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El estadio estaba casi vacío, solo quedaban algunos técnicos y parte del personal de seguridad, que se apuraban a terminar de guardar el equipo. Los ecos de la gente seguían retumbando en las paredes, pero el silencio se apoderaba de la arena. Lucía no podía dejar de sonreír, su cuerpo todavía vibraba con la energía de la música, y el cansancio no lograba apagar la emoción que la invadía. Después de tanto tiempo, estaba de vuelta, en un escenario, compartiendo su música con la gente.

—Al fin estamos todos juntos de nuevo.  —dijo Guido, acercándose mientras ella daba vueltas, como una nena que no podía calmar su alegría.

Lucía no respondió, simplemente se echó a correr por el escenario, dando saltos de felicidad, su risa llena de libertad y emoción resonando en el aire. No le importaba que todos estuvieran a punto de irse, no le importaba nada. Solo importaba que estaba ahí, viva, con la música en el corazón y la sensación de haber vuelto a un lugar que le pertenecía. Se tiró al piso, como si fuera un pelotero, rodando sobre el escenario, con la sensación de que toda esa ansiedad acumulada por meses ya no existía.

—Dios, mí lugar en el mundo. —gritó mientras saltaba hacia arriba, sonriendo de oreja a oreja.

Guido la miró desde un costado, sonriendo sorprendido por su reacción tan espontánea. Se acercó, sin poder evitar reírse ante su energía. No podía creer lo que veía. Había pasado tanto tiempo desde que la había visto tan... Con vida por última vez, y ahora, ver a Lucía de nuevo tan libre, tan feliz, tan suelta en el escenario, lo conmovía. No pensó ni por un segundo que algo tan simple como su regreso al escenario podía generar una explosión de emociones tan intensas.

De repente, Lucía corrió hacia él, sin parar, y se lanzó en un abrazo. La fuerza con la que se abalanzó sobre él hizo que los dos cayeran al suelo. Lucía se acomodó sobre Guido, sin importarle el desorden, y empezó a darle besos por los cachetes, riendo entre sus palabras.

—No sabes cuánto tiempo soñé con volver acá, con vos, al escenario, con los chicos. —decía, su rostro radiante de felicidad.

Guido se quedó paralizado por unos segundos, sorprendido y, a la vez, divertido por la forma tan espontánea y efusiva en que Lucía lo abrazaba. Estaba tan contenta de haber vuelto a la música, a su lugar en el escenario, a lo que siempre había querido hacer. Pero también había algo más en esa expresión de alegría. Algo que Guido notó en sus ojos, algo más profundo.

—No tenés que agradecerme, Luchi. Vos sabías que íbamos a estar esperándote cuando volvieras. —respondió él, abrazándola con fuerza.

Lucía, todavía abrazada a él, se calmó un poco. Su cuerpo seguía vibrando con la emoción, pero sus palabras se volvieron más sinceras, más íntimas.

—Estuve sola en esa pieza de mierda rodeada de máquinas... —dijo en voz baja, sin dejar de abrazarlo—. Sentía que todo estaba tan lejos... pero ahora... Al fin estoy acá.

Guido la miró, sintiendo una mezcla de tristeza y comprensión por lo que había pasado. Sabía lo difícil que había sido para ella esos días de incertidumbre, pero ver que Lucía había podido volver a hacer lo que amaba, ver su emoción pura, era lo que realmente importaba. —Te lo dije, siempre va a ser este tu lugar —le dijo, con una sonrisa suave mientras le acariciaba el cabello.

Lucía levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Por un momento, todo el bullicio del estadio, el estrés de la gira, y la ansiedad del futuro desaparecieron. Solo existían ellos dos, abrazados en ese espacio, bajo las luces tenues del escenario vacío.

—Gracias, Guido... no sé qué haría sin vos —susurró.

Él sonrió, apretando su abrazo. —Y yo sin vos.

Telonera | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora