir del aula antes de que alguien más pudiera acercarse a él.

No sabía por qué lo hacía, pero sintió la necesidad de seguirlo.

—¡Alex! —lo llamó, apresurando el paso para alcanzarlo mientras él salía al pasillo.

Él se detuvo, pero no se giró inmediatamente. Sofía lo alcanzó y, por un momento, no supo qué decir. Él simplemente la miraba, sus ojos verdes fijos en ella, pero esta vez, a diferencia de las breves miradas compartidas antes, había una sombra en su expresión. Una mezcla de cansancio y algo que Sofía no podía descifrar del todo.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente, rompiendo el incómodo silencio—. Lo que pasó en clase... no tenías por qué aguantarlo.

Alex frunció el ceño, como si no esperara que ella mencionara el incidente.

—Estoy acostumbrado —respondió, con una leve sacudida de cabeza—. No es la primera vez que me preguntan cosas que no quiero responder.

Sofía notó el tono defensivo en su voz. Aunque estaba claro que él no quería hablar de lo sucedido, algo en su mirada le dijo que tal vez, solo tal vez, él necesitaba que alguien se preocupara.

—No tienes que estar acostumbrado a eso —dijo ella, suavemente—. Nadie debería hacerte sentir incómodo solo porque prefieres tu espacio.

Alex la miró de nuevo, pero esta vez su expresión cambió ligeramente. Era casi como si no estuviera acostumbrado a que alguien hablara con él de esa manera, con genuino interés.

—¿Por qué te importa? —preguntó, su tono más suave pero aún con un toque de desconfianza—. Apenas me conoces.

La pregunta tomó a Sofía por sorpresa. Era cierto, no lo conocía bien, pero algo en él la había atraído desde el primer momento. No era solo curiosidad; era una conexión que no podía explicar del todo.

—No lo sé —admitió, encogiéndose de hombros—. Solo... me parece injusto. Y a veces, es más fácil hablar con alguien que no espera nada de ti.

Alex se quedó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando sus palabras. Finalmente, soltó un leve suspiro y bajó la mirada.

—Supongo que tienes razón —dijo, casi en un murmullo—. Es complicado.

Sofía sintió una pequeña victoria al escuchar esas palabras. No había sido un gran avance, pero al menos Alex no la había rechazado por completo.

—Todo el mundo es complicado de alguna manera —dijo ella, esbozando una sonrisa—. No te preocupes, no estoy aquí para pedirte detalles de tu vida. Pero si alguna vez necesitas hablar con alguien... ya sabes dónde encontrarme.

Alex la miró por un momento más, sus ojos suavizándose. Era como si por primera vez en mucho tiempo, alguien lo hubiera visto realmente, más allá de su fachada reservada.

—Gracias, Sofía —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa que apenas se formó en sus labios—. Aprecio eso.

Sin decir más, Alex se giró y se alejó por el pasillo, dejándola sola, pero con una sensación extraña en el pecho. Era como si, por un breve momento, hubiera vislumbrado algo detrás de la máscara de Alex. Y aunque sabía que todavía quedaba mucho por descubrir, sentía que este era solo el comienzo de algo más grande.

Mientras salía del colegio, Sofía no pudo evitar sonreír. La curiosidad que la había llevado hasta él estaba empezando a transformarse en algo más profundo. Y, aunque sabía que el camino no sería fácil, estaba dispuesta a seguir descubriendo quién era realmente Alex.

Lo que no sabía era que, en ese mismo momento, Alex también la observaba desde lejos, preguntándose si ella sería la persona capaz de romper las barreras que había construido a lo largo de los años.

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