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El día del ensayo llegó, y la emoción en Lucía era palpable. Había pasado la noche anterior sin poder dormir, practicando y repasando cada nota de su improvisado setlist en la mente. Se vestía con una mezcla de nervios y entusiasmo, eligiendo un atuendo cómodo: una remera holgada, un pantalón deportivo y un buso que le daba ese toque auténtico.

Al llegar al lugar, un estadio vacío que dentro de un día se llenaría de fans, el corazón le dio un vuelco. La gran puerta de atrás del escenario se abría a un mundo donde el sonido se mezclaba con la energía de las luces. A lo lejos, pudo ver a los técnicos organizando el equipo y, más cerca, a unos chicos conversando animadamente. Eran ellos. Eran Airbag.

El productor, Diego, apareció al lado de Lucía. —¡Vamos, piba! —la animó—. Es tu momento.

Ella tragó saliva y respiró hondo, intentando calmar los nervios. Mientras se acercaba, los hermanos Sardelli se dieron cuenta de su presencia.

—Hola, ¿vos sos la que va a telonear, no? —preguntó Pato, con una sonrisa amplia que la hizo sentir instantáneamente más cómoda.

—Sí, soy Luz. —respondió, tratando de mantener la calma, pero su voz se vio traicionada por su nerviosismo.

—Genial. A mí me encantan los artistas medios indie. —dijo Gastón, el bajista, con una sonrisa genuina.

Pero entonces, Diego interrumpió: —Che, chicos, no le hagan perder la concentración, que ya tiene que ir a ensayar —Rió.

Lucía sintió una punzada de incomodidad ante el comentario, una especie de presión que no estaba preparada para soportar. Diego, aunque con buenas intenciones, parecía no captar la vulnerabilidad que ella sentía en ese momento.

—No hay problema, Diego, un rato más no le va a hacer mal. Además, yo le quiero preguntar algo a Lucía. —dijo Pato, alzando una ceja, con su actitud relajada.

—¿Sobre qué? —preguntó Diego, un poco desconcertado.

—Sobre su música. —Pato giró su mirada hacia Lucía, con una calidez que la hizo sentir segura. —¿Qué te inspira a componer?

Esa simple pregunta hizo que Lucía se sintiera más cómoda. Empezó a hablar sobre sus experiencias, sus raíces, sus amores perdidos y las pequeñas alegrías de la vida que la llevaban a escribir canciones. —Cuando estoy en esos escenarios frente a esa gente que parece conocer mí música la vida toma un poco de sentido. —Mientras lo hacía, notó que Pato la escuchaba atentamente, como si realmente le importara. Era un momento perfecto, pero todo se fue a la mierda cuando Diego, sin querer, interrumpió. —Es un poco tonto, ¿no? Ustedes tienen un público muchísimo más gran...

—Escuchame, Lucía. No sé si estás lista para lo que viene. Los escenarios son duros y hay mucha presión. No te quiero ver llorando si algo sale mal. —La interrumpió.

Las palabras de Diego la golpearon. De repente, toda la confianza que había construido se desmoronó como un castillo de naipes. —¿Qué te creés? —replicó ella, aunque la firmeza de su voz temblaba un poco.

—No es nada personal, solo quiero que sepas en qué te estás metiendo. —Diego le respondió con un tono un tanto arrogante.

—No necesito que me digas lo que soy o no soy capaz de hacer. —Lucía contestó, con la voz elevada un poco molesta pero aún así avergonzada, el calor subiéndole por el rostro.

Pero el comentario se quedó flotando en el aire, como una nube de tensión que se hacía cada vez más pesada. Y, de repente, Lucía sintió que las lágrimas amenazaban con caer. Nunca le había pasado algo así ni sintió nada parecido. La presión, el juicio y la mirada de los demás se volvieron abrumadoras; se sentía demasiado observada por todos. Sin poder contenerse, dio un paso atrás, sintiendo que se le cerraba la garganta.

Telonera | Guido Sardelli Donde viven las historias. Descúbrelo ahora