Capítulo 18: Soy culpable señor juez

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Salí de la comisaría.

Abogada: Entonces acepto el plan.

Juliana: Él es el culpable; lo asesino deberían de liberar a Sofia.

La abogada quedó perpetua; me subí al automóvil.

Juliana: Vámonos, José.

José se subió al carro y arrancó camino a casa. Me miró y me dijo.

José: Él quiere que defiendas a Sofia sin importarle morir el verdad.

Como le iba a mentir a José, él sabía que me dolía descubrir que me gusta alguien por primera vez y que resultara que este prefiere morir por una mujer a vivir...

Llegué a casa y me despedí de José.

Juliana: Nos vemos mañana en la Corte.

Si Adrián se declaraba culpable, mañana mismo Sofía saldría de prisión y en una semana se declararía la sentencia de Adrián. Al entrar a casa Daniel estaba esperándome...

Daniel: Que paso.

Juliana: Tenías razón; me gusta Adrián y me duele que él prefiera morir o pudrirse en prisión solo por Sofía.

Daniel me abrazó y me dijo.

Daniel: Sabes, a mí me gusta alguien que también creo que sería capaz de todo por otra persona.

Juliana: Pero tú tienes más oportunidades; eres hombre y guapo.

Daniel agarró mi cara y me besó.

Juliana: ¿Qué te pasa? Eres mi hermanastro; nuestros padres se casaron.

Daniel: Sí somos hermanastros, pero no importa; hay millones de hermanastros que son novios.

Juliana: Esto no es una novela o un libro. Aunque no seas de mi sangre, esto se siente sucio.

Daniel: Te escuché masturbarte aquel día y creo que fue porque viste mi miembro erecto.

Juliana: entonces si te estabas masturbando, ¿acaso te masturbaste pensando en mí?

Daniel: TU no. Por supuesto, pensando en Adrián.

Daniel salió de la casa tirando la puerta mientras yo me recosté en la cama y me quedé dormida.

Daniel no llegó al juicio de Adrián y lo entiendo. Yo también me sentiría apenada después de confesarle los sentimientos a alguien y que me rechaze. El juicio empezó y Adrián se auto proclamó culpable; el jurado liberó a Sofia y dijo que en una semana sería la sentencia final de Adrián. Existían dos opciones: pena de muerte o 30 años de prisión.

Mis manos, al igual que las de Sofía, temblaban; no queríamos que le tocara la pena de muerte. Un nuevo director llegó a la escuela, la cual se reabrió, pero el primer día después de la muerte del director, Sofía no apareció...

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