En un remoto pueblo olvidado por el tiempo, la gente hablaba en susurros sobre una criatura que habitaba en los rincones más oscuros del bosque cercano. Nadie la había visto, pero todos sabían de su presencia, porque aquellos que osaban adentrarse nunca volvían a ser los mismos.
La criatura no tenía forma definida. Nadie podía describirla con precisión, pero se decía que su presencia se manifestaba a través de los ecos, susurros y sombras que parecían moverse por su cuenta. Pero lo más perturbador era lo que hacía: no cazaba, no devoraba cuerpos; su alimento era algo mucho más profundo.
Una noche, un joven llamado Elías, impulsado por la curiosidad y el escepticismo, decidió investigar. A pesar de las advertencias de los aldeanos, entró en el bosque con su linterna. El silencio era absoluto, como si el aire mismo tuviera miedo de hacer ruido. Conforme se adentraba más, comenzó a sentir una sensación extraña, como si estuviera siendo observado, aunque no veía nada.
A lo lejos, escuchó risas suaves, como si fueran de niños, pero los niños del pueblo nunca se aventuraban tan lejos. Decidió seguir el sonido. Cuanto más se acercaba, más distorsionados se volvían los ecos, y las voces comenzaban a hablarle directamente. No eran simples risas, sino palabras vagas, que se deslizaban como un susurro bajo la piel:
"Te conocemos, Elías."
"Te hemos estado esperando."
Al principio pensó que eran solo su mente y el aislamiento jugando trucos, pero la ansiedad creció al escuchar su propio nombre, dicho en un tono que nunca había oído antes. La linterna parpadeó con cada paso que daba, hasta que finalmente, la luz se apagó por completo. En la oscuridad, los murmullos se intensificaron, resonando en su cabeza.
De repente, sintió una presión a su alrededor, como si las sombras mismas lo estuvieran tocando. Algo invisible le rozaba la piel, y en el aire flotaba una sensación de maldad pura. Intentó correr, pero sus piernas no respondían. La oscuridad lo rodeaba por completo, y en su mente, una imagen empezó a formarse: una criatura indescriptible, de múltiples ojos, bocas abiertas, y una forma que cambiaba constantemente.
La voz de la criatura comenzó a retumbar en su mente.
"¿Te atreves a escapar?" decía. "Tu alma pertenece a este bosque ahora."
Con un esfuerzo titánico, Elías logró encender la linterna. La luz parpadeó brevemente, y en ese instante, vio algo que lo paralizó: frente a él, a solo unos metros, había una sombra con forma humana, pero sus ojos eran abismos vacíos. A medida que la luz se intensificaba, la figura retrocedió, y Elías pudo escuchar un último susurro, directo a su alma:
"Nosotros siempre estamos aquí. Ahora eres uno de nosotros."
Elías volvió al pueblo, pero algo en su mirada había cambiado. Los aldeanos notaron que, aunque su cuerpo estaba intacto, sus ojos no reflejaban nada más que vacío. Nadie se atrevió a preguntarle qué había sucedido en el bosque. Nadie lo necesitaba hacer, porque todos sabían que la criatura no se alimentaba de carne… sino de las almas. Y ahora, Elías había dejado de ser humano.
El bosque nunca olvidó. Y quien tocara sus límites, nunca saldría igual.
ESTÁS LEYENDO
La Casa de las Historias de Terror.
Мистикаson muchas historias de terror en un solo libro, pero puede haber historias que se conecten. Pero recomiendo leer como lo he puesto