El sonido agudo de la campana resonó por los pasillos, marcando el final de la primera clase. El bullicio habitual de estudiantes apresurados llenaba el ambiente, todos deseando llegar rápido al almuerzo o al próximo salón. Sofía, con su mochila a cuestas, caminaba tranquilamente entre la multitud, intentando hacer espacio en su mente para lo que venía en la siguiente clase. Pero, aunque lo intentara, no podía dejar de pensar en el chico nuevo.
Alex había pasado todo el primer período sentado detrás de ella, inmerso en su cuaderno, sin interactuar con nadie. Había algo en él que intrigaba a Sofía, una sensación de que era diferente a todos los demás, alguien que no intentaba encajar desesperadamente como los demás chicos nuevos. Mientras avanzaba por el pasillo, revisando mentalmente su horario, lo vio nuevamente.
Alex estaba apoyado contra los casilleros, con los auriculares puestos, aparentemente ajeno al mundo que lo rodeaba. Vestía una chaqueta oscura y jeans desgastados, un estilo que parecía tan despreocupado como él. Sofía lo observó un momento más de lo necesario, preguntándose qué estaría escuchando. A su lado, Clara la empujó suavemente con el codo, rompiendo el hechizo de su mirada.
—Te he visto, ¿sabes? —comentó Clara con una sonrisa traviesa.
Sofía frunció el ceño, intentando disimular su sorpresa.
—¿Qué dices? —respondió mientras seguía caminando.
—Te he visto mirar al chico nuevo —repitió Clara, esta vez con un tono más divertido—. Alex, ¿verdad?
—No estaba mirando... —dijo Sofía, intentando parecer indiferente, aunque por dentro sentía un leve calor en las mejillas.
Clara soltó una pequeña risa antes de mirar hacia atrás, buscando a Alex con la mirada.
—Lo entiendo, es misterioso... y guapo. Pero parece algo complicado, ¿no crees?
Sofía fingió estar más interesada en su horario que en la conversación.
—Apenas lo conozco, Clara. No es nada —respondió, esperando que con eso dejara el tema.
Clara no dijo nada más, pero su sonrisa delataba que no se lo creía del todo. Entraron juntas en la cafetería, donde el habitual caos de charlas, risas y bandejas de comida llenaba el espacio. Se sentaron en su mesa de siempre, junto a algunos amigos que ya estaban discutiendo sobre los eventos del fin de semana. Pero la mente de Sofía seguía en otro lugar, o más bien, con otra persona.
Desde su asiento, Sofía divisó a Alex en el fondo de la cafetería, sentado solo en una mesa. Frente a él, un libro abierto, y su bandeja de comida prácticamente intacta. Era extraño ver a alguien leer en ese lugar, con tanto ruido y distracción alrededor. La curiosidad la consumía, preguntándose de qué trataría ese libro.
—Oye, Sofía, ¿vienes a la fiesta del viernes? —le preguntó Mateo, uno de los chicos del grupo, rompiendo su línea de pensamientos.
—¿Fiesta? —Sofía había escuchado vagamente algo sobre eso, pero no estaba prestando atención.
—Sí, la de Marta —intervino Clara—. Será en su casa, como siempre. Deberías venir.
Sofía asintió sin comprometerse. Sabía que no tenía ganas de ir a una fiesta ruidosa, pero tampoco quería parecer desinteresada ante sus amigos.
—Veré si puedo —respondió con una sonrisa educada.
La conversación en la mesa siguió su curso, pero Sofía apenas participaba. No podía dejar de lanzar miradas furtivas hacia la mesa de Alex. Había algo en su manera de estar solo, tan cómodo en su propia compañía, que la desconcertaba y, al mismo tiempo, la atraía.
Después del almuerzo, Sofía caminó lentamente hacia su próxima clase, algo distraída. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Alex, completamente ajeno al mundo a su alrededor. Al doblar una esquina del pasillo, chocó con alguien, haciendo que su mochila cayera al suelo.
—Lo siento —se disculpó rápidamente, agachándose para recogerla.
—No fue nada.
La voz era baja, calmada, pero inmediatamente reconocible. Sofía levantó la mirada y se encontró con los ojos verdes de Alex. Su corazón dio un pequeño brinco. Él también había agachado para recoger uno de los libros que ella había dejado caer.
—Gracias —dijo Sofía, sintiendo que sus mejillas se calentaban de nuevo.
—No hay problema —respondió él, entregándole el libro con una sonrisa leve pero cortés.
Por un momento, se quedaron ahí, mirándose sin decir nada. Fue un instante breve, pero Sofía lo sintió como una eternidad. Había algo en la forma en que Alex la miraba, como si pudiera ver a través de ella, más allá de la fachada que todos mostraban en la escuela. Sofía sintió una extraña conexión, aunque no podía explicarla.
—Nos vemos en clase —dijo él finalmente, rompiendo el silencio y levantándose.
Sofía lo vio alejarse por el pasillo, y solo entonces se dio cuenta de que su corazón latía con fuerza. Mientras avanzaba hacia su propia clase, no pudo evitar preguntarse qué tenía Alex que la hacía sentirse tan diferente. Había algo en él que la intrigaba, algo que la hacía querer conocerlo más. Pero también estaba el aviso silencioso de Clara: Alex parecía complicado.
¿Qué tanto quería adentrarse en ese misterio? Solo el tiempo lo diría.
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Entre miradas
DragosteSofía está lista para comenzar su último año de secundaria, pero algo en el aire le dice que este año será diferente. Cuando conoce a Alex, el chico nuevo y misterioso que prefiere los libros a las fiestas, su mundo da un giro inesperado. Aunque al...