Capitulo 46: El Observador Silente

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En las profundidades de un bosque abandonado, en un lugar donde la niebla nunca parece dispersarse y el viento apenas susurra entre las ramas muertas, hay una leyenda que pocos se atreven a contar. Hablan de El Observador Silente, un ser que ha sido visto por quienes se aventuran demasiado lejos de la seguridad de sus hogares. Su presencia es como una sombra alta y distorsionada, con un rostro que apenas parece humano y una mirada oscura que quema como el vacío.

Se dice que El Observador Silente no emite ningún sonido. No respira, no camina con pasos audibles, y no pronuncia palabra alguna. Sin embargo, a veces, se siente una presencia antes de verlo. Los animales dejan de moverse, el bosque entero se sumerge en un silencio absoluto, como si la naturaleza misma intentara esconderse de su mirada. Si alguien hace el más mínimo ruido cuando él está cerca, sea una rama rota, un susurro o el temblor de una respiración entrecortada, ya no hay vuelta atrás.

Nadie sabe exactamente qué quiere, pero aquellos que lo han encontrado no vuelven a ser los mismos. Algunos dicen que te persigue como una sombra, quedándose en los rincones más oscuros, observando cada movimiento, y aparece cada vez que estás solo. Se asegura de que siempre lo sientas, pero nunca puedas verlo claramente.

Hubo una joven llamada Elena que, por curiosidad, se adentró en el bosque una noche. Quería saber si la leyenda era real. Avanzó en silencio, pero al pisar una hoja seca, el crujido resonó como un eco en la inmensidad del bosque. Fue entonces cuando lo vio: alto y delgado, inmóvil, y con un rostro a medio formar, como si fuera una máscara incompleta que intentaba copiar una expresión humana. Sus ojos eran pozos oscuros sin vida, pero sentía cómo la observaban.

Elena contuvo la respiración, y cuando intentó retroceder, lo vio acercarse sin mover un solo músculo, como si el mismo aire lo empujara hacia ella. Su mente se llenó de imágenes borrosas, de sombras atrapadas en la oscuridad, de gritos ahogados. Apenas podía moverse, pero sabía que si hacía algún sonido, él estaría sobre ella en un segundo. Lentamente, retrocedió sin hacer un ruido, hasta que logró escapar.

Desde aquella noche, El Observador Silente nunca la dejó en paz. Lo veía en las esquinas, en las sombras de su habitación, en su propio reflejo. Y cada vez que algún ruido escapaba de sus labios, él estaba más cerca.

A nadie se le ha permitido saber qué ocurre cuando El Observador Silente finalmente atrapa a su presa. Los que han sido "elegidos" desaparecen sin dejar rastro, sus vidas borradas como un susurro en el viento.

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