𝑳𝒐𝒃𝒂 𝑺𝒐𝒍𝒊𝒕𝒂𝒓𝒊𝒂 || 𝑨𝒍𝒊𝒄𝒆 𝑪𝒖𝒍𝒍𝒆𝒏 (𝒈𝒙𝒈)

Capítulo 25

Las cosas estuvieron un poco tensas cuando Esme y yo regresamos. Sabía, por el hecho de que todos los demás vampiros estaban reunidos en una misma habitación, que habían tenido algún tipo de reunión. Pero apenas llegamos, todos se dispersaron rápidamente. Alice estaba callada y no podía culparla por mostrarse un poco distante. Me limité a dejar que se quedara en silencio en la sala de estar mientras yo ayudaba a Esme a guardar las compras.

—He oído a los humanos decir que el desayuno es la comida más importante del día —comentó Esme mientras buscaba un lugar para las cajas de cereal.

—Para una loba, cualquier comida es importante —le di una pequeña sonrisa.

Preferiría cenar aquí en lugar de desayunar; la cena es una comida más abundante, y si a Esme realmente le gusta cocinar, hay más opciones de platillos para esa hora. Además, una cena no implicaba un final inmediato a la visita. Tenía la escuela en las mañanas, pero si Alice quería pasar tiempo conmigo en la noche, no habría prisa para despedirnos.

Platiqué con Esme sobre cocinar y comer hasta que terminamos de acomodar las compras. Entonces suspiré y me quedé mirando la puerta de la sala.

—Quizá debería irme —dije muy bajo, volviéndome hacia Esme—. Le eché encima muchas cosas, y tal vez debería irme por ahora.

—Todavía tenemos que hacer nuestra tarea —la voz de Alice surgió de repente desde la puerta y me volví para verla ahí, dándome una pequeña sonrisa—. Esme ya terminó contigo, ¿verdad? —Preguntó con una ligera inclinación de cabeza hacia Esme, y vi que Esme asintió.

Alice prácticamente me arrastró de regreso a su cuarto, y sentí un gran alivio al notar que estaba actuando como antes de que supiera la verdad. Quizá parte de esa actitud era fingida, pero disfruté su sonrisa mientras me llevaba hasta su computadora.

—Yo tecleo y busco. Llevo años haciendo esto —me dijo Alice, dejándome sentada en la cama mientras ella se acomodaba en su escritorio y abría su laptop.

—¿Padres? —preguntó Alice mientras abría un documento de Word. Suspiré y me moví para poder ver lo que estaba haciendo.

—Jonathan Black y Jennifer... —hice una pausa, tratando de recordar el apellido de soltera de mi madre—. Jorgensen. —Observé cómo Alice comenzaba lo que parecía ser un árbol genealógico, anotando esos nombres. A duras penas yo lograba escribir algún ensayo con ese programa, y ella se movía tan rápido que la computadora tenía que esperar a ponerse al día. Alice llenó rápidamente el lugar de nacimiento de mi padre, y me eché a reír un poco—. Podrías copiar esa información durante unos doscientos años, creo.

Me acerqué un poco más a la silla de Alice para poder observar la pantalla mientras ella completaba información sobre otro ancestro. Le di los datos de mi abuela. Cuando Alice se enfocó en el lado materno de mi árbol genealógico, tuve que esforzarme más. En la tribu nos aseguraban conocer nuestros ancestros por la línea paterna, pero la de mi madre era más difícil. Era muy joven cuando murió mi abuela, y nunca llegué a conocer a mi abuelo materno. Avanzamos como pudimos en esa generación, dejando huecos que Alice dijo que me enseñaría a investigar, ya que de eso se trataba la tarea. Era triste necesitar investigar solo para recordar el nombre de mi abuelo. Me parecía un poco pronto para darme por vencida, pero no podía recordarlo.

—Ephraim Black —dije cuando llegamos al siguiente nivel del árbol. Miré a Alice—. Él fue quien redactó el tratado. —Le dije, aunque sospechaba que ya lo sabía, pues asintió—. Encontró a su impronta siendo bastante joven. —Miré el espacio vacío para mi bisabuela. Sabía las respuestas a estas preguntas, y las respondí hasta donde pude, hasta que ya no tuve nada más que agregar.