XIV - Desenlace Inesperado

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El tiempo pareció detenerse en el preciso momento en que el segundo golpe volaba en dirección a Alex. Sofía, sin pensar, se lanzó frente a él, extendiendo los brazos como si pudiera detener lo inevitable con la pura fuerza de su voluntad. No sintió el golpe, pero el estruendo a su alrededor se desvaneció, y todo quedó envuelto en un extraño y pesado silencio.

—¡Sofía! —La voz de Alex, llena de pánico, cortó el aire cuando la vio interponerse.

Pero en lugar de recibir el golpe, el puño del chico que había atacado a Alex quedó suspendido en el aire, a milímetros de su rostro. Todo el mundo en la cancha se quedó paralizado, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. El atacante, desconcertado por el inesperado giro de los acontecimientos, retrocedió un paso. Parecía tan sorprendido como Sofía de que hubiera detenido su ataque a último momento.

—¿Qué estás haciendo? —dijo con voz vacilante, claramente avergonzado.

Sofía, aún jadeante, permanecía en su lugar, sus manos temblorosas, pero decididas. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a Alex. No podía permitir que esto continuara.

—¡Detente! —gritó, mirando a todos a su alrededor, su voz llena de rabia y miedo—. Esto no tiene sentido. ¿Por qué están haciendo esto? ¿De qué va a servir? ¡Nadie gana si siguen así!

Su grito resonó en el aire, cortando la tensión. Las voces que antes animaban la pelea ahora estaban sumidas en el más absoluto silencio. Nadie esperaba que las cosas se fueran por ese camino. La multitud comenzó a murmurar, incomoda. Los chicos del equipo de fútbol, que minutos antes parecían listos para atacar sin piedad, ahora miraban con incertidumbre a su líder, como si esperaran que él decidiera qué hacer.

Alex, que hasta ese momento había permanecido firme y preparado para lo peor, puso una mano suavemente sobre el brazo de Sofía. Su mirada estaba llena de gratitud, pero también de preocupación.

—Sofía... —murmuró, bajando la cabeza hacia ella—. No debiste hacer esto.

Ella lo miró, con el corazón aún acelerado, pero determinada.

—No podía quedarme sin hacer nada, Alex. No voy a verte pelear solo, no así.

Antes de que él pudiera responder, el líder del equipo de fútbol dio un paso adelante. Su rostro estaba tenso, la rabia en sus ojos había disminuido, reemplazada por una confusión evidente. No esperaba que Sofía interviniera, y mucho menos de esa manera

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