Oscuridad Compartida

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AU donde no hay otsuski, ni karma
Edad: 16
Temas psicológicos
Disfruten la lectura


El Sharingan, uno de los kekkei genkai más reconocidos y poderosos del mundo ninja, pertenecía al casi extinto clan Uchiha, ahora representado únicamente por Sasuke Uchiha y su hija, Sarada.

Este ojo no solo era conocido por su descomunal poder, sino también por la maldición del odio, una carga que se cernía sobre todos los Uchiha. Amaban intensamente, pero cuando ese amor se veía truncado, se transformaba en un odio abrumador y devastador, del que muy pocos podían escapar.

Sasuke era una excepción, un hombre que había logrado romper esa cadena, aunque Sarada desconocía aquella historia. Los altos mandos habían ocultado esa información, y Sakura, su madre, se negaba a que su hija supiera de la oscuridad que podría habitar en ella.Para Sarada, la vida era tranquila, casi idílica. Había crecido en un tiempo de paz, sin las sombras de la guerra que acosaron a sus ancestros.

No podía imaginar que la maldición, paciente y astuta, aguardaba el momento perfecto para resurgir. Cuando cumplió 16 años, los primeros vestigios comenzaron a aparecer, de forma sutil pero implacable. La primera señal surgió con un sentimiento que la sorprendió: los celos. Sumire, una de sus compañeras, mostraba un interés evidente por Boruto. Aunque Boruto nunca la miraba con los mismos ojos con los que veía a Sarada, la Uchiha no podía evitar la punzada de envidia que le desgarraba el pecho.

Ese resentimiento, que inicialmente pensó pasajero, fue creciendo, germinando en su interior. El segundo indicio fue más inquietante. Durante una misión, Boruto resultó gravemente herido en un enfrentamiento. Sarada perdió el control, y una furia cegadora se apoderó de ella.

Sus golpes contra el atacante fueron tan despiadados que apenas pudo detenerse antes de acabar con su vida. Esa noche, mientras curaba a Boruto, sus manos temblaban y su mente estaba sumida en un caos. Oscuros pensamientos brotaban en su cabeza, un deseo insaciable de poder, como si algo profundo e indomable buscara salir a la superficie.

—¿Te ocurre algo? —preguntó Boruto con el ceño fruncido, acercándose a ella. Su tono era tierno, preocupado.

—Estoy bien, no debes preocuparte —respondió Sarada, desviando la mirada, incómoda por la verdad que no podía admitir. Boruto se inclinó hacia ella, captando su atención con una sonrisa que la desarmó.—No en público, baka —regañó, aunque un leve rubor traicionaba su severidad.

—Tranquila, aquí no hay nadie —murmuró antes de besarle suavemente la mejilla. El gesto debería haberla calmado, pero un nudo persistente permanecía en su pecho.

—Últimamente me siento... molesta —confesó, su voz apenas un susurro.

—¿Es algo de chicas? —preguntó Boruto, intentando aligerar el momento. Había oído hablar de los cambios de humor, aunque su tono reflejaba ignorancia más que malicia.

—No, es algo diferente. Es como si... como si odiara todo a mi alrededor.

Boruto la miró con seriedad, un destello de preocupación cruzando sus ojos.—¿Incluso a mí? —bromeó, logrando arrancarle una sonrisa que apenas duró un segundo.

—Es en serio, baka. Estoy preocupada.

El rubio la rodeó con sus brazos, buscando transmitirle una calma que él mismo no estaba seguro de poseer.—No importa lo que pase, te apoyaré —prometió.

Pero ni Sarada ni Boruto podían prever la tormenta que se avecinaba.

Durante una misión en la que debían escoltar a una joven adinerada, la tensión se palpaba en el ambiente. Nanami, la protegida, era una chica caprichosa y arrogante, y no perdía oportunidad para coquetear con Boruto, a pesar de saber que Sarada era su novia. Sus comentarios eran afilados, destinados a menospreciar a la Uchiha con una sonrisa fingida de inocencia.

BorusaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora