Telonera | Guido Sardelli

13

La tarde fue perdiendo luz y, mientras el cielo pasaba del naranja al violeta, Lucía y Guido permanecían en la playa, cada vez más cerca y cómodos en la presencia del otro. Sin decir nada, los dos sabían que ese momento era especial, que algo entre ellos había cambiado sutilmente. Ya no eran simplemente la telonera y el cantante de la banda; eran dos personas compartiendo algo real.

Finalmente, Gastón y Pato se acercaron, riéndose y diciendo que era hora de volver al hotel para prepararse para la cena.

—¿Qué pasa, chicos? ¿No nos querían invitar a la charla filosófica? —jodió Gastón, lanzándoles una mirada de complicidad.

Lucía se levantó sacudiéndose la arena con las manos, intentando que no se notara el rubor en su cara, mientras Guido simplemente sonreía de manera despreocupada.

—Estábamos reflexionando sobre la vida, ¿viste? —dijo Guido. Era increíble la facilidad con la que podía esconder su propia vulnerabilidad detrás de una broma.

Mientras caminaban de vuelta al hotel, Lucía intentaba despejarse un poco y convencerse de que no había pasado nada extraordinario. Aunque en el fondo sabía que, desde el primer momento de esa tarde, algo había cambiado entre ellos. Pero ahora, con Pato y Gastón alrededor, tenía que retomar el control de sus pensamientos, actuar como siempre, incluso si cada paso le recordaba el roce de la mano de Guido, esa cercanía que había sentido en la playa.

Ya en el hotel, cada uno fue a sus respectivas habitaciones. Lucía intentaba convencerse de que tenía que enfocarse en el concierto que la esperaba al día siguiente. Sabía que no podía permitir que este sentimiento la distrajera de su música, de su sueño de llegar más lejos. Mientras se duchaba y se preparaba para salir a cenar, repitió en su mente que Guido solo era su compañero de gira, un tipo con quien compartía el escenario y el equipo. Pero apenas cerraba los ojos, la imagen de él mirándola con esos ojos tan intensos volvía como un flash imposible de ignorar.

Después de un rato, se reunió con los chicos en el lobby. Guido ya estaba ahí, impecable, con esa actitud de "no me importa nada" que lo hacía tan atractivo y, al mismo tiempo, tan impenetrable. Cuando sus miradas se cruzaron, Lucía sintió un leve estremecimiento, pero disimuló y se dirigió a Pato, que estaba conversando con el recepcionista.

Salieron a cenar y la noche transcurrió entre risas y anécdotas de la banda. Lucía se sumaba a la conversación, jodiendo y tratando de olvidarse de todo lo que sentía. Sin embargo, cada vez que Guido hablaba, cada vez que hacía alguna broma o contaba una historia, sentía cómo su atención se centraba en él sin que pudiera evitarlo. Había algo magnético, algo imposible de resistir.

Finalmente, Guido se inclinó un poco hacia ella mientras los demás reían por algo que había dicho Gastón.

—¿Todo bien? —le preguntó en voz baja, su tono era una mezcla de interés y algo más, algo que Lucía no sabía bien cómo interpretar.

—Sí, obvio. —Respondió con una sonrisa forzada, aunque notaba que él podía ver más allá—. ¿Por qué no estaría bien?

—Porque no parecés la misma de hace un rato. —Sus palabras la tomaron por sorpresa, pero antes de que pudiera responder, Gastón le pasó una copa a Guido, cortando el momento.

Lucía respiró hondo, tratando de no dejarse llevar por la presión que sentía en el pecho. Al final, se permitió disfrutar de la noche, aunque cada tanto volvía a pensar en esa sensación que no podía identificar del todo, pero que crecía cada vez más fuerte.

Más tarde, al regresar al hotel, Lucía se despidió rápido y se fue a su habitación. Apenas cerró la puerta, suspiró, sintiendo que su mente no dejaba de girar alrededor de lo que había vivido ese día. La playa, las risas, las miradas. Sabía que estaba jugando con fuego y que, cuanto más tiempo pasara con Guido, más difícil sería mantenerse al margen.