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El día recién comenzaba, el día anterior había sido un torbellino de emociones. Conocer a Airbag, tocar frente a ellos, tener buena onda, fue todo un montón. Casi no pudo dormir por la noche pero lo logró, se levantó de la cama y dejó todo ordenado, se paró frente al espejo y respiró hondo, sabiendo que era el día en el que todo podía cambiar. Llamó rápido a su mejor amiga, la cual le daba ánimos siempre y colgó.

Fue a hacerse un desayuno liviano, del cual casi no pudo comer nada, se sentía algo abrumada y en la necesidad de practicar su performance una y otra vez. Decidió que lo mejor sería no comer nada y fue a cambiarse a una ropa algo cómoda, se arregló y guardó todas las cosas que iba a necesitar para sobrellevar la noche, algunas pastillas para la ansiedad, cigarrillos, ropa más de noche y su maquillaje.

A la una en punto de la tarde tomó sus llaves y caminó rumbo al estadio, el cual la estaba esperando, hoy era su día. Caminó por veinte minutos, para ella era muchísimo pero llegó más temprano de lo que era habitual. Tocó la puerta y la atendieron, la hicieron pasar y le tocó un camarín para ella sola, irreal.

Empezó a desempacar todo y Diego apareció detrás de ella. —¿Preparada?

—Creo que sí.

Diego soltó una carcajada incrédulo y le dio una pequeña palmada en la espalda, Lucia se sentía bastante incómoda con los toques de Diego, él le había faltado el respeto bastante y ya estaba un poco abrumada de todo eso. Tomó su guitarra y se dispuso a encontrar un lugar solitario donde poder practicar y ser ella misma, recorrió los pasillos y encontró una habitación que estaba en un rincón, un poco oscura, pero perfecta para estar un rato ahí.

Dejó que sus dedos bailaran sobre las cuerdas de la guitarra y cerró los ojos, tarareando y cantando sus más íntimas canciones. No se dio cuenta que no estaba sola y que tenía un espectador, terminó de cantar y se escuchó un leve aplauso. Se sobresaltó y abrió los ojos. —Ah, perdón. Ya me iba. —Habló sin reconocer a la persona que le estaba aplaudiendo gracias a que estaba algo oscuro.

—No, no te vayas. Me encantó. Vos sos la telonera, ¿No? —Reconoció la voz del rubio más lindo y chamuyero de todo el país y se puso nerviosa, haciendo que se le cayeran las cosas de las manos.

—Si... Sos Guido.

—Mira, me conoces.

—¿Cómo no te voy a conocer? —Rió sutilmente Lucía. Estaba nerviosa, demasiado más de lo que le gustaría que la pusiera un hombre. No podía mirarlo, se sentía ilegal ver algo tan majestuoso.

—¿Todo bien? —Habló Guido viendo los nervios de la chica.

—La verdad es que estoy un poco… bueno, nerviosa. Es mi primer concierto así de grande. —confesó, bajando la mirada y soltando una pequeña risa, incómoda.

Guido se sentó en el suelo frente a ella, como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Querés un consejo? —preguntó, inclinándose hacia adelante con una sonrisa—. Solo pensá en el público como si fuera tu grupo de amigos. Conectá con ellos como lo hacés acá, en este cuarto, cuando estás sola.

La sencillez de sus palabras y la tranquilidad con la que la miraba hacían que los nervios de Lucía se disiparan un poco, aunque su presencia seguía afectándola. Había algo en la intensidad de su mirada que la dejaba sin palabras por momentos.

—¿Eso es lo que hacés vos? —le preguntó, intentando sonar despreocupada, aunque la curiosidad y los nervios se entremezclaban en su voz.

Guido asintió, todavía con esa sonrisa tranquila que hacía que sus ojos brillaran.

Telonera | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora